A pesar de que pudieron existir diferencias menores entre las estrategias y las formas de aplicación, esa pasión por demostrar la fidelidad de Dios ante el mundo fue algo que unió a estos tres amigos en sus respectivos enfoques de la iglesia (Spurgeon), del cuidado de los huérfanos (Müller), y de las misiones internacionales (Taylor).
Peregrinos indígenas
Como cada ser humano que vive en el espacio y el tiempo —es decir, en una cultura y en una época en particular— Charles Spurgeon, George Müller, y Hudson Taylor fueron moldeados significativamente por el explosivo nuevo mundo en el que habitaban. Su activismo, individualismo, pragmatismo, y resistencia a los privilegios de la élite, junto con sus identidades de hombres comunes (ya que ninguno tenía un título teológico) fueron los elementos que los convirtieron en los hombres del momento. Sin embargo, ellos eran radicalmente diferentes de las multitudes incrédulas de la época.
Lo que quedará claro en los siguientes capítulos es que, a pesar de todas sus diferencias, entre ellos había una profunda camaradería de confianza en Dios. Ellos eran evangélicos en su énfasis de las Escrituras, la obra expiatoria de Cristo en la cruz, la necesidad del nuevo nacimiento y la conversión, y la energía resultante de activismo y misiones. Pero en la vida de esos hombres, el sufrimiento que cada uno soportó dio como fruto una extraordinaria confianza en la majestuosa bondad de Dios. Detrás de sus palabras de fe y de la simplicidad para confiar en que Dios cumple sus promesas hacia nosotros cada día de la vida, había una enorme visión del derecho y el poder de Dios para gobernar cada detalle de la vida, sobre el bien y el mal —sin que exista nada que pueda detenerlo.
Taylor, quien, de entre los tres, era el menos entregado a la sistematización teológica y la categorización,55 escribió una de las declaraciones más fuertes de esta convicción común. Cuando su esposa María murió después de 12 años de matrimonio, Taylor tenía la edad de 38 años. Él le escribió a su madre: «Desde lo más profundo de mi alma me deleito al saber que Dios hace o permite todas las cosas, y causa que todas las cosas obren en conjunto para el bien de los que lo aman».56 Catorce años después, a la edad de 52 años, escribió: «Así que fija esto en tu mente, que Dios es un Soberano infinito, y tiene el derecho para hacer lo que Le place con lo que es Suyo, y también tiene derecho de no explicarte las miles de cosas concernientes a Sus tratos contigo, las cuales confundirían tu razón».57
Spurgeon y Müller dijeron lo mismo en contextos similares —Müller en la muerte de su esposa, Spurgeon al momento de enfrentar los sufrimientos físicos que lo debilitaban. Ese era el fundamento unificador de su camaradería de confianza en la bondad, la gloria, y el poder de Dios. Esa sería la clave de la poderosa predicación de Spurgeon en medio de la implacable adversidad, de la satisfacción inquebrantable que Müller tenía para con Dios, y del deleite que Taylor tenía en la eterna unión con Jesucristo.
La depresión sin causa no puede ser razonada, ni el arpa de David puede disiparla con sus dulces discursos. Como luchar contra la neblina, es tratar de vencer esta desesperación que no tiene forma ni definición y que todo lo trastorna…
El cerrojo de hierro que tan misteriosamente cierra la puerta de la esperanza y retiene a nuestros espíritus en una prisión sombría, necesita de una mano celestial que lo abra.
Charles Spurgeon
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