–¿Qué demonios…?
Ella sacudió la cabeza al oír a Travis proferir un juramento. El chico hizo como si fuera a golpear la pared, pero Neen se lanzó hacia él, le agarró la mano y lo llevó hasta una silla. Él volvió a maldecir y pegó un puñetazo en la mesa.
–Respira hondo –le ordenó poniéndole las manos sobre los hombros, en parte para reconfortarlo, en parte para que no se moviera de la silla.
Rico y ella se miraron y Neen señaló con la cabeza la mesa bajo la cual estaba escondido Joey. Rico no tardó mucho en hacer que saliera. Neen esperó que le diera un reconfortante abrazo al chiquillo, y al ver que no lo hacía extendió un brazo para que el chico se refugiara en él. Cuando sintió que Travis comenzaba a tranquilizarse, aflojó la presión.
–Quiero que sepas que lo que haga tu madre no te perjudica en absoluto. Estás haciendo un trabajo estupendo y estoy orgullosa de ti. No quiero que lo olvides.
Él respiró hondo y asintió levemente.
–Perdona que haya dicho una palabrota. Pensé que iba a estropearlo todo para Joey y para mí.
–Travis –susurró Joey–, ¿podemos volver a dormir en el cobertizo esta noche?
–¡Ni de broma! –saltó Neen–. Vosotros dos os venís a mi casa –le guiñó un ojo a Joey–. ¿Te gustan los perros?
El niño asintió.
–Tengo un perro enorme y un poco tontorrón al que le vas a encantar.
–¿De verdad?
–De verdad –le aseguró.
–Pero… yo… –balbuceó Travis.
Ella le sonrió tranquilizadoramente.
–No me supone ningún problema, de verdad. Me gustará tener compañía.
El alivio dibujado en su rostro fue suficiente agradecimiento.
–Todavía no he terminado de fregar la cocina.
–Bueno, pues ve a hacerlo mientras yo termino de recoger aquí.
Él se marchó, llevándose a Joey consigo. Rico la observaba en silencio.
–¿Cómo se te ocurre ofrecerle dinero a una alcohólica?
¿Era eso lo único que se le ocurría decir después de todo lo que había presenciado?
–¿No te das cuenta de que es una irresponsabilidad? –preguntó clavándole una mirada dura y fría.
–Solo quería deshacerme de ella lo antes posible, sin causar alboroto.
Lo había hecho por Joey y por Travis.
–¿Y qué pensabas hacer cuando volviera mañana, soltando la misma morralla y esperando que le dieras dinero? ¿Cuando corriera la voz y sus amigos empezaran a presentarse por aquí?
Ella tragó saliva. No había pensado en ello.
–Lo… lo siento. No volverá a ocurrir.
–¡Más te vale!
Su tono de voz la estremeció.
–Y vamos a dejar una cosa clara. Si ves la menor señal de consumo de alcohol o drogas entre los chicos, quiero saberlo inmediatamente, ¿me has oído?
–Sí –respondió ella sosteniéndole la mirada. Dio un paso atrás, con el corazón a cien por hora.
–¿Siempre muestras tan poca resistencia? ¿Era así como reaccionabas con Chris?
Toda la frustración que había contenido por el bien de Joey y Travis se apoderó de ella.
–¿Ahora vas a utilizar el tema de Chris en mi contra? Pues te digo una cosa: no pienso tolerar que me vuelvan a acosar de esa manera.
–¡No te estoy acosando!
–¿Qué estás haciendo entonces?
Rico se quedó inmóvil y la indignación fue desapareciendo poco a poco de su mirada.
–Yo… –Rico se frotó el cuello–. Lo siento.
Ella asintió.
–Una última cosa antes de dar por finalizada la conversación. Travis y Joey no se van a quedar en tu casa esta noche.
–Tienes razón –la bola de furia que se le había formado en el estómago se hinchó hasta ocupar todo su ser–. No se van a quedar esta noche, sino toda la semana.
Él abrió la boca.
–Y a menos que quieras que monte un numerito, más te vale que cierres la boca, te des la vuelta y te largues. Ahora mismo.
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