Bien instalado en Burlington House, donde recibía noticias diarias sobre Hannover, y, a través del Dr. Arbuthnot, sobre el estado de salud de Su Majestad, Handel aguardaba el ahora inevitable cambio. Sus antiguos patronos, y de hecho amigos, estaban a punto de acceder al trono. Pero, ¿haría el pretendiente algún movimiento para reclamarlo para él? ¿Habría guerra civil?
Notas al pie
* Cesa de alzarte, soberano del día.
1 Deutsch, p. 33; HCD I, p. 201.
2 Ibid.
3 Burney, General History, p. 661.
4 Handel Collected Documents I, p. 196.
5 Ibid., p. 198; Deutsch, p. 31.
6 Mainwaring, Memoirs, p. 83.
7 Deutsch, pp. 35-6; HCD I, pp. 204-6.
8 Deutsch, pp. 36-7; HCD I, pp. 208-9.
9 Citado en Handel: A Celebration of his Life and Times, p. 77.
10 Mainwaring, p. 84.
11 Deutsch, p. 31.
12 Mainwaring, p. 84.
13 Deutsch, p. 42; HCD I, p. 217.
14 Mainwaring, p. 85.
15 Ibid.
16 Deutsch, p. 44; HCD I, p. 223.
* Keeper of the Privy Purse.
17 Deutsch, pp. 46-7; HCD I, pp. 234-5.
18 Deutsch, p. 49.
19 Mainwaring, pp. 85-6.
20 Deutsch, p. 50; HCD I, p. 249.
21 Deutsch, p. 52.
22 Ibid.; HCD I, pp. 255-6.
23 HCD I, p. 285.
24 Mainwaring, p. 89.
* Término alemán que se refiere a la satisfacción por el mal ajeno.
25 Hawkins, General History, p. 859.
26 Coxe, Anecdotes of Handel, p. 16.
27 Ibid.
* Allí pulsa Hendel las cuerdas, y la dulce presión
Transporta el alma y estremece cada vena:
Allí entro yo a menudo (pero con calzado más limpio)
pues Burlington es amado por todas las musas.
28 Deutsch, p. 70.
29 Citado en Anne Somerset, Queen Anne, p. 505.
30 Ibid., p. 510.
31 Ibid., p. 531.
4
«From mighty kings he took the spoil» *
[Judas Maccabaeus]
HANNOVER EN LONDRES
El solemne momento en el cual la Casa de Estuardo dejó de gobernar en Gran Bretaña se vivió con poca tristeza. El ataúd de la reina Ana, que sus súbditos consideraron «aún más grande que el del príncipe... que era conocido por ser un hombre muy gordo y voluminoso»1, permaneció en la capilla ardiente en el palacio de Westminster durante algunos días. El 24 de agosto de 1714 fue enterrado en la capilla de Enrique VII de la abadía de Westminster, junto al de su marido y al lado de los de sus hijos. Inmediatamente después de la muerte de la reina Estuardo, el hannoveriano Jorge Luis fue proclamado como rey británico bajo el nombre de Jorge I, con escaso entusiasmo. Inglaterra esperaba con inquietud el pronosticado levantamiento jacobita: los puertos se cerraron y se prepararon las defensas. Pero no pasó nada. En Francia, Luis XIV reconoció oficialmente a Jacobo Estuardo como rey de Inglaterra, pero se distanció de su causa, negándole todo tipo de apoyo financiero e incluso una audiencia, cuando el pretendiente viajó a París para sondearlo. Jacobo regresó a su retiro en el Ducado de Lorena sin otra opción por el momento que permanecer a la espera. Mientras tanto, los duques de Marlborough regresaron desde su autoexilio europeo a Londres, donde, con poca sensibilidad hacia el estado de ánimo general, escenificaron un regreso triunfal a casa y aguardaron la llegada del nuevo régimen. Durante casi un mes se produjo una especie de estasis. Lord Bolingbroke, una de las personalidades más problemáticas en la última etapa de gobierno de la reina Ana, observó: «A buen seguro que jamás tuvo lugar una transición tan tranquila de un gobierno a otro»2.
En Hannover había llegado el momento tan esperado, y el nuevo rey británico, ahora llamado Jorge tras anglicanizar su nombre, dio instrucciones detalladas a su familia y a sus funcionarios. Él mismo viajaría a Londres con su hijo Jorge Augusto, seguido en breve por su nuera Carolina, y sus tres nietas, Ana (de cinco años), Amelia (de tres) y Carolina (de un año). Su nieto Federico, que todavía tenía catorce años, permanecería en Hannover como representante de la familia, con su tío abuelo, Ernesto Augusto (el hermano menor de Jorge), in loco parentis, instruyendo al niño en las labores de gobierno. Jorge se llevaría consigo a sus consejeros más cercanos, el barón von Bernstorff, el barón von Bothmar y Jean de Robethon, un refugiado hugonote francés que había sido secretario de Guillerno III antes de viajar a Hannover y convertirse en secretario de Bernstorff. Estaba también el barón von Kielmannsegg, el diplomático hannoveriano que había conocido a Handel en Venecia en 1709 animándole a ir a Hannover, donde él mismo negoció las generosas condiciones laborales del músico. También él viajaría a Londres, junto con su esposa Sofía, cuya relación con el nuevo rey era excepcionalmente próxima. Mujer inteligente e ingeniosa, fue acusada por algunos de ser la hija ilegítima del padre de Jorge, y por tanto la propia hermanastra del nuevo rey. Tuviese o no fundamento tal sospecha, lo cierto es que era la amante de Jorge, como también lo fue una de las antiguas damas de honor de su madre, Ehrengard Melusine von der Schulenberg, quien le dio tres hijos. También ella acompañaría al nuevo rey a Londres. En lo que respecta a la propia esposa de Jorge, hacia la cual siguió mostrándose tan frío como implacable, permanecería cautiva en el castillo de Ahlden.
Los dos siguientes monarcas británicos, padre e hijo, viajaron juntos a su nuevo reino a través de Holanda, donde poco después (retrasados por vientos en contra) abordaron un barco proporcionado por la Marina Real inglesa. Desembarcaron en Greenwich el 18 de septiembre, y fueron recibidos con pompa en el Palacio de Greenwich, con sus nuevas ampliaciones