–Se lo están pasando muy bien con sus primas –le dijo.
–Me alegro. ¿Les gusta el nuevo colegio?
–Sí, en general, sí. ¿Cuándo vuelves a Estados Unidos?
–Me parece que no va a ser hasta mediados de enero.
–Ah, ¿es que tienes más conciertos, o…?
–No, es que tengo que ocuparme de la promoción ahora que estoy al otro lado del charco.
–Ah, claro. La promoción es importante.
Hubo una breve pausa, y se arrepintió de haberlo dicho en un tono tan mecánico y poco sincero.
–¿Lo dices con sarcasmo? –le pregunto Axel.
Ella carraspeó.
–No, en absoluto. Es solo que…, como Navidad es dentro de dos semanas…, estaba pensando en que Everly y Piper se pondrían muy contentas si llegaras antes de lo que habías planeado, y no más tarde.
–Ojalá pudiera, pero no tiene sentido estar volando de un lado a otro. Los viajes me están matando. Ya sabes lo nervioso que me pone volar. Para venir aquí tuve que tomarme un Xanax.
Era difícil sentir empatía. Estaba entumecida y, cuando el entumecimiento cesaba, sentía tanto dolor que lo echaba de menos.
–Se lo diré. Les diré que volverás lo antes que puedas.
–Te lo agradezco. Mira, te voy a hacer una transferencia a tu cuenta para que les compres los regalos de Navidad de mi parte.
Ella se miró al espejo que había sobre la cómoda. Vio sus propias ojeras, su cara demacrada.
–¿Qué quieres que les compre?
–Lo que pidan.
Él no sabía lo que querían sus hijas, y no parecía que le importara demasiado.
–De acuerdo.
–Ah, y a mi madre le gustaría ver a las niñas. Me ha preguntado cuándo vas a volver a Colorado.
Entonces, ¿él había llamado primero a su madre? Harper sabía que ella tampoco estaba muy contenta con el divorcio, pero, tal vez, fuera mejor actriz.
–Todavía no lo sé.
–Bueno, pues, entonces, ¿podrías llamarla? Que hable con las niñas un rato. Creo que no se esperaba que estuvieras fuera tanto tiempo.
–Claro –dijo ella a duras penas.
Karoline llamó a la puerta.
–¿Harper? ¿Por qué tardas tanto? Casi hemos terminado de desayunar.
–¡Ahora mismo voy! –gritó Harper. Después, le dijo a Axel–: Tengo que colgar. O…, si tienes un segundo, iré a avisar a las niñas.
–No, ahora, no. Tendré que llamar después. Llego tarde a una reunión con el coordinador de redes sociales.
Ella tuvo que morderse la lengua para no decirle que sus hijas eran más importantes que el coordinador de redes sociales.
–De acuerdo –respondió.
Aquel no era el mismo hombre con el que se había casado. El Axel del pasado siempre hubiera puesto a su familia por delante. Aquel hombre solo era un extraño preocupado que no las conocía bien, ni a ella ni a sus hijas, y a quien no le importaban.
Karoline volvió a llamar a la puerta y abrió.
–¿Harper?
Harper se despidió rápidamente y colgó. Se giró hacia su hermana, y le dijo:
–Lo siento, me he entretenido. Ya voy.
Karoline frunció el ceño.
–Era él, ¿verdad?
Harper vaciló, pero, al final, asintió.
–¿Y qué te ha dicho?
–Que va a transferirme dinero a la cuenta para que les compre unos regalos a las niñas.
–¿De su parte?
–Sí.
–Qué detalle.
Harper pasó por alto el sarcasmo. Ya tenía suficiente con la conversación que acababa de mantener con Axel.
–Vamos a desayunar.
Karoline la tomó del brazo cuando ella intentó salir de la habitación.
–Estaba pensando en llevar a las niñas a Los Ángeles.
–¿A tus niñas?
–Y a las tuyas.
–¿Para qué?
–A Disneyland.
–¿Cuándo?
–Hoy.
–Pero… ¡si el viaje a Orange County dura dos horas! Cuando lleguemos, ya se habrá pasado la mitad del día.
–No iríamos a Disneyland hasta mañana. De hecho, puede que esperemos hasta el lunes. Habrá menos gente.
–Entonces, ¿por qué quieres salir hoy?
–¿Y por qué no? La última vez que fuimos de viaje todos juntos fue en junio.
–Ah, así que la idea es quedarse. ¿Cuántos días?
–Cinco o seis días. Una semana. Podríamos ir también al zoo de San Diego, a La Brea Tar Pits, de compras a Rodeo Drive… Hay muchas cosas que hacer.
–Pues voy a hacer la maleta.
Su hermana la miró significativamente.
–Solo tienes que hacer la maleta si quieres venir con nosotros.
Harper la miró con asombro.
–¿Qué quieres decir?
–Terrance tiene vacaciones, así que es un buen momento para nosotros –respondió su hermana–. Queremos llevarnos a Everly y a Piper sin ti, y que tengas la oportunidad de recuperarte. Me da la sensación de que te va a venir muy bien.
La idea de quedarse sola, de poder pasar unos días sin tener que estar fingiendo delante de las niñas todo el tiempo que las cosas iban perfectamente, era toda una tentación.
–¿Seguro que no pasaría nada? –le preguntó a su hermana.
Parecía que su hermana sí estaba muy segura.
–Claro que no. Nos encantaría que tuvieran buenos recuerdos con sus tíos Karoline y Terrance, y con sus primas.
Axel podía estar fuera semanas enteras, perderse cumpleaños y fiestas, pero no se sentía culpable. Y ella no era capaz de faltar a unas vacaciones de unos cuantos días en Disneyland sin tener la sensación de que les estaba fallando a sus hijas.
–¿Y no debería ser yo también parte de esos recuerdos?
–Tú deberías recuperarte mientras ellas están felices de vacaciones con nosotros.
A Harper se le formó un nudo en la garganta.
–Lo estoy intentando. Lo sabes, ¿no?
–Sí, lo sé –dijo Karoline, suavemente–. Y lo vas a conseguir, te lo prometo.
Harper asintió, aunque no estaba convencida del todo. Estaba demasiado herida.
–A propósito, ¿cuándo vuelve Axel? –le preguntó Karoline.
–Dentro de varias semanas.
–Piper cree que su padre va a darles una sorpresa para Navidad. Es lo que le ha pedido a Papá Noel. Me lo ha dicho varias veces.
Harper