Del lamento a la revelación. John Harold Caicedo. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: John Harold Caicedo
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Религия: прочее
Год издания: 0
isbn: 9781953540393
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estrategia que nos enseñaron, o por la corazonada que sentimos, o por las emociones, que eso nos demuestra que somos hijos de Dios; no, sino que la Biblia es clara en afirmar que todos los que son guiados ¿por quién? Por el Espíritu Santo, dice Romanos 8:14: Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. Guiados por El Espíritu Santo.

      De lo contrario empezamos a caminar por vista pero no por fe.

      La vida en determinados momentos puede ser como una tormenta. Lo que empezó como algo sin importancia se convierte en algo más serio, después ya nos domina y al final viene el temor y se pierde hasta la esperanza.

      ¿Qué hacemos entonces? ¿A quién acudimos? ¿Adónde miramos en una situación como esa?

      ¿Cuál es nuestra respuesta en tiempos de crisis?

      Alguien tiene que hacer algo, alguien tiene que devolvernos la esperanza, alguien tiene que traer una noticia diferente.

      ¿Cómo reaccionas en tu vida en tiempos de crisis? ¿Quién ha conducido tu vida? ¿A quién le has entregado el mando y la dirección de lo más preciado que tienes?

      En momentos así necesitas escuchar la voz de alguien que mire más allá de las tormentas, alguien que tenga la capacidad para saber lo que otros no saben, para oír lo que otros no oyen, para ver lo que otros no ven. Alguien que mire más allá de la epidemia, de la crisis, del dolor.

      Una de las cosas que asegura Jesucristo es que sus ovejas escuchan su voz.

      Esta es una realidad dada por El Señor en Juan 10. “Mis ovejas escuchan mi voz y me siguen.”

      Pero no solo escuchan su voz en la quietud de sus lugares de oración, no solo escuchan su voz en las apacibles olas de un mar en calma, en el susurro de un viento suave, no. Los hijos de Dios escuchan su voz también en las tormentas, también cuando los mares rugen y las olas se levantan impetuosas, cuando las cosas parecen más terribles que nunca, en tiempos de pandemias, de crisis, de dolores, de angustias, de incertidumbre, también allí los hijos de Dios escuchan su voz.

      ¿Será que lo has reconocido cuando Él ha venido a ti en forma de dolor?

      ¿Reconociste su voz cuando te habló en medio de la incertidumbre, de la duda, o incluso en la oscuridad?

      Cuando los vientos se trasforman en tempestades muchas veces nos quedamos escuchando la tempestad pero ignorando la voz del que nos habla a través de ella. Y no sabemos qué hacer o incluso preguntamos: Señor, ¿ya no me hablas? ¿Ya no me escuchas? Y Él nos está hablando pero no reconocemos su voz en medio de la tormenta. O solo queremos que nos conteste como nosotros lo anhelamos y no de otra manera. Dios está hablando en estos tiempos y lo está haciendo lo suficientemente fuerte y claro como para que lo ignoremos.

      Pedro, por ejemplo, le dijo a Jesús en medio de la tormenta: Señor, si eres tú, manda que camine sobre las aguas.

      ¿No hubiera sido mejor haberle dicho: Señor, si eres tú, manda que se acabe esta tormenta ahora mismo?

      Claro, Pedro es Pedro. Pero nosotros nos acercaríamos diciendo: Señor, si de verdad me amas, manda que consiga trabajo este próximo lunes sin falta.

      Señor, si eres tú, manda ahora mismo que se detenga este virus.

      Pero Pedro no le pregunta solo por una señal visible de poder, sino por una señal ineludible de su presencia, esto es diferente.

      Dios sigue demostrando quién es Él.

      ¿Cómo vas a saber que Él te puede proteger en la tormenta si nunca has estado en una de ellas?

      ¿Cómo vas a saber si Él es tu proveedor si nunca te ha faltado nada?

      ¿Cómo vas a saber que Él es tu sanador si nunca has tenido un dolor? ¿Cómo lo vas a saber?

      Los sobrevivientes de esta situación vamos a poder relatar a las futuras generaciones que pasamos por momentos críticos, que estuvimos encerrados en nuestras casas sin poder salir, que la gente tenía temor de contagiarse, que la gente se agolpaba en los supermercados llenos de desespero, que los hospitales no daban abasto y que en Italia los camiones del ejército llevaban los cadáveres por montones.

      Si, podremos contar eso. Pero también tendremos que contar que hubo Alguien que nos protegió, que hubo Alguien que no nos dejó solos, que hubo Alguien que nos ayudó a pasar por estos tiempos de tormenta. Podremos decirle al mundo que Jesús estuvo con nosotros todos los días, en cumplimiento de su promesa, y que pudimos sobrevivir por su gran poder y misericordia sobre nosotros. Él nos está dando una señal ineludible de su Presencia.

      Sí, empecé este capítulo diciendo que si hace algunos meses hubieras escuchado estas noticias de hoy en día no las hubieras creído.

      Pero resulta que hace veinte siglos recibimos noticias del cielo que aún muchos no han creído.

      Escucha lo que dice Jesús en Lucas 12: 4-7 y créelo hoy más que nunca:

      “Más os digo, amigos míos: No temáis a los que matan el cuerpo, y después nada más pueden hacer. Pero os enseñaré a quien debéis temer. Temed a aquel que después de haber quitado la vida, tiene poder de echar en el infierno; sí, os digo: a este temed. ¿No se venden cinco pajarillos por dos cuartos? Con todo, ni uno de ellos está olvidado por Dios. Pues aun los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis, pues más valéis vosotros que muchos pajarillos.”

      También el mismo Señor Jesucristo dice un poco más adelante, capítulo 12: 32: “no temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino.”

      Aun en las tempestades los hijos de Dios tienen una palabra de aliento. Aun cuando las cosas no parecen muy buenas, los hijos de Dios se levantan para pronunciar palabras dadas por el Maestro para cada ocasión. Cuando muchos se rinden, los hijos de Dios se levantan. Cuando muchos pierden la dirección, los hijos de Dios saben cómo llegar a buen puerto.

      Aquí hay una respuesta para el mundo.

      Es verdad que has estado encerrado en tu casa y a lo mejor hasta el empleo has perdido, o al menos te han dicho que no puedes ir a trabajar por un tiempo.

      Es verdad que las noticias se suceden tan rápidamente que por momentos mejor deseamos apagar los televisores, los computadores o las radios porque nos abruman.

      Pero no podemos olvidarnos de quiénes somos.

      Quizás por escuchar solo las noticias del mundo podemos olvidarnos de escuchar las noticias del cielo. Desde allí Dios sigue hablando a nuestras vidas con las mismas palabras que siempre nos ha repetido: No temas.

      Estos tiempos exigen una respuesta clara de parte de la gente de fe. Como iglesia obedecemos y nos sometemos a las ordenanzas de las autoridades, pero también nos mantenemos en el lugar de confianza en el cual Dios nos ha puesto bajo su amparo y abrigo.

      Necesitamos saber cómo responder en tiempos de crisis. Somos el pueblo de Dios.

      Aun en medio de las peores tempestades es posible encontrar a Dios.

      Es posible que en este mundo materialista alguien quiera solo preservar sus bienes sin importar los seres humanos que son afectados. Hay muchos que harían lo que fuera para alcanzar algo material sin importar si tienen que pasar por encima de cualquier persona.

      ¿Y qué tal si lo pierdes todo?, preguntaría el Señor. ¿Aun así me seguirías? ¿Aun así me amarías? Si te quedaras en bancarrota, si perdieras todos tus bienes, si dejaras de tener aquello que representa tu seguridad, ¿aun así te mantendrías fiel a mí?

      Qué importante sacar tu fe de lo que crees que te da seguridad. Porque a lo mejor piensas que eres una persona de fe pero tu fe está puesta en el dinero que tienes en el banco, en el trabajo que tienes, en las personas que te rodean, en la salud que mantienes.

      Pero, ¿y si se pierden? ¿Y si no te queda nada? ¿Aun así seguirás teniendo fe?

      Hay un virus peor que el que está pasando actualmente. Es el virus del temor.

      Indudablemente