Zahorí II. Revelaciones. Camila Valenzuela. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Camila Valenzuela
Издательство: Bookwire
Серия: Zahorí
Жанр произведения: Книги для детей: прочее
Год издания: 0
isbn: 9789563634037
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a sus hermanas porque llegó al poco tiempo, en una lluviosa tarde de 1297. El rito para recibirla fue exactamente igual al de las otras tres, sin embargo –y al contrario de lo que Bahee y sus parteras creían– fue el nacimiento más doloroso. Tiempo atrás habían pensado que la niña de fuego sería quien más sufrimiento infligiría a la madre, pero se equivocaron, porque mientras ese parto resultó similar al de Talamh y Aer, este terminó en un baño de sangre. Bahee se desvaneció luego de que la hija del agua saliera de su vientre y, si no hubiera sido por los cuidados de las matronas y las pociones curativas de Kene, probablemente habría muerto. Todo su clan sabía lo que eso significaba: sería ella, la menor, quien más tristezas provocaría, y solo entonces su gente se preguntó si esas cuatro niñas habían sido una bendición de los dioses o la maldición que marcaría generaciones completas.

      Ya recuperada, Bahee volvió a abrir los ojos. Frente a ella vio a sus cuatro niñas, las mismas que había augurado años atrás, en un sueño de luna nueva. Talamh y Aer jugaban en el centro de la casa, mientras Kene cuidaba de Dóiteáin y Uisce3. Cuando Kene advirtió que Bahee estaba de vuelta, se acercó a ella y le entregó a la menor de las niñas. Bahee le mostró una sonrisa llena de amor e incertidumbre. Antes de que pudiera decirle a Kene que había llegado el momento de darles un nombre para que su magia natural aflorara del modo más benéfico posible, él se adelantó y le dijo que ya todo estaba listo: apenas llegara la primera hora del día siguiente las ungirían con la lluvia de protección.

      Esta vez, la ceremonia de bienvenida no la realizarían en torno al fogón central; porque querían que las niñas fueran bendecidas bajo el símbolo que aunaba los cuatro elementos: el árbol. Así, cuando la luna estuvo en lo más alto del cielo y el nuevo día comenzaba, los integrantes del clan se internaron en el bosque para dirigirse al gran roble, uno de los árboles sagrados que veneraban con devoción. Talamh y Aer ya caminaban, así que cada una tomó la mano de su padre mientras que Bahee llevó en sus brazos a Dóiteáin y una de sus parteras cargó a Uisce. Caminaron con parsimonia, sin apuro alguno. Cada paso era parte del rito y, por lo mismo, debían darlos con suma conciencia. Todas las energías del clan conducían hacia las cuatro pequeñas que, en su conexión innata con la Madre Tierra, entendían la importancia de aquel momento.

      El bosque apenas emitía sonidos. Los pájaros habían emigrado meses atrás y los demás animales e insectos tendían a huir del frío. Solo la niebla se hizo presente esa noche; sabían lo que eso significaba: los seres del Otro Mundo estaban ahí, con ellos. Una vez que llegaron al gran roble, los integrantes del clan se colocaron, uno a uno, a su alrededor. Kene soltó las manos de sus dos hijas mayores para que tomaran lugar al centro de la multitud; Bahee, por su parte, dejó a las dos menores al lado de sus hermanas, sobre una pequeña cama urdida con mimbre y hierbas frescas. En el altar de piedra colocaron un pocillo con agua y una vela blanca cuya llama ardía impetuosa. Kene tomó el recipiente, lo levantó hacia la luna que se perdía en la niebla y habló para invocar a los dioses:

      Bless an uisce, oh déithe.

      Arianrhod, bandia an chinniúint agus a thionscnamh

      iad le do a chosaint le do chlóca.

      Dana, bandia máthair,

      uisce as an spéir agus cruthaitheoir na sol

      anoints do benevolence.

      Ogmios, dia na filíochta agus eloquence

      mhúineadh dóibh chun cumarsáid

      gan fuath nó rancor.4

      Bahee sacó cuatro hojas del gran roble, partió cada una en tres y las arrojó dentro del pocillo mientras decía:

      Tá mo cailíní, do iníonacha.

      Sa talamh doirteal do fréamhacha

      breathe an aer, le do duilleoga,

      ar thine na gréine is féidir leat teacht ar an solas

      tá uisce, do bhia.

      Tá mo cailíní, do iníonacha.5

      Cuando las hojas del roble estuvieron divididas y dentro del recipiente, Kene se dirigió a la mayor de las niñas, dejó que sus dedos índice y anular sacaran un poco de agua, y la ungió tres veces sobre la coronilla.

      Ó a chruthú a scrios,

      ó a scrios agus a cruthú,

      tá tú Aïne, iníon de talamh

      beidh tú glóir agus onóir a thabhairt di.6

      Hizo lo mismo con cada una de las niñas, quienes recibieron su nombre, protección y bienvenida en las tres gotas de agua que sentían caer encima:

      Ó a chruthú a scrios,

      ó a scrios a cruthú,

      tá tú Sile, iníon de aer

      tá ceol íon agus do ghrásta.

      Ó a chruthú a scrios,

      ó a scrios a cruthú,

      tá tú Ciara, iníon de dóiteáin

      beag dorcha-haired

      cruthaitheacha, riamh, millteach.

      Ó a chruthú a scrios,

      ó a scrios agus cruthú,

      tá tú Máira, iníon de uisce

      bean na farraige, calma agus anfa.7

      Cuando Kene dejó caer la última gota de agua sobre la menor de las hermanas, el clan fue testigo de la primera manifestación de sus poderes: en la frente de cada niña apareció trazado un círculo de luz. El de Aïne fue verde; el de Síle, blanco; el de Ciara, rojo y el de Máira, azul. La niebla desapareció y la luna brilló en lo alto del cielo. Bahee las giró para que quedaran de cara a su pueblo y habló en voz alta para que todos pudieran escucharla:

      “Anseo, daoine daor, tá daoine daor, an bunaidh: Domhan, Aeir, Dóiteáin agus Uisce i os comhair tú. Beidh siad a threorú agus a chosaint. Beidh chinn siad le fáil ar an oidhreacht eiliminteach. Ag tosú lá atá inniu ann, is féidir gach roghnaigh ceann de ar cheann de cheithre cosáin. Ceithre gnéithe, ceithre clans. Beidh an ghealach finné do rogha”.8

      Uno a uno, cada integrante del clan llevó a cabo su opción. Se acercaron de forma individual a la niña que encarnaba el elemento del cual querían formar parte, siendo la división casi equitativa, a excepción del clan de agua: el pueblo sabía que Máira había sido mal presagiada y no querían que su descendencia corriera la misma suerte. Sin embargo, ni Kene ni Bahee refutaron dicha elección. Su gente era libre. Ahora más que nunca.

      Las lunas se sucedieron una a otra, las niñas y los clanes crecieron con ellas. Los padres las criaron con amor y conciencia, en especial a las dos menores, Ciara y Máira, cuyos destinos se veían trazados por una suerte distinta al de Aïne y Síle. Por eso, las mayores adquirieron una independencia y confianza distinta a las otras dos. Aïne se movía con libertad por los bosques usando como única brújula su voz interna. Al mismo tiempo, y a pesar de su corta edad, se mostraba protectora con su clan. Donde fuera irradiaba su luz, iluminando los caminos sombríos y ocultos. Era una con la Madre Tierra y se notaba completa en sí, no a través de los otros. Si ya era una guardiana de su círculo interno, todos sabían que en un futuro sería quien sostendría la fuerza de la tradición y el hogar. Sin embargo, lo que nadie adivinaba, era el costo que ello acarrearía.

      Síle era una buscadora. Había heredado, de forma innata, la curiosidad druida de sus padres. Le gustaba investigar el arte de las plantas y los movimientos de los astros, y no temía acercarse al mundo subterráneo. Había algo de luz y oscuridad en ella, como la suave brisa de verano y la tempestad del invierno. Le interesaba el desarrollo y evolución de todos los seres vivientes, así como la vida del Otro Mundo. Por eso, parecía ser una niña sin aprensiones, capaz de reinar sobre los aspectos que más temía, reponiéndose pronto de ellos. No obstante, hasta el momento había vivido en un ambiente familiar confortable sin verse