No tocan los sándwiches.
El Judío pasa de un hombre a otro. El Judío presenta un hombre a otro…
Fred, este es Don. Don, este es Fred. Fred es de Pye Hill. Don es de Manton. Fred, este es Jimmy. Jimmy, este es Fred. Fred es de Pye Hill. Jimmy es de Lea Hall…
Jimmy, este es…
La conexión de la amistad.
Forman grupitos. Se quedan en los rincones. Beben como cosacos…
No tocan los sándwiches.
Susurran sobre esta sección y la otra. Se tapan la boca con las manos para hablar de esta secretaria y la otra. Murmuran sobre este abogado. El otro…
Se quedan en los rincones y hablan del bien y el mal. Beben como cosacos…
No tocan los sándwiches.
Son el Comité de Mineros de Nottingham…
El Comité Secreto de Mineros en Activo de Nottingham.
Terry llamó a Clive Cook desde un teléfono público. Terry habló en clave. Terry concertó la cita…
Amanecer. Estación de servicio de Woolley Edge.
Terry llegó pronto. Clive llegó tarde…
Clive bajó del coche. Clive llevaba gafas de sol. Clive cruzó el aparcamiento…
—No creo que pueda aguantar mucho más, camarada —dijo Clive.
—Sube —dijo Terry—. Puede que no sea necesario.
Terry condujo por carreteras y caminos angostos. Terry condujo hasta Bretton Park…
Se sentaron junto al lago.
—Bill Reed me ha llamado —anunció Terry.
—Qué desagradable para ti —comentó Clive.
Terry agarró a Clive por la chaqueta.
—Más bien para ti, camarada —lo corrigió Terry.
—¿Qué? —dijo Clive—. ¿De qué habéis hablado?
Terry atrajo a Clive hacia sí.
—Bill dice que eres de la Sección Especial —susurró Terry.
Clive apartó a Terry de un empujón. Clive intentó propinar un puñetazo a Terry. Clive no le dio…
—¡Vete a la mierda! —gritó Clive—. ¡Por haberme metido en esto, Winters!
Terry sacudió la cabeza.
—Solo te cuento lo que Bill me ha dicho.
—Le crees —chilló Clive—. ¡Hay que joderse, le crees! Hay que joderse…
Terry se acercó a Clive. Terry abrazó a Clive.
—Solo he hecho lo que tú me dijiste que hiciera —dijo Clive sollozando—. Nada más.
Terry estrechó fuerte a Clive.
—Lo sé, camarada —dijo Terry—. Lo sé…
—Y ahora estoy acabado —confesó Clive llorando—. Por tu culpa y por culpa de ese borracho de mierda.
Terry abrazó a Clive.
—Hablaré con el presidente por ti —dijo Terry.
Levantan pesas. Corren. Se ejercitan en la lucha. Se duchan. Los jefes los meten en sus celdas. Sus equipos. Los jefes les dan fotografías. Mapas. Los jefazos les dan instrucciones. Uniformes. Los equipos se ponen sus nuevos monos. Se sientan en sus camas. Hacen crujir los nudillos. Aprietan los dientes…
Los jefes les dan pastillas. Los jefes les hacen esperar.
Las Transit llegan cuando se pone el sol. Diez. Las puertas traseras se abren…
Los equipos suben a las furgonetas. Se sientan en la parte trasera con los cascos puestos…
Beben. Escuchan música: Ace of Spades a todo volumen.
La Transit que lleva al Mecánico y su equipo para. Las puertas se abren…
El Mecánico y sus hombres bajan. Van andando al centro de la ciudad. Llegan al Robin Hood. Se quedan fuera. Aprietan los dientes…
Y esperan.
Sus objetivos salen. Son fáciles de distinguir con las chapas puestas. Las pegatinas…
Esos mineros en huelga también han tomado unas copas.
—¿Adónde vais? —les pregunta el Mecánico.
—A casa —le contestan los huelguistas.
El Mecánico y sus hombres se apartan.
Los huelguistas enfilan la calle.
El Mecánico y sus hombres los siguen.
Un huelguista que va detrás está muy borracho.
El Mecánico lo alcanza. Lo empuja. Le hace tropezar…
Le da una colleja.
El huelguista borracho se detiene.
El Mecánico lo agarra. Se lo lanza al Miembro del Equipo A…
A se lo empuja a B. B se lo empuja a C. C se lo devuelve al Mecánico…
El Mecánico y sus hombres ríen. El Mecánico vuelve a lanzárselo a A.
El resto de los huelguistas observan. Uno de ellos vuelve por la calle…
—Soltadlo, por favor —dice—. No ha hecho nada. Solo está borracho.
El Mecánico arranca la pegatina amarilla del jersey de ese hombre. Dobla la pegatina amarilla…
El minero en huelga se queda quieto. Observa al Mecánico.
El Mecánico agarra la cabeza al huelguista. El pelo. Tuerce la cabeza al huelguista…
El Mecánico le mete la pegatina amarilla por un agujero de la nariz.
El resto de los huelguistas vuelven en tromba por la calle…
El Mecánico y sus hombres tienen las porras fuera…
Preparadas.
Terry miró por la ventana del hotel. Terry sacudió la cabeza. Terry dijo:
—Me siento fatal.
—¿Por qué? —preguntó Diane—. Por lo que me has dicho, has hecho lo correcto.
—Pero Bill Reed confiaba en mí —repuso Terry—. Y yo fui a ver al presidente a sus espaldas.
—Enhorabuena —dijo Diane riendo—. Tenía que saberlo. Tenías que decírselo.
Terry estrujó la toalla.
—Ahora Bill Reed me la tendrá jurada —declaró Terry.
—Te preocupas demasiado —comentó Diane—. Es un viejo borracho. Anda, vuelve a la cama.
—Pero él es uno de los amigos más viejos y más íntimos del presidente —insistió Terry.
—No cambiarás nunca, ¿verdad? —dijo Diane riendo—. Anda, por favor. Vuelve a la cama.
Don Colby está sentado en la parte trasera del Mercedes aparcado enfrente de la mina de carbón de Manton. Don está nervioso. Don está asustado. Es un cobarde. Don quiere abandonar. Don mira al Judío. Don niega con la cabeza.
—No tengo las cifras —dice Don.
—Ya lo sé —asiente el Judío sonriendo—. Pero los hombres de Manton están asustados. Intimidados. Lo importante no es la victoria. Lo importante es la lucha.