El asombro, el placer y la admiración que provoca la lectura de A troche y moche, y ahora que lo lean lo van a comprobar, reside en el tino con que Gustavo Sainz ha sabido acomodar este material narrativo que tiende hacia la totalidad.
Hablo en el umbral de este libro porque he sido
el último que ha conocido las ceremonias.
Hablo, asimismo, como siempre, para engañar.
Ni a mí ni a ningún otro está dedicado este libro.
Este libro está dedicado al dedicar.
Roberto Calasso: La ruina de Kash
1. Eclipse total y la fiesta de los boxeadores
El desdichado piensa que el infinito está adentro de nosotros y no afuera
Sorprendido de pensar eso allí, amarrado y ciego después de horas o días o semanas, sucio y desconcertado, asustado, iracundo, impotente
Impresionado por el silencio
Un silencio increíble, sin fin, como un ser en reposo, increado, perdurable, como si no pudiera existir otra cosa, sólo el silencio
Grandes bloques de silencio que le impedían calcular las dimensiones del lugar en el que se hallaba, lo particular de ese lugar, las dimensiones de la casa o el departamento en donde la única medida de tiempo que registraba eran los programas de Cristina que escuchaban en otra habitación no muy lejana, varias paredes de por medio
En ese silencio y esa oscuridad lo que lo horrorizaba no era la muerte sino seguir vivo
Había leído que en la India el tiempo se llama Kala, palabra parecida al nombre de la diosa Kali, y que ambos significaban negro, sombrío
Y que nuestra era secular y que se llamaba ahora el Kali-Yuga, que se traduce como la edad de las tinieblas
Pero los programas de Cristina seguramente no pasaban los fines de semana, y entonces sólo la comida ocasional, a veces demasiado frecuente, a veces tras largos periodos de hambre y desesperación, o sus gritos porque necesitaba defecar u orinar, los pasos apresurados por la escalera
Una mujer o dos entre ellos, los taconeos inconfundibles, o la violencia de un hombre que le soltaba los tobillos para que pudiera incorporarse
Nunca le contestaban
Se quejaba de la venda sobre los ojos demasiado apretada, de los tobillos y las muñecas de las manos ulceradas, de tener sed o hambre
Melancólico, inútil, deprimido, asustado
Hasta el siglo XVIII la Iglesia prohibía hacer el amor de noche por temor a que los hijos nacidos de semejante unión fueran ciegos
Mircea Eliade constataba que el tiempo es negro porque es irracional, despiadado
Idealizamos lo que no tenemos
Le habían suprimido de pronto y contra su voluntad sus proyectos cotidianos, encontrarse con su esposa, cobrar su premio, ver a sus amigos, contestar entrevistas y volver a casa, sobre todo volver a casa
¿Por qué no intentar construir mundos narrativos tan complejos, tan contradictorios y provocadores como el mundo real?
Su verdadero trabajo sería la creación de su propio paraíso
El Museo de Antropología le ofrecía un ejemplo contingente de la vida en la Tierra
Al perro que duerme no lo despiertes, ¿quién decía esto?
Paul Bénichou había publicado una serie de volúmenes dedicados a la historia de los artistas como sacerdotes laicos
Todo lo hería
El mundo había perdido sus transiciones y sus virtualidades
Platón tenía veintinueve años cuando murió Sócrates
En un cuadro de Jacques-Louis David sobre la muerte de Sócrates, que se exhibe en el Museo Metropolitano de New York, aparece Platón sentado a los pies de la cama donde agoniza su amigo, con pergamino y pluma a su lado, testigo mudo de la injusticia del Estado
Si podía pensarlo no era lo que quería
Las palabras de los sabios deberían ser como aguijones
Como clavos bien hundidos
Reducido allí, con la garganta maltratada de tanto gritar, deshidratado, enfermizo, a veces deprimido, a veces iracundo, exhausto y melancólico
Cansado ya de protestar, sumido en esa oscuridad que sentía como anterior al yo y al lenguaje mismo, enojado, enmarañado, allí sumido en su homérica noche, en su oscuridad borgeana, como de antes de los seres humanos y las formas
Lo que Michaux llamaba lo transreal
A Homero le decían el hombre de las siete ciudades y se supone que fue ciego porque en él predominaba lo auditivo, y sus motivos visuales siempre eran oscuros y brumosos
Los egipcios creían que imaginar algo era hacerlo real
Ojalá y fuera así
La épica homérica acentuaba la supremacía del espacio y describía un mundo sin cosmogonía ni creación
El arte tenía poder
En Homero había una indiferencia completa ante el tiempo
Había leído que en Homero no se encontraba nunca “el tiempo” como sujeto de un verbo
Que si la épica homérica estaba imbuida por el tiempo en cuanto duración, en cuanto antes o después, vida y muerte, destino, juventud y envejecimiento, y en lo que respecta a la sucesión de días, no lo estaba en cuanto al tiempo como proceso continuo universal o propiedad abstracta del mundo
¿Cuántos días llevaría allí sentado, sin bañarse, sin cambiarse de ropa, maniatado, enmarañado, disminuido, inhallable?
¿Quién allá afuera lo requeriría, lo buscaría, lamentaría su ausencia o se inquietaría?
¿Dónde estaría su esposa?
¿Sería así la muerte?
¿Una completa oscuridad?
¿Una lucidez inclemente?
¿Esa incómoda inmovilidad?
Recordaba haber oído en la televisión del piso de abajo a Cristina hablar de viajes astrales, de jóvenes que acosaban y eran acosados, de personas que acusaban a otras de hacerles brujerías, de los panelistas más odiados contra acusadores idiotas, ¿cinco programas?, no, seis, porque también estaba ese de ancianos de 80 años con novias de 20, entonces ocho o nueve días, y eso si suponía haberlos oído siempre, y que sus captores los vieran siempre, seis o siete días ¿hasta cuándo?
¡¿Hasta cuándo me van a tener aquí?!, gritó, ¡¿Qué esperan?!
Pero nadie respondió, nunca le respondían
Estaba solo en esa habitación o esa casa y no sabía si era de día o de noche, o jueves o martes, o tarde o temprano
Lanzaba sus preguntas y quejas acaso hacia nosotros
¿O si no hacia quién?
No había mañana ni pasado mañana ni la próxima semana sino sólo un ahora, esa oscuridad, esa incomodidad, ese no saber, esa angustia
¿Dónde estaban todos ésos que él era?
La oscuridad transformándose constantemente en otra oscuridad
Ni siquiera podía abrir los ojos apretados por la venda que lastimaba