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1 “Culturas Independientes. Caracterización y distribución geográfica de las organizaciones culturales urbanas con programación en vivo de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires”. El informe completo puede consultarse en el sitio web https://www.buenosaires.gob.ar/cultura/noticias/se-confecciono-el-informe-de-cultura-independiente-2018-2019
2 Las organizaciones independientes fueron caracterizadas en base a tres aspectos: las personas que trabajan en la producción de manera auto gestionada, los productos resultantes de ese trabajo y por último, los espacios culturales definidos por su escala reducida en términos de espacio físico y cantidad de público (hasta 300 localidades), su escasa división del trabajo, su presencia en circuitos locales o barriales y su escasa vinculación con grandes empresas del circuito de la industria cultural que gestiona mega espectáculos y producciones.
3 Fueron entrevistados 161 espacios (35,8% del universo total) con un criterio de representatividad por sector y organización o cámara de pertenencia: 29 centros culturales, 14 clubes de música en vivo, 64 salas de teatro y 54 milongas.
Cuando Yo es Nosotras1, Red de Mujeres x la Cultura
Romina Bianchini2
Agradezco la oportunidad para reflexionar acerca de la situación de las mujeres en el mundo a partir de una mirada que parte del reconocimiento de nuestros derechos culturales en contextos históricos violentos y desiguales, dando a conocer el sensible y orgánico proceso de una red transgeneracional, transfronteriza, diversa y autogestiva de Mujeres x la Cultura, fundada en “tecnologías sociales” basadas en afectos, reconocimiento, confianza y en sororidad, que promueve el liderazgo de las mujeres en el sector cultural latinoamericano, desde sus realidades locales conectándolas y proyectándolas en el espacio latinoamericano.
Luego de participar activamente en numerosos espacios de formación y colaboración, locales e internacionales durante al menos una década, en octubre del 2012 nos encontrábamos en la maravillosa ciudad de Cuenca, en Ecuador (en el que aún no sabíamos sería el último Campus Euroamericano de Cooperación Cultural).3 En esa ocasión, éramos varias las mujeres de diferentes generaciones, posiciones políticas, trayectorias y regiones de América Latina que comenzamos a interpelarnos sobre la ausencia de “espacios-tiempo” para la conversación profunda, la escucha atenta y el intercambio horizontal de saberes, el quehacer cotidiano como ciudadanas creadoras y la significación de estas condiciones ante los desafíos actuales de nuestras sociedades. Percibíamos la importancia de generar un espacio para conocer y dar a conocer proyectos en los que las mujeres del campo cultural estábamos trabajando desde diferentes espacios, lenguajes y territorios ya que mayormente en el tipo de eventos en los que solíamos participar no contábamos con la posibilidad para presentarlos porque –según lo que leíamos en ese momento– cada una de nosotras asumía tareas de producción, toma de notas, redacción de relatorías e informes, de dinamización de paneles, coordinación de mesas y/o secretariado, en un ámbito androcéntrico en el cual los hombres habitualmente detentaban la hegemonía de la autoría y la autoridad.4
En esa conversación también reflexionamos acerca de la distancia que sentíamos de ciertas visiones del sector académico, de las administraciones públicas de cultura e incluso de grandes organizaciones internacionales de cooperación con respecto a las agendas y a las temáticas abordadas en seminarios, conferencias, congresos y cumbres; así como en la composición de los paneles, las metodologías, los tiempos5, preguntándonos desde nuestra labor si había un modo diferente de hacer gestión cultural desde las mujeres a partir de procesos integrales, transversales, sensibles e intuitivos.6
Así, sin más, tomando el impulso de vuelo siempre atento, como diría una gran amiga, nos activamos para armar un espacio propio, nuestra habitación propia“ (Woolf, 1929), que diese lugar a nuevos abordajes desde la perspectiva de las mujeres, que pusiese sobre la mesa temas que creímos necesario visibilizar, como la situación de las mujeres en el contexto mundial y en la gestión cultural en particular. Movilizadas por la necesidad y el deseo de construir nuestras propias narrativas, poco a poco buscamos garantizar la equidad de oportunidades para que todas pudiéramos participar en la vida cultural en tanto derecho humano (ART. 27 Declaración Universal de los Derechos Humanos 1948).
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