Observa que no dije toda la flor del éxito, sino la semilla a partir de la cual esa flor puede germinar y crecer. No conozco ninguna excepción a esta regla. La semilla de la cual hablo puede no ser vista siempre, pero puedes estar seguro de que ahí está, de una u otra forma.
No es mi intención comprender todo acerca de esta fuerza extraña que me redujo a la pobreza y necesidad, me llenó de temor e hizo renacer mi fe a través de la cual he tenido el privilegio de ayudar a miles de personas que tropiezan. Pero sé que semejante fuerza ha entrado en mi vida y que estoy haciendo todo lo posible para poner a otros en contacto con ella.
Durante mi investigación de un cuarto de siglo sobre las causas del éxito y el fracaso, descubrí muchos principios de la verdad que han sido útiles para mí y otros, pero nada de lo que he observado me ha impresionado más que el descubrir que cada uno de los grandes líderes del pasado, cuyo registro he examinado, fue asediado por dificultades y se enfrentó al fracaso temporal antes de “llegar”.
Nota de Sharon: “Cada uno de los grandes líderes del pasado fue asediado por dificultades y se enfrentó al fracaso temporal antes de llegar”. El fracaso y la derrota temporal forman parte del trayecto para encontrar el verdadero éxito.
Desde Cristo hasta Edison, los hombres que han logrado más han sido aquellos que se enfrentaron con las formas más radicales de fracaso temporal. Esto parecería justificar la conclusión de que la Inteligencia Infinita tiene un plan o una ley mediante la cual los hombres superan muchos obstáculos antes de darles el privilegio del liderazgo o la oportunidad de otorgar un servicio útil de una forma notable.
No desearía sujetarme de nuevo a las experiencias por las que pasé durante ese desafortunado día de Navidad del año 1923 y a esa memorable noche en que caminaba alrededor de la escuela en Virginia Occidental y combatí esa terrible batalla con temor; sin embargo, ni toda la riqueza del mundo me convencería de privarme del conocimiento que he adquirido a partir de esas experiencias.
La fe tiene un nuevo significado para mí
Sostengo que no sé con exactitud lo que es este otro yo; pero sé lo suficiente sobre él como para confiar con una fe absoluta en los momentos difíciles, cuando la capacidad común de razonamiento perece no ser adecuada para mis necesidades.
La depresión económica que comenzó en el año 1929 trajo miseria a millones de personas; pero no nos deja olvidar que la experiencia también trajo muchas bendiciones, una de las más importantes es la noción de que existe algo infinitamente peor que ser obligado a trabajar, y es el ser obligado a no trabajar. En general, esa depresión fue más una bendición que una maldición si se analiza a la luz de los cambios que produjo en la mente de aquellos que fueron heridos por esta situación. Lo mismo sucede con cada experiencia que transforma los hábitos de los hombres y los obliga a recurrir al gran interior para solucionar sus problemas.
Nota de Sharon: “Existe algo infinitamente peor que ser obligado a trabajar, y es el ser obligado a no trabajar. En general, esa Depresión fue más una bendición que una maldición si se analiza a la luz de los cambios que produjo.” ¿Acaso está Hill siendo rudo aquí o está viendo, más allá de la causa y el efecto inmediatos del desastre económico, al resultado espiritual primordial que surge de una verdadera crisis? ¿Pueden nuestras dificultades económicas actuales ser más una bendición que una maldición?
El año que pasé en retraimiento en Virginia Occidental fue, seguramente, el castigo más severo de mi vida; pero la experiencia trajo bendiciones en forma de conocimientos que yo necesitaba y que disminuyeron el sufrimiento que me causó. Estos dos resultados ––el sufrimiento y el conocimiento adquirido a partir de esto–– eran inevitables. La Ley de la Compensación, la cual Emerson definió con tanta claridad, hizo que este resultado fuera natural y necesario.
Nota de Sharon: Ralph Waldo Emerson (1803-1882) explicó la ley de la compensación en términos muy claros: “Por todo lo que has perdido, has ganado algo más; y por todo lo que ganas, pierdes algo más.” En este diario fechado el 8 de enero de 1826, también escribió: “De todo eso lo que conocemos es un sistema de compensaciones.Todo defecto de cierta manera es compensado por otro.Todo sufrimiento es recompensado; todo sacrificio es compensado; toda deuda es pagada.”
¿Qué me depara el futuro en forma de contrariedad a través del fracaso temporal? Por supuesto que no tengo manera de saberlo. Lo que sí sé, sin embargo, es que ninguna experiencia en el futuro podría herirme tan profundamente como lo han hecho algunas otras en el pasado, porque ahora estoy aclarando los términos con mi otro yo.
Desde que el otro yo se hizo cargo de mí he llegado a un útil conocimiento que nunca hubiera descubierto mientras mi antiguo ente de miedo permaneciera en el trono. Entre otras cosas, he aprendido que aquellos que se enfrentan con dificultades que parecen insuperables pueden superarlas, si así lo hacen, ayudarán a otros que tienen problemas mayores.
El valor de dar antes de tratar de obtener
Estoy seguro de que ningún esfuerzo que hagamos llegar a aquellos que se encuentran afligidos no puede dejar de tener alguna forma de adecuada recompensa. Dicha recompensa no siempre proviene de aquellos a quienes se otorga el servicio, sino de una fuente u otra.
Sinceramente dudo que cualquier hombre pueda hacerse de los beneficios de su otro yo mientras se encuentre inmerso en la codicia y la avaricia, la envidia y el miedo; pero si me equivoco en esta conclusión, entonces seguiré teniendo la extraña distinción de ser un hombre que ha encontrado la paz mental y la felicidad a través de un punto de vista que no era convincente. ¡Preferiría estar equivocado y feliz, que estar en lo cierto e infeliz! ¡Pero este punto de vista no está equivocado!
Mientras siga estando bien con mi otro yo podré adquirir todas las cosas materiales que necesito. Es más, podré encontrar la felicidad y la paz mental. ¿Qué más podría alguien más conseguir?
El único motivo que me inspiró a escribir este libro fue el sincero deseo de ser útil a otros al compartirles todo aquello que estén preparados a aceptar de la espléndida fortuna que fue mía desde el momento en que descubrí a mi otro yo. Esta fortuna, felizmente, no puede ser medida únicamente en términos materiales o financieros porque es mucho más grande de lo que todas esas cosas representan.
Las fortunas materiales y financieras, al ser reducidas a sus términos más líquidos, se miden en términos de balances bancarios, que no son más fuertes que los bancos. Esta otra fortuna de la que hablo sí es medible, no sólo en términos de paz mental y alegría, se manifiesta en aquellos que acostumbran rezar.
Mi otro yo me ha enseñado a concentrarme en mi objetivo y a olvidarme, mientras rezo, del plan mediante el cual éste será alcanzado. No quiero decir que los objetos materiales pueden adquirirse sin un plan. Lo que estoy diciendo es que el poder que convierte nuestros pensamientos o deseos en realidades, tiene su origen en una Inteligencia Infinita que conoce más sobre planes que aquel que hace la oración.
Para ponerlo de otra forma, ¿no sería prudente que, al rezar, le confiáramos a la Mente Universal que nos diera el mejor plan para alcanzar el objetivo de esa oración? Mi experiencia con la oración me ha enseñado que, muy a menudo, todo lo que resulta de la oración es un plan (si es que la oración es respondida), un plan adecuado para la obtención del objetivo de la oración, a través de medios naturales y materiales. El plan debe ser modificado a través del esfuerzo personal.
No sé nada acerca de alguna forma de oración que pueda ser inducida a trabajar favorablemente en una mente que se encuentra matizada, en el menor de los grados, por el temor.
Nota de Sharon: ¿es la oración una parte de tu vida? ¿Confías en que Dios te entregará el plan más adecuado para la obtención del objetivo de tu oración? ¿Acaso sabes que para que tu plan tenga éxito debes actuar?
Una nueva manera de rezar
Desde que me he familiarizado más con mi otro yo, mi manera de rezar es distinta. Solía rezar sólo cuando enfrentaba alguna dificultad. Ahora rezo, cada vez que puedo, antes de que la dificultad me alcance. Ahora rezo, no para obtener más de estos bienes mundanos