Un tripulante llamado Murphy . Álvaro González de Aledo Linos. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Álvaro González de Aledo Linos
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788416848768
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y venían a la isla en el primer ferri. Como llegaba a puerto a las 9, se daban 10 minutos de margen para llegar a sus tiendas y poder abrir. La hora de cierre era similar, diez minutos antes del último ferri. Descendió también un camión lleno de provisiones y distintos artículos para las tiendas de la isla, que no se movió del muelle de desembarco y hasta allí venían los responsables de cada comercio, con su vehículo eléctrico, a recoger lo que les correspondía.

      A las 9:30 h salimos de Embiez resignados a una etapa a motor, por el pronóstico de vientos escuálidos del Oeste, y por suerte no acertaron. Por supuesto volvimos a rodear todos los escollos e islotes por fuera. A eso de las 11 h vimos en la base del acantilado del Cabo Sicié un edificio curiosísimo, pues estaba construido cerca del mar, con forma de búnker pero la fachada acristalada, y en una excavación hecha en la roca con forma de semicírculo (43º 2,92’ N; 5º 51,06’ E). Lo más sorprendente es que tenía un aparcamiento en el que se alineaban varios coches, pero por más que miramos con los prismáticos no vimos una carretera o camino que accediera al edificio. Luego nos enteramos que es una estación depuradora y supusimos que por el mismo túnel que se había excavado en la mole del cabo para pasar las tuberías se habría excavado una carretera para los vehículos de servicio.

      A media mañana el viento refrescó, y con el espí y la mayor hicimos casi toda la etapa a unos 4 o 5 nudos bajo un sol sublime como para bendecirnos. Una gozada de navegación. En total 23 millas en unas 6 horas para llegar a la isla de Porquerolles. Y no nos aburrimos. En primer lugar aprovechamos para algunos bricolajes, especialmente hacer un soporte para el taburete plegable de la cocina (el que me salva la espalda, porque me permite cocinar y fregar con la espalda recta) en el mamparo del baño. Hasta entonces lo llevábamos amarrado bajo la escalera de entrada a la camareta y se trababa con la escota de la mayor, que normalmente llevamos escurrida por el tambucho de entrada. También cambiamos el cabo que tensa el aparejillo del backstay, que estaba desgastado en su zona de paso por las poleas. Pero lo más divertido fue todo el proceso de preparación de una explosión submarina, retransmitido por la radio VHF entre las 13:30 y las 14:30 h más o menos. Ya os dije que a los militares franceses les encanta disparar al mar. Aunque encontrarse en mitad de un campo de tiro militar en el mar debe ser más difícil que hacer un as de guía con una serpiente, eso nos pasó yendo a Porquerolles. Íbamos tan tranquilos cuando empezaron a emitir por la radio un aviso de que iban a hacer una explosión submarina. Al dar las coordenadas vimos que era cerquísima de por donde navegábamos nosotros. Ante la duda de haber entendido bien llamé a Cross Med, el equivalente a Salvamento Marítimo en España, para confirmarlo. Ellos no quisieron comprometerse y me dijeron que llamase a La Dioné, el barco de guerra encargado de la explosión. No hizo falta porque toda nuestra conversación fue por el canal 16 ya que no me pasaron a otro, y me llamó a mí el capitán del barco de guerra para decirme la posición y que había que salir de la zona en menos de media hora y no acercarse a más de 700 metros. Como ya estábamos fuera de ese perímetro y alejándonos no nos preocupamos mucho, aunque nos sorprendió ver a otros barcos que se cruzaban con nosotros en dirección a la zona de la explosión, e iban tan tranquilos. Seguramente no llevaban la radio conectada, como es obligatorio. El caso es que poco después vimos emerger a nuestra popa un submarino, y aparecer por nuestro estribor una patrullera sobrevolada por un helicóptero. ¡Qué susto! Volvimos a comprobar la posición y efectivamente estábamos ya fuera de su zona, pero suponemos que ambos, y sobre todo el helicóptero, estaban confirmando que el perímetro estaba despejado. A la hora exacta, y después de varios avisos de que la explosión era inminente, hicieron una cuenta atrás por la radio, 6, 5, 4, 3, 2, 1 y... No vimos nada. ¡Vaya chasco! Nacho tenía la GoPro preparada y yo los prismáticos, pero nada. ¿Se les mojaría la carga?

      Además de estas emociones también vimos y grabamos un pez luna, y mantuvimos una especie de regata con un velero de 42 pies que primero nos adelantaba gastándonos bromas y diciendo que nos esperaban en Porquerolles para invitarnos a ron. Pero entonces pusimos el espí y les adelantamos nosotros, y ya no nos despegamos de ellos hasta Porquerolles. También dedicamos un tiempo a distintas gestiones telefónicas para encontrar una nevera nueva si fuera posible antes de Sainte-Maxime, donde seguro nos la reservaban, ya que no teníamos la garantía de poder llegar a ese puerto en la fecha comprometida debido al anuncio de mistral que luego comentaré. Pasamos de largo por la rada y el puerto de Toulon (43º 5,25’ N; 5º 55,32’ E) a babor nada más pasar el Cabo Sicié, porque no nos suelen gustar las grandes ciudades y pensamos que no pintábamos nada en ese fortín, la segunda base naval militar francesa después de Brest. De común acuerdo Nacho y yo preferimos continuar y conocer la isla de Porquerolles. Pasamos por el Sur de la península de Giens (43º 1,67’ N; 6º 8,01’ E). Inicialmente esta península con forma de mazo era una isla, la quinta del archipiélago de las Hyères, pero un istmo arenoso que ahora mide 4 kilómetros la fue uniendo al Continente. Este istmo está a su vez dividido en dos en dirección Norte-Sur por un mar interior que ahora se usa para obtener sal. Desde lejos la península sigue viéndose como una isla, pues el istmo arenoso está casi al nivel del mar mientras que la antigua isla es rocosa y elevada. En 1811 un fuerte temporal volvió a convertirla en isla al deshacer parcialmente el istmo, y durante un tiempo el mar volvió a pasar entre la isla y el Continente, pero volvió a consolidarse y a ser una península. Actualmente la costa Este de la península es de uso turístico y residencial, con varios puertecitos, mientras que la costa Oeste es de uso militar y acceso restringido.

      Llegamos a Porquerolles a las 15:30 h en plena forma. Es una isla situada al Sur de la citada península de Giens, y la principal de las cuatro que ahora constituyen el archipiélago de las Hyères. Las otras son Bagaud (en la que está prohibido desembarcar) y Port-Cros y Levant, que visitaríamos a la vuelta. Todas son rocosas y elevadas y se distinguen bien desde la lejanía. Siempre fueron difíciles de defender y por eso víctimas de ataques de piratas y corsarios, y no terminaban de prosperar. Por eso en el siglo XVI se les concedió el estatus de Marquesado, con exenciones fiscales que no fueron suficientes para que despegara su economía. Finalmente, para atraer habitantes y mano de obra, se les concedió el privilegio de que los criminales obtuvieran asilo e inmunidad mientras se quedasen a vivir en las islas. La mayoría se hicieron ciudadanos honestos. El privilegio se abolió en el siglo XVII y ahora viven sobre todo del turismo. Son reserva natural y en una gran parte de las aguas de su perímetro está limitada la navegación, la entrada de barcos de más de 35 metros de eslora o con motor, el fondeo, la pesca, en algunas hasta el baño, etc. Además una parte de la isla de Levant es militar, como comentaré en la visita que hicimos a la vuelta.

      Porquerolles es la más grande del archipiélago, y de hecho a veces se conoce como “Porquerolles” a todo el archipiélago en lugar de “Islas Hyères” como debe ser. Su puerto está situado en una ensenada en su costa norte (43º 0,24’ N; 6º 11,85’ E). El pueblo fue construido en 1820 por los militares que entonces usaban la isla. Como en todas las islas el agua es un bien escaso y empezamos a encontrar en las torres de agua del pantalán un sistema que limitaba el tiempo de uso de la manguera, en este caso un botón verde. También en las duchas, que eran con una ficha o “jeton” de un euro y medio que duraba solo cuatro minutos. A los cuatro minutos se paraba y si no habías terminado tenías que salir a la calle enjabonado. Había que calcular bien.

      Esa tarde recorrimos toda la isla con las minibicis por senderos como los del año anterior en las islas de Bretaña, más hechos para todoterrenos que para bicis, conociendo sitios preciosos. Tiene forma de arco o media luna y mide 7,5 kilómetros de largo por 2 de ancho, y su punto más alto mide 142 metros. La isla fue ocupada por diversos países de la región y tiene restos celtas, griegos y romanos, así como mosaicos y zonas pavimentadas que atestiguan su presencia. En la Edad Media fue ocupada por monjes y ascetas, como otras de las islas Hyères. Los pillajes de los piratas fueron comunes entre los siglos XII y XVI, hasta que en 1579 el rey Enrique III de Francia la compró e instaló una guarnición. Luego fue propiedad de varias familias que la adquirieron sucesivamente. Durante el período napoleónico se reforzaron las construcciones defensivas para proteger la entrada de Toulon de los ataque británicos, y son las que pudimos ir visitando en nuestro recorrido. Más tarde la isla fue comprada por una compañía que buscaba modernizarla y construyó una