Tobias se agachó delante de él.
–Uriah…
Entonces, el anciano miró a Tobias.
–Soy demasiado viejo para esto.
Tobias quería darle la razón, pero sabía que Uriah debía de estar sufriendo mucho. Maddox y él sentían lo mismo con respecto a su madre. Deberían haberla sacado de sus vidas hacía mucho, pero la familia era la familia, así que seguían intentando que ella cambiara y mejorara.
Le agarró suavemente el brazo a Uriah.
–¿Vas a estar bien?
–Creo que sí.
–¿Me vas a llamar cuando vuelva?
Por fin, Uriah tomó el paquete de hielo.
–¿Para qué?
–Me gustaría hablar con él, aclararle unas cuantas cosas.
Uriah recuperó un poco del sentido del humor y sonrió con ironía.
–Vaya, eso suena como si quisieras amenazarlo.
Tobias sonrió mientras se incorporaba.
–Exacto. Tiene que saber que lo va a pagar caro si vuelve a hacerte daño.
Uriah se puso serio.
–¿Por qué la gente hace las cosas que hace?
Tobias cabeceó.
–Ojalá lo supiera.
–¿Tobias? –preguntó una mujer.
Era Harper. Él había dejado la puerta de la cocina abierta de par en par, y ella había entrado por la parte trasera.
–¡Estamos aquí!
Ella apareció en la puerta del salón.
–¿Va todo bien? –preguntó, con el ceño fruncido.
Él se puso en jarras y miró alternativamente a Uriah y a Harper.
–Por ahora –dijo.
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