Hoy camino con Dios. Carolina Ramos. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Carolina Ramos
Издательство: Bookwire
Серия: Lecturas devocionales
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789877982909
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valía la pena golpear la puerta a esa hora, ya que lo más probable era que no hubiese nadie o que estuviesen durmiendo. Pero golpeé de todas formas.

      La puerta se abrió lentamente y, apenas lo vi, me di cuenta de que ese hombre estaba ebrio. Me invitó a entrar, asegurándome que no me haría nada. Le agradecí amablemente, pero me mantuve en la puerta. No iba a poder hacer bien la presentación, pero decidí dejarle un libro misionero de regalo. De repente, salió un hombre desde otra habitación y aunque lo saludé, fue más un saludo de despedida que para iniciar una conversación. Se miraron, se rieron y continuaron insistiendo en que entrara. No era tan fácil irme… Si seguía caminando, lo iba a hacer sola por muchas cuadras y tranquilamente podían alcanzarme si se lo proponían. No había a quién llamar. Solo podía orar.

      En todo el tiempo que seguí viviendo en ese pueblo, no vi pasar ni un auto más por esa calle, pero ese día, en ese minuto en el que oraba, un auto blanco paró. Era una mujer que había visto una sola vez pero que, de forma “casual”, necesitaba decirme algo en ese momento.

      Con la excusa perfecta me alejé de los hombres para hablar con ella, aunque todavía sentía los dos pares de ojos clavados en mi espalda. “Sal de aquí inmediatamente. Esos tipos son peligrosos. Ya me atacaron un par de veces. Vete ya”, me dijo la mujer.

      Ella no era un ángel, pero sé que Dios la envió en ese momento, en respuesta inmediata a mi oración. ¿De qué tienes miedo hoy? Ora y recuerda que él responde nuestras oraciones, aún antes de que lo llamemos.

      “Así que, aunque expuesto al poder engañoso y a la continua malicia del príncipe de las tinieblas y en conflicto con todas las fuerzas del mal, el pueblo de Dios siempre tiene asegurada la protección de los ángeles del cielo” (La verdad acerca de los ángeles, p. 11).

      El regalo de Giuli

      “Mas yo esperaré siempre, y te alabaré más y más. Mi boca publicará tu justicia y tus hechos de salvación todo el día, aunque no sé su número” (Sal. 71:14, 15).

      “¡Mami!”, se quejó Giuli alzando los hombros, con cara de reproche al ver que lo que habían pactado con su mamá no se estaba cumpliendo según el plan. Y es que su mamá había olvidado el regalito que ella me había preparado con mucho cariño. Después de buscarlo, volvieron. Giuli golpeó la puerta, salí para recibirla y me entregó un pequeño paquetito, con una sonrisa tímida y triunfante a la vez.

      La clase anterior habíamos ido a tomar un helado, pero antes habíamos preparado un diálogo para practicar cómo preguntar el precio, pagar y agradecer. Como era parte de la clase, me hice cargo del gasto y las cuatro niñas disfrutaron mucho el momento al vivir una clase diferente.

      Y ahora tenía a Giuli parada frente a mí, con sus brillantes ojos negros, esperando ver mi reacción. Su regalo me conmovió.

      Había usado sus ahorros para pagar el heladito de la clase anterior y había envuelto muy cuidadosamente el dinero en un sobre improvisado de papel, que había rotulado con prolijidad.

      Por alguna razón, ella había sentido la necesidad de devolverme lo que le había regalado, aunque les había asegurado que no hacía falta. Pensé que en la clase les había enseñado algo, pero la lección finalmente me la estaba dando ella.

      ¡Qué hermoso sería si fuésemos más agradecidos, si diéramos alegremente parte de lo que tenemos para mostrar gratitud por las innumerables bendiciones que se nos otorgan desinteresadamente, si creyéramos como un deber y placer el hecho de demostrar gratitud de forma premeditada!

      Marco Tulio Cicerón dijo que “la gratitud no es solo la mayor de las virtudes, sino la madre de todas las demás”.

      Por otro lado, William Arthur Ward afirmó: “Si se siente gratitud y no se la expresa, es como envolver un regalo y no darlo”.

      Nunca podremos retribuir todo lo que Dios nos ha dado, pero a veces no hacemos ni siquiera un intento. La gratitud en sí puede ser uno de los mejores presentes que lleguemos a dar como criaturas.

      ¿Cómo podríamos hoy mostrar un gesto de gratitud hacia el Creador?

      ¿A quién podríamos hacer sonreír hoy con un gesto similar?

      Un amague de amor

      “Llegaron a la aldea adonde iban, y él hizo como que iba más lejos” (Luc. 24:28).

      Dos personajes que los lectores de los evangelios probablemente no identificamos con los seguidores habituales de Jesús en las narraciones previas recorrían los doce kilómetros entre Emaús y Jerusalén.

      Hay muchas similitudes en la historia de estos personajes y la nuestra. Muchas veces caminamos tristes, con ojos cargados de lágrimas y manos cargadas de decepción. Muchas veces no somos los protagonistas de grandes eventos que quedan registrados.

      Parecemos, como estos hombres, personajes secundarios. Pero siempre hay “doce kilómetros” que Dios puede usar para despertarnos y recordarnos las verdades que están en su Palabra.

      Cada día, él se dispone a hacer esa caminata con nosotros, incluso cuando, como aquellos discípulos, caminamos alejándonos de él. Nos hace preguntas para que reflexionemos y nos demos cuenta de que aquel que estamos esperando está en realidad a nuestro lado.

      Con nuestras palabras, muchas veces, sin darnos cuenta, damos evidencia de que realmente las cosas se están cumpliendo como debían cumplirse, y aun así permanecemos sorprendidos y chasqueados como si no conociéramos a nuestro Salvador.

      Estos hombres habían escuchado el testimonio de las mujeres que habían ido al sepulcro, pero nada parecía alcanzar.

      ¿Hasta dónde le exigimos evidencias a nuestra razón?

      Jesús, con amor pero firmeza en su voz, los reprendió, y más adelante amagó con irse.

      “Si los discípulos no hubiesen insistido en su invitación, no habrían sabido que su compañero de viaje era el Señor resucitado. Cristo nunca impone su compañía a nadie. Se interesa en quienes lo necesitan. Gustosamente entrará en el hogar más humilde y alegrará el corazón más sencillo. Pero si los hombres son demasiado indiferentes para pensar en el Huésped celestial o pedirle que more con ellos, pasa de largo. Así muchos sufren una gran pérdida. No conocen a Cristo más de lo que lo conocieron los discípulos mientras caminaban con él por el camino” (El Deseado de todas las gentes, p. 741).

      Hoy nos da doce kilómetros para que en su presencia podamos recordar quién es, para que nuestro corazón arda, para que lo invitemos a permanecer con nosotros un rato más y luego salgamos corriendo, sin importar las distancias, a contar que él está vivo. No demos ocasión a que pase de largo.

      Hijo de paz

      “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16).

      Hace más de cincuenta años, Don y Carol Richardson llegaron a Papúa, la región noroccidental de Papúa Nueva Guinea. Eran un matrimonio misionero, que llegaba con su hijo de siete meses.

      Carol era enfermera y atendía a las personas de la tribu que estaba ahí, los sawi, conocidos por ser caníbales y cazadores de cabezas. Les enseñaron higiene y reglas básicas de cuidado de la salud.

      Cuando Don logró aprender el idioma, comenzó a contarles la historia de Jesús, pero quedó sorprendido al ver su reacción al hablarles de Judas. Acostumbrados a ufanarse de ser una tribu muy traicionera, que por medio de sus artimañas lograba engañar a sus enemigos para después comerlos, vieron a Judas como el héroe.

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