En 1859, mientras Hudson Taylor todavía estaba en China [en su primer periodo antes de fundar la MIC], se desencadenó un avivamiento al Norte de Irlanda, el cual dio lugar a un movimiento religioso tan crucial en la historia religiosa británica, que fue llamado el Avivamiento, o «el Despertar del 59» (…) Aunque Taylor se perdió la primera fase del avivamiento, él llegó a la Gran Bretaña a tiempo para cosechar los beneficios. Como lo señala J. Edwin Orr: «Hay razones para creer que todo el grupo [de la Misión al Interior de China de 1866] fue formado por convertidos y obreros del Despertar de 1959» (…) La gente concuerda de manera general que «algo pasó» durante 1859 – 60, y que las ondas sonoras de ese avivamiento continuaron resonando durante el resto del siglo.13
Algo que es digno de ser mencionado es el hecho de que este Despertar ocurrió a la par de eventos hostiles en contra de la fe cristiana. «En el ámbito secular, el año de 1859 fue igualmente crucial, pues ocurrió la publicación de la obra de Darwin: El origen de las especies y el ensayo de Stuart Mill: Sobre la libertad».14 Menciono esto para mostrar que nosotros deberíamos ser lentos para dar por hecho que algún desarrollo cultural (como en el caso del desmoronamiento del tejido cultural que ocurre en nuestros días) debe ser visto como determinante sobre la trayectoria del futuro; Dios siempre está haciendo más de lo que nosotros comprendemos. Justo cuando las formas seculares se estaban intensificando, la fuerza evangélica también estaba incrementando.
Al final del siglo, se estima que el evangelicalismo «representaba las creencias de “no menos, y probablemente mucho más de 60 millones de cristianos declarados, en todas partes del mundo”». David Bebbington respalda ese estimado: «Incluyendo los convertidos del movimiento misionero, es muy probable que [ese] estimado no esté tan lejos de la realidad».15 El Evangelicalismo era la forma dominante de cristianismo y la Gran Bretaña era el imperio dominante.
Ellos eran evangélicos
Bebbington ha dado una de las definiciones más convincentes de «evangelicalismo» como un movimiento distinto que surgió del Gran Despertar del siglo XVIII y que continúa hasta nuestros días. Spurgeon, Müller, y Taylor fueron ejemplares supremos de este movimiento durante su época.
Bebbington argumenta que el evangelicalismo es un movimiento dentro del cristianismo que está marcado por «el crucicentrismo, el conversionismo, el biblicismo, y el activismo».16 O de manera más simple, por «la cruz, la conversión, la Biblia, y el activismo».17 Los evangélicos «eran estimulados por las enseñanzas de las Escrituras; tenían una gran disposición para proclamar el mensaje de Cristo crucificado; y trabajaban de manera incansable por la búsqueda de conversiones. Por lo tanto, eran activistas dedicados a esparcir el evangelio».18
La marca del evangelicalismo que durante esa época unió de manera más evidente a Spurgeon, Müller, y Taylor era su activismo. Ya que, por causa de la profundidad de su teología y espiritualidad, estos tres gigantes eran hacedores consumados. Bebbington observa: «La marca final de los evangélicos era su ímpetu por estar de pie haciendo algo».19
El activismo estaba en el ambiente
El activismo para el mejoramiento social era parte del ambiente. Ese era el aire que respiraban los evangélicos, Por ejemplo, uno de los legados de John Wesley (1703–1791) fue una regla de sus sociedades, la cual establecía que los cristianos debían evitar la «autocomplacencia suave e innecesaria». En 1883, un periódico metodista de Nueva York preguntó qué significaban esas palabras, y el periódico The Christian Advocate presentó una respuesta oficial. Las palabras que utilizaron incluían cosas como: «comer de más, dormir de más, comprar ropa de más, ociosidad, consentir al cuerpo, vivir una vida fácil e improductiva, considerar al trabajo como algo malo, y la gratificación de apetitos y pasiones.20 Así que, eso nos da las siguientes ideas: La «vida improductiva» es incorrecta. El trabajo no es malo. La autocomplacencia es pecado.
De manera que, el involucramiento en actividades para mejorar la vida de los oprimidos era una expresión penetrante de este activismo. Es algo que sorprendería a algunas personas de nuestros días, pero los evangélicos estaban a la vanguardia del activismo social a favor de los pobres. Bebbington ofrece bastantes ilustraciones de la realidad de que «una gran cantidad de iglesias y organizaciones patrocinadas por iglesias a lo largo del mundo angloparlante atendieron problemas de la miseria social».21
La desconfianza que nosotros hemos heredado, con respecto a la disolución del evangelicalismo, la cual está permeada entre algunos círculos de apoyo social, no ocurría de manera general en el evangelicalismo del siglo XIX. «El menosprecio típico de los fundamentalistas en contra de la preocupación por el bienestar físico comenzó a ocurrir a principios del siglo XX. Hasta 1900, lo que luego sería conocido como misión holística era parte del programa acordado dentro del evangelicalismo».22 De manera que, había «una gran cantidad de evangélicos de todas las denominaciones que intentaron reparar las condiciones sociales de la Gran Bretaña victoriana».23
Una de las cargas más prominentes que sentía la sociedad y la iglesia era la difícil condición de los huérfanos. Esta problemática era un tema común en las novelas del escritor del siglo XIX, Charles Dickens (1812– 1870). Uno puede sentir esta problemática en la descripción de Oliver Twist: «Fue marcado y etiquetado, y calló en su lugar de inmediato —un niño de parroquia— el huérfano del asilo para pobres —el humilde, casi muerto de hambre— para ser esclavizado y abofeteado por todo el mundo —menospreciado por todos, apreciado por nadie».24
Cuidado de los huérfanos por fe
Los ministros a lo largo de la Gran Bretaña fundaron instituciones para aliviar las condiciones difíciles de los huérfanos. Y esa obra social trajo como consecuencia una presión para la reforma de las condiciones laborales y el trato público hacia los pobres.25 Müller fue el fundador de orfanatos más famoso, no porque era el único que lo hacía, sino por la manera en la que lo hacía —es decir, sin pedir dinero y sin endeudarse con nadie. Spurgeon, en Londres, a setenta millas de Bristol, el lugar en el que estaban los orfanatos de Müller, fundó sus propios orfanatos en Stockwell en 1867.
Taylor no fundó ningún ministerio que se enfocara directamente en los huérfanos, pero la conexión que tuvo con el ministerio de Müller fue muy importante. El compromiso de Taylor para ir a China como misionero incluía su fervor por ser una bendición para el ser completo, la parte física y la espiritual. Así que, en su cumpleaños número 19, Taylor se fue a vivir con el Dr. Robert Hardey en la ciudad de Hull, como aprendiz de medicina.26 Y mientras estaba ahí, se volvió parte de la comunidad conocida como Hermanos de Plymouth27, en la que Müller era grandemente apreciado.
Aquí vemos cómo el hijo de Taylor, Frederick, relata la importancia de esta conexión entre los Hermanos y Müller, quien a su vez era parte de esa hermandad:
[Hudson] estaba hambriento de la Palabra de Dios, y la predicación de ellos era en su mayoría una exposición reflexiva de las verdades de la Palabra. Él necesitaba una visión fresca de las cosas eternas, y frecuentemente la presencia de Cristo era tan real en esas ocasiones que se sentía como el cielo en la tierra entre ellos. Él estaba enfrentando un futuro difícil, y ellos pusieron frente a él un ejemplo de fe tanto en las cosas temporales como en las espirituales, el cual sobrepasó sus pensamientos más elevados. Esa hermandad estaba en contacto cercano con George Müller de Bristol, cuya obra estaba alcanzando proporciones extraordinarias. Él ya tenía cientos de niños huérfanos a su cuidado, y estaba buscando que el Señor le concediera los medios para sustentar a un millar de niños. Pero eso no agotaba sus esfuerzos. Con la profunda convicción de que estos son días en los que el evangelio debe ser predicado «como testimonio a todas las naciones», él también apoyaba por completo, o en parte, el trabajo de muchos misioneros, y estaba comprometido con hacer circular las Escrituras a lo largo y a lo ancho del mundo, tanto en tierras católico–romanas como en lugares paganos.