–Entiendo que no estás planeando en instalarte al otro lado del mundo –comentó Matt haciendo caso omiso a la indirecta de Violet.
–No –admitió ella después de un rato. Suspiró y volvió a sentarse. Las piernas le temblaban–. Yo no podría vivir allí. Sería mucho más fácil que mi padre se mudara aquí y eso va a ser parte de lo que quiero conseguir cuando vaya. Convencerle para que regrese a vivir a Londres.
–Si él sigue teniendo vínculos aquí, podría pensar que lo iban a llevar por el mal camino –sugirió Matt. Violet abrió los ojos de par en par.
–No se me había ocurrido pensar en eso –admitió–. Podrías estar en lo cierto. Aún tiene amigos entre los miembros de su grupo y, por supuesto, irían a un pub y terminarían bebiendo, lo que sería muy duro para él. Podría tratar de persuadirle para que se mudara más cerca de la costa, lo suficientemente lejos de Londres para evitar las tentaciones…
–Volvamos a hablar de esa empresa mía en Australia –dijo Matt. Violet parpadeó y lo miró fijamente–. La razón por la que la he mencionado es porque me vendría bien un par de manos en las que pueda confiar allí para dirigir el nuevo equipo, por así decirlo. De esa manera, nos vendría bien a los dos.
–¿A qué te refieres?
–Me refiero, Violet, a que tu plan para desaparecer durante meses sin tener nada que hacer en el otro lado del mundo más que tratar de animar a tu padre va a resultarte muy frustrante después de un breve espacio de tiempo. Eres una mujer inteligente y necesitas utilizar tu cerebro. ¿Cómo lo vas a hacer en Melbourne?
–Estoy segura de que sabré cómo ocuparme cuando esté allí.
–Claro, habrá trabajillos en los que puedas emplearte, aunque evidentemente no necesitas el dinero. En cualquier caso, siempre me había parecido que te gustaban los desafíos… Así que, vas a estar muy aburrida… y a mí me vendría muy bien alguien en quien pudiera confiar en las etapas iniciales de mi nueva empresa. Sería un ascenso muy importante para ti estar a cargo de una de mis empresas desde cero. Tendrías un nuevo puesto, nuevas responsabilidades y, por supuesto, un nuevo sueldo que refleje las dos cosas anteriores. No te preocupes sobre permisos de trabajo y todas esas banalidades. Considéralo todo hecho.
Matt dejó pasar unos segundos para que ella pudiera digerir las ventajas de todo lo que él le estaba ofreciendo. Violet tuvo que admitir que todo era muy tentador.
–Incluso te facilitaría un pequeño apartamento propio para que tu padre y tú pudierais mantener esa independencia a la que probablemente los dos os habéis acostumbrado a lo largo de los años. Sería una de las ventajas que tendrías con este trabajo.
–Es una oferta muy generosa, Matt…
–Entonces, ¿nos damos la mano para sellarlo? –le preguntó Matt mientras le dedicaba una de esas sonrisas con las que podría dejar sin aliento a una persona–. Por supuesto, habría un par de cosas que tendrías que tener en cuenta…
–Por supuesto –replicó ella secamente–. No hay nada que venga gratis. ¿Acaso no está eso escrito en algún lugar del manual de la empresa?
Matt soltó una carcajada. Sus ojos se oscurecieron con apreciación ante el modo en el que ella nunca se achantaba a la hora de decirle las cosas claramente. Iba a echarlo de menos.
–Tendrías que acceder a regresar a trabajar para mí en Londres después de un periodo determinado de tiempo. Yo diría que seis meses es bastante generoso. También tendrías que aceptar que yo fuera a supervisarte de vez en cuando para asegurarme de que todo está funcionando perfectamente.
–Te estoy muy agradecida por la oferta, Matt –dijo Violet–, pero voy a tener que decirte que no.
Matt siguió sonriendo unos segundos y luego frunció el ceño cuando asimiló lo que ella acababa de decirle.
–No hablas en serio….
–Todo esto ha sido muy repentino –dijo ella sinceramente–, pero me va a proporcionar la oportunidad para explorar otras áreas de mi vida además de trabajar detrás de un escritorio en un despacho.
–¿Qué otras áreas?
–Sé que en mi contrato figura que debo avisar con seis semanas, pero si encuentro una sustituta antes de entonces, ¿considerarías librarme de esa obligación antes? Naturalmente, no me tendrías que pagar por el tiempo que no trabajara. Tal vez podrías pensarlo esta noche y así podríamos hablar al respecto cuando llegue al trabajo mañana por la mañana.
–¡No me puedo creer que esté escuchando esto!
Violet había acudido a la puerta y él la había seguido con el ceño fruncido.
–No siempre tienes que conseguir lo que quieres –le dijo Violet delicadamente.
–Si estás tan desesperada por marcharte, no seré yo el que te encadene a tu escritorio y te obligue a trabajar esas seis semanas.
–¿Lo dices en serio? Cuanto antes pudiera estar con mi padre, mejor…
Violet pensaba que él iba a liberarla de su contrato. Siguió sonriendo mientras él la miraba furioso. Entonces, inesperadamente, Matt apoyó la mano sobre la puerta que conducía hacia el salón, que estaba entreabierta, y se medio tambaleó cuando esta se abrió de par en par. De repente, Matt había accedido al santuario de su salón.
Durante unos segundos, él se quedó sin palabras mientras observaba el piano de cola pequeño que estaba situado junto al mirador acristalado. Violet siguió su mirada. Sin pensárselo, entró en el salón y se acercó hasta el piano. Suavemente, deslizó la mano sobre la tapa de madera y luego sobre las teclas sin darse cuenta de la imagen que estaba pintando. Simplemente estaba haciendo algo que era totalmente instintivo.
–¿Tocas? –le preguntó Matt, hipnotizado por la esbelta y elegante figura de Violet de pie, de espaldas a él, etérea y pensativa, ejerciendo un profundo magnetismo sobre él.
Estaba justo detrás de ella. Violet podía sentir la calidez que irradiaba de su cuerpo y que la envolvía profundamente, pero ella no se sentía incómoda porque aquella era su zona de confort. Con gesto ausente, tocó algunas notas y una suave y melodiosa música tomó forma bajo sus dedos. De repente, se detuvo y se volvió hacia él, profundamente avergonzada.
–Sí –murmuró ella–. Debo de haber heredado parte del talento musical de mi padre.
Matt la miraba con una expresión velada, ligeramente turbadora. Ella sonrió, ansiosa por quitarle tensión al momento y volver al estado de ánimo de antes.
–No te sorprendas tanto, Matt. ¿Qué pasa porque sea algo más que la eficiente e invisible secretaria que te has pasado los últimos dos años y medio sin valorarla?
–¿Sin valorarte? Nunca –murmuró Matt. Deslizó los ojos por el rostro de Violet hasta llegar a la boca, perfecta y de labios gruesos, sorprendiéndole. Era una boca muy sexy. Una boca modelada para los besos–. ¿Invisible? De eso nada.
El ambiente había cambiado. Violet lo sintió y dio un paso atrás, chocándose contra el piano e irguiéndose inmediatamente para no sentarse sobre las teclas. Matt estaba tan cerca de ella y ya no era su jefe. Eran un hombre y una mujer, con las miradas entrelazadas, la respiración entrecortada y sumido en una carga eléctrica que, de repente, era tan potente que Violet sintió que podría desmayarse.
–Creo que deberías marcharte ahora –dijo ella con voz ronca. Durante unos segundos, Matt permaneció inmóvil y ella se preguntó lo que haría si ocurría lo impensable, si esa boca firme y sensual cubría la de ella.
Entonces, Matt dio un paso atrás y, cuando hubo una distancia segura entre ellos, dijo con voz ronca:
–Una semana. Después de eso, Violet, eres libre para marcharte.
Con eso, se dio la vuelta y se dirigió