Con ese fin, debo descender hasta las profundidades: como tú haces en las tardes cuando te vas detrás del mar y también llevas luz al inframundo, ¡estrella superabundante!
Para ello tengo que bajar a la profundidad: como lo haces tú al atardecer, cuando transpones el mar llevando luz incluso al inframundo, ¡astro superabundante!
¡Así que bendíceme, ojo tranquilo, que puede contemplar la felicidad más abundante sin tener envidia. ¡Bendice la copa que quiere rebosarse, que fluyan de ti las aguas doradas y sostengan el reflejo de tu gozo sobre el mundo!
¡Contempla! Esta copa desea estar nuevamente vacía, y Zaratustra quiere ser hombre otra vez.
Entonces, Zaratustra empezó su camino de descenso.
Friederich Nietzsche probablemente, es el más grande filósofo que ha conocido el mundo. También es grande en otra dimensión de la que muchos pensadores no están conscientes: es un místico de nacimiento.
Su filosofía no es sólo de la mente, sino que también está enraizada en el corazón, y algunas raíces alcanzan hasta a su propio ser. La única cuestión desafortunada para él es que nació en Occidente; entonces, nunca pudo cruzar por una escuela de misterio. Contempló profundamente, pero no sabía en absoluto acerca de la meditación. Algunas veces sus pensamientos tienen la hondura de un meditador, algunas veces el vuelo del Buda Gautama; pero parece que estas cuestiones en él suceden de manera espontánea.
No sabía nada acerca de los asuntos de la iluminación, sobre el sendero que alcanza al propio ser. Esto causó una tremenda perturbación en su ser. Sus sueños eran tan altos como las estrellas, pero su vida transcurrió de una forma muy ordinaria. No tenía el aura que crea la meditación. Sus pensamientos no son su sangre, sus huesos, su médula. Son hermosos, inmensamente hermosos, pero algo falta: la vida misma. Son palabras muertas, no respiran, no laten
He escogido hablar de él por una razón especial: es el único filósofo de Oriente y de Occidente que, al menos, ha pensado en las alturas de la conciencia humana. Posiblemente no las experimentó; seguramente no las experimentó. También pensó en transformarse de nuevo en un hombre; esa idea de descender desde las alturas hasta el mercado, bajar desde las estrellas hasta la tierra, eso no le sucedió a nadie más.
Tiene algo del Buda Gautama, es posible que lo haya traído de sus vidas pasadas, inconscientemente. Y algo de Zorba también; ambos están incompletos. Pero él es la única prueba de que Buda y Zorba se pueden encontrar, que aquellos que han alcanzado las más altas cumbres no necesitan permanecer ahí, le deben algo a la humanidad, le deben algo a la Tierra. Han nacido entre seres humanos, han vivido en la misma oscuridad y miseria. Y ahora que han visto la luz resulta obligatorio que regresen a despertar a los que están dormidos y traer la buena nueva: que no todo es oscuridad, que la inconsciencia es nuestra.
Si decidimos ser conscientes, puede desaparecer la inconsciencia y la oscuridad. Es nuestra elección vivir en valles de oscuridad. Si optamos por vivir en picos iluminados, nadie nos lo puede evitar porque ése es también nuestro potencial.
Pero la gente que ha alcanzado esos picos iluminados se olvida completamente del mundo. Buda Gautama nunca descendió. Mahavira nunca descendió. Aunque se esforzaron porque despertara la humanidad y gritaron desde sus picos luminosos.
El hombre es tan sordo, tan ciego que casi es imposible que entienda a las personas que le hablan desde niveles más altos. Escuchan el ruido, pero no encuentran su significado.
En este sentido, Nietzsche es único. Pudo haber permanecido como un extraordinario filósofo, muy superhombre, pero nunca olvidó ni por un momento al ser humano ordinario; ésa es su grandeza. Aunque no tocó los picos más altos y no conoció los grandes misterios, sin embargo, lo supo, deseó compartir con sus compañeros seres humanos. Su deseo de compartir era tremendo.
He escogido hablar de algunos fragmentos que pueden resultar útiles para tu crecimiento espiritual. El propio Nietzsche escogió a Zaratustra como su vocero. También debe entenderse algo sobre Zaratustra. Dentro de miles de grandes místicos, filósofos, personas iluminadas, Nietzsche seleccionó a una persona completamente desconocida como vocero, casi olvidada por el mundo. Zaratustra.
Los seguidores de Zaratustra se limitan a sólo un pequeño lugar, Bombay, India. Vinieron a Bombay de Irán cuando los mahometanos forzaron a los persas a elegir entre convertirse al mahoaometanismo o alistarse para morir. Miles fueron asesinados. Millones se convirtieron en mahometanos por miedo, pero algunas almas valientes escaparon de Irán y llegaron a India.
Ellos son los parsis de Bombay, tal vez la región más pequeña del mundo. Y es asombroso que Nietzsche se hubiera interesado en Zaratustra tanto que escribió el libro Así habló Zaratustra. Esos fragmentos son de esa obra.
Escogió a Zaratustra por la misma razón que yo a él: Zaratustra, entre todos los fundadores de religiones, es el único que resulta afirmativo de la vida, que no está en contra de la vida, cuya religión es de celebración, de gratitud a la existencia. No está en contra de los placeres de la vida, pero tampoco está a favor de renunciar al mundo. Por el contrario, apoya por completo el regocijo en la Tierra porque, a excepción de su vida en este mundo, todas son ideologías hipotéticas. Dios, cielo, infierno son proyecciones de la mente humana, no experiencias auténticas, no son realidades.
Zaratustra nació hace veinticinco siglos, el tiempo en el que había un gran renacimiento en el mundo. En India, Gautama Buda, Mahaviria, Goshalak, Sanjay Vilethputta, Ajit Keshkabal y otros alcanzaron la misma cumbre del despertar. En China: Confucio, Mencius, Lao Tzu, Lieh Tzu y muchos otros. En Grecia: Sócrates, Pitágoras, Heráclito. Y en Irán: Zaratustra.
Es una extraña coincidencia que, de repente, en el planeta, hubo una inundación de conciencia y mucha gente se despertó. Posiblemente la iluminación también sea una reacción en cadena, cuando hay gente iluminada, provocan en otros la misma revolución.
Es el potencial de todos. Sólo se necesita una provocación, un reto. Cuando ves a tanta gente alcanzar tan bellas alturas de gracia, no puedes permanecer en donde estás. De pronto surge una gran urgencia: “Algo debe hacerse. Estoy desperdiciando mi vida mientras otros han alcanzado el verdadero destino, habiendo conocido todo lo que vale la pena conocer, habiendo experimentado la más grande bendición y éxtasis. ¿Y qué estoy haciendo?, coleccionando conchas en la playa”.
Fuera de esta gente, Zaratustra es excepcional. Es el único que no está en contra de la vida, que manifiesta a favor de la vida; para quien Dios no está en otro lado, cuyo Dios no es nada más que otro nombre para la propia existencia. Y la totalidad de la vida, vivir con gozo e intensamente, es todo en lo que se basa su religión.
Siento una profunda empatía y afinidad con Zaratustra. Tal vez porque es un afirmador de la vida, no un negador de ésta, no podría reunir a muchos seguidores. Es algo de lo extraño de los seres humanos: no aceptan como valiosa para considerarla como la meta cualquier cosa fácil; la meta debe ser muy ardua y difícil.
Detrás de esto se encuentra la psicología del ego. El ego siempre pide asuntos imposibles porque sólo puede subsistir con lo imposible. Nunca serán capaces de cumplir deseos, y el ego seguirá empujando hacia más y más: más avaricia, poder, dinero, austeridades, espiritualidad, disciplina. En donde quiera que encuentres más, recuerda, éste es el lenguaje del ego. Y no hay manera de satisfacer al ego, siempre está pidiendo un extra.
El planteamiento de Zaratustra es exactamente igual al de Chuang Tzu: “Fácil está bien, lo que está bien es fácil”. Y cuando están completamente relajados y tranquilos, tan relajados que se olvidan de que están tranquilos, que están bien, se vuelven completamente tan inocentes como un niño; ya has llegado. Pero al ego no le interesan esas cuestiones. Este proceso es como el suicidio del ego. Entonces, las religiones que le han dado al ego tareas difíciles, senderos escabrosos, ideales, no naturales, metas imposibles, han atraído