Una parte de la multitud, confundida, corría a refugiarse tras las alineadas ramas blancas de moreras, mientras que otra, estática, presenciaba con asombro la escena: el general levantando el fusil aún humeante saludaba a la concurrencia en señal de victoria.
El olor a pólvora pasaba flotando entre los espectadores hacia el río, impulsado por una breve brisa que siguió a un momentáneo silencio.
—Como ordena la tradición, gritó el verdugo para que lo escucharan todos, cuando un general es condenado a muerte y su caballo aparece en medio de la ejecución, y éste lo mata, el general salva su vida.
—Y entonces intentó preguntar el general al verdugo antes de ser decapitado de un certero golpe de hacha, y ver el público rodar su cabeza hasta los ojos abiertos del caballo fusilado, y de mis zapatos salpicados de sangre.
Varios padres
Un hombre toma un tren para ir a ver a su hija. En la estación lo esperan la adolescente y la madre de ésta. La hija se sorprende al ver a su papá: duda que sea él. El padre se sorprende al ver a su hija: duda que sea ella.
A medida que pasa el día que comparten se van dando cuenta que las sospechas tienen fundamento: ella no es su hija, él no es su papá.
De noche, cuando se acuestan, aterrorizados, dudan entre escapar de la casa o esconderse dentro de ella por temor a lo que consideran un peligro inminente. Pero ambos tienen la misma idea: esconderse en el granero.
Se encuentran en la puerta. Tienen que dirigirse la palabra y se dicen lo que piensa uno del otro:
—Usted no es mi padre.
—Tú tampoco eres mi hija.
Sienten ruidos desde el interior del granero. Entran, encienden la luz. Allí están, atados a un poste, con las bocas vendadas, el verdadero papá, la verdadera hija.
Cuando empiezan a desatarlos, sienten, a sus espaldas, unos pasos. Es la madre que se acerca con un cuchillo en la mano y una cuerda en la otra.
Casi al mismo tiempo se oye un disparo ensordecedor. La madre cae muerta. Y escucha caer con su cuerpo sobre la madera del piso, la madeja y el cuchillo.
Los cuatro se miran, desconcertados. Y se vuelven hacia la puerta del granero, que ha quedado abierta de par en par.
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