Hoy camino con Dios. Carolina Ramos. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Carolina Ramos
Издательство: Bookwire
Серия: Lecturas devocionales
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789877982909
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darle un libro!

      Jesús se acercaba a las personas buscando hacerles el bien. Satisfacía sus necesidades inmediatas porque conocía su condición (El ministerio de curación, p. 92).

      No sé si alguna vez te pasó como a mí, que con buenas intenciones te saltaste pasos importantes, pero Dios nos vuelve a dar oportunidades para compartir su amor. No sé con quién nos vamos a encontrar hoy, pero ojalá sigamos el método de Jesús.

      Te invito a leer todo el capítulo de Isaías 58, y a meditar en esta cita de Elena de White, en El ministerio de la bondad: “Con la labor de defender los mandamientos de Dios y reparar las brechas que se han hecho a la ley de Dios, debemos mezclar la compasión por la humanidad doliente. Hemos de mostrar el supremo amor de Dios. Hemos de exaltar su monumento conmemorativo, el cual ha sido hollado por pies sacrílegos. Y con esto hemos de manifestar misericordia, benevolencia y la más tierna piedad por la raza caída. [...] El amor revelado hacia la humanidad doliente da significado y poder a la verdad” (pp. 35, 36).

      ¡Trágame, tierra!

      “Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno” (Efe. 3:6).

      ¿Alguna vez dijiste algo e inmediatamente tuviste ganas de que te tragara la tierra?

      Cierta vez hice un comentario del que hasta ahora me avergüenzo. Estábamos trabajando en una comunidad en Brasil y uno de mis amigos me escuchó decir algo negativo e inapropiado. Me reprendió. Él tenía razón, así que tragué mi orgullo y usé esa oportunidad para grabar la importante lección. Por eso, en mi Biblia, al lado de este texto, coloqué las letras BR, para no olvidar nunca esa verdad que tenía que tener presente siempre, pues lucho mucho con lo que se me escapa al hablar y también con algunos temas de conversación que sé que no debería alimentar. Ese episodio quedó entre mi amigo y yo. Pero ¿cuántas veces nuestro descuido enciende fuegos muy difíciles de apagar? ¿Cuánto daño hacemos al hablar sin pensar?

      “¡Cuán cuidadosos debiéramos ser, para que nuestras palabras y actos estén en armonía con las sagradas verdades que Dios nos ha encomendado! [...] Cuando se asocien entre sí, pongan guardia a sus palabras. Que su conversación sea de tal naturaleza, que no tengan necesidad de arrepentirse de ella” (La voz: su educación y uso correcto, p. 118).

      “Pocos se dan cuenta, de que ahuyentan al Espíritu de Dios con sus pensamientos y sentimientos egoístas, y su conversación necia y frívola. [...] La pureza en la conversación y la verdadera cortesía cristiana, deberían practicarse constantemente” (ibíd., pp. 118, 119).

      Hoy, conscientemente, midamos nuestras palabras. Seamos agentes de bendición con ellas y, si podemos, apaguemos los “fuegos” también.

      Podemos ser combustible que alimente las llamas, o agua que las apague. Para esto, se requiere un examen cuidadoso no solo de conciencia, sino de todo lo que compartimos en las redes, lo que comentamos en las fotos u otras publicaciones, lo que fomentamos con esas acciones, e incluso a quiénes seguimos.

      Hoy decimos más con nuestra conducta en las redes que con comentarios verbales, cara a cara. Aunque ciertas interacciones se estén perdiendo por el protagonismo que gana el mundo virtual, debemos cuidar nuestra lengua y también los teclados de nuestros dispositivos. Pero Dios promete darnos sabiduría y control, para que ese elemento sea usado con poder a favor del bien.

      La alegoría de los emoticonos

      “El corazón me dice: ‘¡Busca mi rostro!’ Y yo, SEÑOR, tu rostro busco” (Sal. 27:8, NVI).

      Hoy en día los emoticonos son muy populares. Por medio de ellos se transmite mucho. Cuanto más conocemos a nuestros amigos, más posible nos resulta imaginárnoslos haciendo las mismas caras o expresiones que los emoticonos reflejan, y en cierta forma eso facilita la conversación y nos permite entender mejor las intenciones que los acompañan. Pero ¿cuántas veces somos conscientes de la forma en que Dios nos ve? ¿Realmente es un amigo tan cercano como para poder imaginarnos qué piensa o siente con nuestra conducta? ¿Lo conocemos lo suficiente como para identificar a qué se refiere con algunas de sus señales o mensajes?

      El Dr. Jiri Moskala, en uno de sus artículos, habla acerca de la importancia de pasar tiempo con Dios para reflejarlo mejor.

      Jacob, antes de encontrarse con Esaú, después de tantos años de separación, tenía miedo. Había organizado estratégicamente una secuencia de entrega de regalos para apaciguar la ira justificada de su hermano.

      Luego luchó toda la noche con Dios, hasta recibir su bendición y un nombre nuevo. Fue ahí que dijo: “Vi a Dios cara a cara, y fue librada mi alma” (Gén. 32:30).

      Cuando Jacob ve que Esaú se acerca con sus hombres, se inclina hasta llegar a su hermano, pero Esaú viene corriendo, lo abraza, lo besa y lloran juntos (algo muy poco probable dadas las circunstancias y las características de su discordia).

      Jacob le dice: “Si he hallado ahora gracia en tus ojos, acepta mi presente, porque he visto tu rostro, como si hubiera visto el rostro de Dios...” (Gén. 33:10).

      Ahí encontramos el secreto de esa interacción tan pacífica y sanadora: cuando hemos pasado tiempo con Dios, es más fácil ver a los demás (y que nos vean) de una manera distinta.

      Cuanto más lo conocemos, más fácil es imaginar qué hay detrás de sus “guiños” aparentemente incomprensibles.

      Cuando hemos visto las diferentes facetas de su amor, es más fácil buscar la forma de reproducirlas.

      No sé cuál es tu relación con Dios, si hay comunicación fluida o no. Tampoco sé si tuviste alguna lucha personal con él. Pero si hoy buscamos su rostro, con reverencia, sin temor, sin distracción, como nos invita a hacerlo el salmista, nuestra comunicación mejorará significativamente. Y así como él ya conoce perfectamente nuestras expresiones, podremos conocerlo mejor también.

      La pregunta del estanque de Betesda

      “Cuando Jesús lo vio acostado, y supo que llevaba ya mucho tiempo así, le dijo: ¿Quieres ser sano?” (Juan 5:6).

      ¿Conoces a alguien que haya acarreado cuarenta años una enfermedad? La Biblia nos habla de un hombre así; un hombre acostumbrado al dolor y a la indiferencia. Tan acostumbrado estaba, que cuando Jesús ese sábado le preguntó: “¿Quieres ser sano?,” él ni siquiera expresó su voluntad. Solo presentó datos acerca de su realidad. Parecía resignado. “Sus esfuerzos perseverantes hacia su único objeto, y su ansiedad y continua desilusión, estaban agotando rápidamente el resto de su fuerza” (El Deseado de todas las gentes, p. 172).

      A veces, nosotros también respondemos de memoria, demostrando un entumecimiento emocional y espiritual que no nos permite reconocer que Jesús se ha acercado para hacernos una pregunta simple pero profunda.

      Contamos nuestra historia separados de lo que verdaderamente queremos y anhelamos, resignados a nuestra realidad actual, incapaces de ver a quien tenemos delante.

      A veces, también nos sentimos ansiosos, desilusionados y sin fuerzas. Pero Jesús está listo para sanarnos y transformarnos.

      No permitamos que nuestra vida funcione en piloto automático; que las rutinas, las costumbres y los hábitos en todos los ámbitos sean un reflejo de una parálisis similar a la que vivía este hombre.

      Quizá nos hemos desconectado de nuestro anhelo de ver a Jesús volver. Quizás olvidamos que, como aquel sábado de tarde, él se acerca para hacernos la pregunta más obvia, esa que quizá no estamos listos para responder.