Memorias de un desertor. [Francisco González Durán De León. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: [Francisco González Durán De León
Издательство: Bookwire
Серия: Minimalia cl�sica
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9786078412570
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pensar, comprendió que no sólo en Chiapas pasaba esto. Bastaba con salir a las colonias periféricas de su ciudad para observar esta miseria sólo que más triste y deprimente; sin los paisajes hermosos de Chiapas. “¿Qué pasó con la Revolución en México?”, nuevamente se preguntaba.

      En las cartas que después de su viaje lo mantuvieron en contacto con Mardonio a través de los años, el sacerdote le escribía de sus inicios en Chiapas y de las injusticias que entonces vivió. Describiéndoselas le decía: “Fueron mis años de contacto con la realidad de opresión en las fincas. Fue la época de la conversión. De la indignación ética y del compromiso total”. Le platicaba de las torpezas de los programas oficiales para la “ganaderización” del territorio, de los robos de bancos privados y estatales que despojaron a los ejidatarios, de la contaminación de los ríos y las lagunas, de los fraudes de los ingenieros de la reforma agraria, de la lucha permanente de los nuevos poblados por los servicios más indispensables, de los trabajos de explotación de Pemex, de los programas de Inmecafé que, con su política de fertilizantes, destruyeron grandes extensiones de cafetos, de la represión gubernamental por el crimen indígena de exigir que las autoridades municipales dejaran de robar, así como de los problemas de oposición y las discusiones en la construcción de una iglesia autóctona impulsada por don Samuel Ruiz.

      En una de esas cartas, le escribió una frase que lo puso a meditar más para reafirmar su vocación:

      Deseo que durante este año nuevo del 79 se acreciente en ti el entusiasmo por luchar y por buscar soluciones realistas al sufrimiento de nuestro pueblo. Ciertamente el ambiente en que viven los estudiantes de las universidades no ayuda mucho ni poco a esto, pero que la vivencia que tuviste en estas tierras te ayude a mantener vivo el deseo eficaz del servicio al más amolado. Que las oportunidades que tienes de prepararte se enfoquen y vayan a dar al bien de nuestro pueblo y no al egoísmo absorbente que caracteriza nuestra ‘civilización’.

      Con un fuerte abrazo,

      Mardonio S. J.

      Villahermosa, Tabasco.

       Ocosingo y Simojovel, Chiapas

       (1992-1995)

      Patricio tomó de su escritorio uno de los libros que en su adolescencia le regaló su tío Esteban, México bárbaro, ensayo sociopolítico del norteamericano John Kenneth Turner que le causó una gran impresión. Se trataba de un escrito en el que el autor, al visitar México durante la época de don Porfirio Díaz (1910), había conocido su realidad. Meditaba sobre el mensaje inicial en el que se mostraba cómo veía el autor a nuestro querido país: “Descubrí que el verdadero México es un país con una constitución y leyes escritas tan justas en general y democráticas como las nuestras, pero donde ni la Constitución ni las leyes se cumplen. México es un país sin libertad política, sin libertad de palabra, sin prensa libre, sin elecciones libres, sin sistema judicial, sin partidos políticos, sin ninguna de nuestras queridas garantías individuales, sin libertad para conseguir la felicidad”. Varias veces habría de recordar Patricio estas palabras en esta nueva etapa de su vida que estaba por comenzar.

      Finalizaba su segundo año como residente de Cirugía Pediátrica en el Hospital Civil en la ciudad de Villahermosa, cuando de improviso surgió un movimiento armado en el vecino estado de Chiapas. La acción militar de enero de 1994 coincidió con la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte. La sublevación fue una protesta ante la extrema pobreza de indígenas y campesinos, las tierras arrebatadas a las comunidades indígenas, la explotación de los recursos de sus tierras y la falta de participación de las diferentes etnias tanto en la organización de su estado como de la República en su conjunto.

      A pesar de ser uno de los estados mexicanos que posee mayores recursos naturales (petróleo, maderas, minas y tierras fértiles para la práctica agrícola), en Chiapas es donde la desigualdad entre los distintos sectores sociales se ha mostrado históricamente de una manera más patente, ya que su organización sociopolítica sigue apoyada en las viejas estructuras sociales y políticas de carácter autoritario y latifundista.

      Campesinos pertenecientes a los grupos indígenas chamula, tzeltal, tojolabal, chol y lacandón, cubiertos con pasamontañas, se levantaron en armas e intentaron tomar siete cabeceras municipales. De izquierda autonomista, anticapitalista, antiglobalización y antineoliberalista, los indígenas zapatistas pedían “trabajo, tierra, techo, alimentación, salud, educación, independencia, libertad, democracia, justicia y paz”.

      Todos los médicos del Hospital Militar, al que Patricio estaba adscrito, fueron convocados y acuartelados. Patricio tuvo que renunciar temporalmente a su residencia médica. Estaban tensos, temerosos. No sabían la cantidad de soldados heridos que recibirían, ya que ese hospital junto con el de Tuxtla Gutiérrez, eran los encargados de recibir a los lesionados en combate.

      Los médicos militares, después de organizar el servicio de urgencias para atender a sus hermanos de armas heridos, esperaban en el cuarto del médico de guardia para ver las noticias por televisión. Un ambiente de silencio y responsabilidad se respiraba. Se hicieron equipos para recibir a los pacientes. Como Patricio tenía experiencia quirúrgica, fue nombrado ayudante del cirujano general encargado de uno de ellos.

      Llegaron los primeros lesionados transportados por ambulancias de la Cruz Roja mexicana, entre los cuales se encontraba Alfredo Jiménez, el padre de uno de sus pacientes pediátricos. Venía muy grave. El escenario era lúgubre, lleno de angustia ante la responsabilidad de su enfermo. Presentaba dos heridas por proyectil de arma de fuego, una en el abdomen y otra en la cabeza. De inmediato los anestesiólogos tenientes coroneles siguieron las indicaciones del mayor médico cirujano. Aquí no existían jerarquías absurdas. Todos buscaban el bien y la vida de su compañero soldado, quien, como muchos otros, debía su ingreso al glorioso ejército por necesidades económicas.

      En quirófano el mayor médico cirujano Alegría, jefe del equipo quirúrgico, estaba nervioso puesto que en sus manos y decisiones estaba la vida y pronóstico de un padre, de un ciudadano mexicano, quien arriesgó su existencia por la necedad de sus gobernantes al no querer entender que en Chiapas había surgido un reclamo de justicia ancestral. Patricio lo había vivido a los 15 años, pero el soldado herido no lo conocía. Algo como para volver loco a cualquiera. “¡Una guerra estúpida!”, rumiaba Patricio.

      Inició la cirugía, una laparotomía exploradora. Patricio colocó al herido una sonda pleural por indicaciones del cirujano, puesto que la bala abdominal en su trayectoria había lesionado dicha membrana. Al abrir encontraron mucha sangre. La hemorragia era difícil de controlar por la lesión de dos arterias, la mesentérica superior y la cólica media, así como por múltiples perforaciones intestinales. El paciente estaba en choque. Los anestesiólogos, por su parte, hacían esfuerzos para sacarlo de esta descompensación hemodinámica hasta que el cirujano pudo controlar el sangrado ligando las arterias lesionadas. Una vez estable,fue trasladado en helicóptero al Hospital Central Militar en la Ciudad de México. Ahí permaneció nueve meses antes de volver a la ciudad de Villahermosa. Patricio, como pediatra de sus hijos, estaba al tanto de su desarrollo. La esposa y la madre de Alfredo también le narraban las injusticias que el ejército había cometido contra él, como recortar su sueldo a pesar de estar inválido por haber cumplido con su trabajo. Andrea, su esposa, le comentó el trato grosero y prepotente del que había sido objeto su esposo ante los reclamos de éste por una indemnización prometida que nunca le otorgaron. Patricio, en el desayuno del festejo por Día del Ejército comentó al comandante de zona con voz de reclamo:

      —Mis pacientes han perdido un padre sano y esto no importa al “Supremo Gobierno”.

      Por pláticas con otros heridos se enteró de la muerte de un oficial del ejército a manos de un joven zapatista de 13 años, el cual disparó a la frente del militar cuando éste le marcó el alto. Se decía que había muerto por haber tenido el valor de no dispararle a un muchachito, casi un niño. Para Patricio, esto era un acto de heroísmo; perder la vida por no matar a un hermano mexicano, y además menor de edad, por lo que no disimulaba su molestia cuando escuchaba decir a sus superiores en tono de burla: “¡Lo mataron por pendejo!”

      Pensaba que estaban llenos de héroes falsos y