—Es el vecino. Está practicando.
—Pues es muy bueno.
—¡Qué me vas a contar!
—Aprovecha la melodía para relajarte. Yo voy a enviarle a Nora las fotos de esta mañana. Estamos en contacto.
—Claro. Lo que sea. Adiós.
—Adiós —dijo deslizando el dedo por la pantalla de su móvil y centrando toda su atención en su trabajo. Terminaría lo antes posible, se daría una ducha y buscaría algo de información sobre Inverness y sobre Eilean Donan, claro estaba. No le gustaría que Denise y ella se presentaran a ciegas. Al menos conocer un poco por dónde iban a moverse. Y de paso entrar en la página del hotel y echar un vistazo a este.
***
El timbre de la puerta sonó cuando terminaba de secarse el pelo. ¡Qué oportuno quien fuera! Pensó camino de esta descalza y envuelta en el albornoz. Se acercó a la mirilla y resopló cuando reconoció a Vincent esperando en el descansillo. Contó hasta cinco y abrió.
Cuando él la vio se quedó sin saber qué decir y sin poder mover un pie del sitio que estaba.
—Cierra cuando hayas entrado —le pidió caminando hacia su habitación para vestirse. ¿Qué narices hacía él allí? Llevaban tiempo sin verse y de repente se presentaba en su casa sin avisar—. ¿Qué haces aquí? —le preguntó apareciendo en el salón vestida con unos pantalones de hilo y una camiseta de manga corta. Se había recogido el pelo en lo alto con una pinza salvo por algunos mechones que caían a ambos lados de su rostro.
—¿No puedo pasar a verte? —le preguntó él mostrándose sorprendido por el recibimiento.
—¿Quieres la verdad? Después de pasarnos días enteros sin vernos y casi sin hablar… si exceptuamos algunos mensajes de WhatsApp… No te esperaba. Y que conste que no te lo echo en cara porque yo también tengo mi parte de culpa en ello.
Vincent frunció los labios y asintió.
—Me parece bien. Y ahora, dime, ¿qué tal estás? De haber sabido que ibas a recibirme desnuda…
—Desnuda es lo que tú hubieras querido. Llevaba el albornoz puesto, por si no te diste cuenta. A lo mejor estabas demasiado centrado en imaginarte si llevaba algo puesto bajo este.
—Apuesto a que no había nada excepto tú. —Vincent sonrió con sarcasmo—. ¡Te marchas a Escocia! —Hizo un gesto con la mano hacia la documentación sobre el viaje que ella tenía abierta en su portátil.
—Trabajo.
—¿Cuándo?
—Pasado mañana.
—¿Ibas a decírmelo?
—¿Para qué? No vas a venir. Como en otras ocasiones que he tenido que viajar.
—Ya. Bueno, veo que has tomado tu propia decisión.
—Vincent, no sé qué quieres que te diga salvo que cada uno de nosotros vivimos en nuestro propio mundo. Tú quieres que yo encuentre un trabajo algo más tranquilo en el sentido de viajar. Y yo no puedo quedarme sentada en una oficina viendo caer las horas.
—Lo sé, y no te pido que…
—Es inútil seguir con esto cuando ambos sabemos que no habrá el final del cuento. Y disculpa si te soy tan sincera, pero durante todo este tiempo que apenas nos hemos visto me he dado cuenta de que es inútil seguir adelante.
—Siempre he admirado tu sinceridad, Karen —le dijo con un tono irónico que buscaba hacer algo de daño.
—Es decir la verdad.
—¿Cuánto tiempo te marchas a Escocia?
—Algunos días. Lo que dure los preparativos de la boda y esta.
Vincent apretó los labios y asintió. Sabía que ella tenía toda la razón porque aquella relación no existía como tal. Los trabajos los separaban. Ella viajando para los reportajes y desfiles de moda. Y él en su bufete del que había ocasiones que pasaba por casa para darse una ducha, cambiarse de ropa y regresar. La verdad, no era una vida para tener una pareja. Para ninguno de los dos.
—Está bien. Te dejo que sigas con tu nuevo proyecto. Yo aprovecharé para ver a un cliente y comentarle un par de cosas. Disfruta de ese trabajo en Escocia. Ya me enseñarás las fotos a la vuelta. Si tenemos a bien vernos…
Ella no esperaba aquella reacción por parte de él, pero allí estaba. Una despedida como si fueran a volver a verse, o tal vez no. Porque la disculpa de que le enseñara las fotografías a su regreso era eso: una disculpa para quedar bien antes de marcharse. Tenía la impresión de que él también daba por terminada la relación. Era más, hasta pensaba que le venía bien. Una despedida fría, cortante, sin un beso, una caricia… Ni siquiera se había molestado en preguntarle a qué localidad de Escocia iba. Ni de qué iba este nuevo proyecto. Esos eran los detalles que le habían hecho ver la clase de vida y de relación que le esperaba si seguía con él. Por eso había sido lo suficientemente clara para que se diera por enterado. Y, a decir verdad, parecía que él estuviera esperándolo porque no había hecho nada por revertir la situación. Karen echaba en falta una pareja que estuviera dispuesta a pelear por ella. A hacerle ver que estaba dispuesto a que ambos acoplaran sus trabajos y sus vidas para encontrar un punto que los uniera. Ella estaba dispuesta a renunciar a algunos proyectos si veía el compromiso en su compañero.
Se quedó contemplando la puerta de su piso sin saber qué hacer. Al menos, centrarse en preparar el viaje a Escocia. Eso era lo que en verdad le tenía que importar desde ese momento.
Capítulo 2
—¿Tienes todo? —Karen miraba a Denise mientras las dos avanzaban por el vestíbulo de la terminal del aeropuerto Charles de Gaulle.
—Sí, no te preocupes. Sobre todo, el pasaporte, de lo contrario no podré salir de Francia.
—Genial —le dijo deteniéndose delante del primer control para pasar el billete por el lector ante la mirada seria de la encargada—. Vamos.
Denise la siguió por el laberíntico pasillo de cintas de separación colocadas hasta la zona de seguridad. Karen comenzó a depositar sus pertenencias en una bandeja, empleó otra para su chaqueta y las puso sobre la cinta. Lo último de lo que se desprendió fue de su equipo fotográfico del que solo lo hacía en casos necesarios como ese. Pero no lo perdió de vista ni un solo instante mientras ella caminaba hacia el arco de seguridad, donde una policía le hacía señales para que lo cruzara.
Pasó bajo el detector de metales sin ningún contratiempo y se apresuró a recoger sus pertenencias ante la mirada del agente que controlaba la pantalla del escáner. Karen le dedicó una sonrisa y asintió alejándose hacia un lugar apartado en el que pudiera terminar de arreglarse mientras esperaba a Denise.
—Tenemos tiempo para comer algo antes de embarcar.
—Busquemos un café.
—¿Echaste un vistazo a la documentación que te pasé?
—Sí, lo estuve repasando anoche antes de irme a la cama. No me puedo creer que vayamos a Escocia —le aseguró con los ojos abiertos como platos porque no acababa de creerlo.
—Con los gastos pagados. Eh, que vamos a currar.
—Pero ¿qué clase de boda es? ¿Tanto tiempo necesitan que estemos?
—Piensa que va a ser en un castillo, con eso te lo digo todo. El padre de la novia tiene una destilería en esa región. Habrá muchas localizaciones para hacer las fotos. Según he visto en la web de Eilean Donan necesitamos permisos para hacer el reportaje. No es un sitio convencional.
—Y estoy