Alejandro disfrutaba de ese tipo de detalles y utilizaba su dinero para comprar cosas que lo hicieran sentir bien y que le generasen placer; una de ellas justamente, era el detalle de tener un juego de batas blancas para ser utilizadas por él y por quien quiera que fuese su compañía.
–¿Qué tal tu semana? –preguntó Alejandro, como si lo ocurrido hacía apenas unos minutos se hubiese tratado de sólo un trámite que había concluido y ya, a otro tema.
–Bien, bastante estudio, se vienen los parciales, pero todo bien –respondió Malena, que preguntó– ¿y tu viaje?
–Todo bien, nos salieron las cosas redondas y muy lindo el lugar –respondió Alejandro, sin explayarse demasiado. En todo caso, ya habría tiempo como para hacerlo, si es que tuviese ganas y si Malena se mostrase interesada.
–Bien, me alegro –dijo Malena.
Alejandro dejó caer el toallón y caminó hacia el vestido. No le resultaba cómodo cenar vestido con una bata, por lo que decidió cambiarse y ponerse algo cómodo. Como copiándose de Aquiles, se puso un bóxer, una remera de mangas largas, un buzo, un jogging y medias abrigadas.
–¿Cenamos? –preguntó al regresar al cuarto.
–Dale –respondió Malena.
Fueron hacia la cocina. Mientras que Alejandro sacaba del freezer las latas que había puesto y agarraba un par de platos y de vasos para llevar a la mesa ratona del estar, Malena sacaba del horno las pizzas que aún se mantenían calientes.
Se sentaron sobre uno de los sillones, encendieron la TV y comenzaron a disfrutar de la cena.
–¿Qué onda tu jefe? –preguntó Malena.
Alejandro no entendía exactamente hacia donde apuntaba concretamente la pregunta; lo que sí le había quedado claro desde aquel sábado en el que los había presentado ahí mismo luego de la carrera, es que ella le había puesto el ojo encima y quien sabe las cosas que había imaginado con su cabecita sexópata y desprejuiciada.
–¿Qué onda en qué sentido? –preguntó Alejandro, pensando en si contarle todo lo que realmente había sucedido, o si acotar el relato obviando esa parte de su intimidad.
Pensó en que tampoco le había contado lo sucedido en Brasil con Facundo, aunque la situación había sido absolutamente diferente, porque de por medio había estado otra mujer y si bien ellos llevaban una relación que implícitamente era abierta, jamás se habían contado con quien habían estado en la cama.
También habían vivido la experiencia del trio compartido aquel día en el que Malena le había llevado al departamento a un compañero de la facultad y habían terminado los tres en la cama.
–En general, qué se yo… creo que es la primera vez que viajan juntos, ¿no? e imagino que uno termina entablando una relación un poco más fluida, menos jefe/empleado y más amigos, no sé, digo… –dijo Malena.
–Ah, sí… es la primera vez, re buena onda Aquiles, bien. En verdad, con el tema de los encuentros de fútbol y de las clases de windsurf, ya hace un tiempo en el que la relación se hizo más fluida y es cierto lo que decís; al estar compartiendo todo durante unos días, nos hizo generar otro tipo de vínculo –respondió Alejandro, dejándolo ahí, aunque sabía que, probablemente, de contarle lo que había sucedido la última noche, no haría otra cosa más que calentarla y motivarla como para que se le fijara la idea de hacer un trio con ellos dos.
Quizá, si en otro momento se daba la situación y él se sintiese con ganas de abrir el juego, se lo terminaría contando, no tendría ningún problema en hacerlo. Por el momento, sintiéndose realmente cansado, prefirió desviar la conversación para otro lado y comenzó a contarle sobre la cena en la estancia de los Evans y sobre la excursión por el Canal de Beagle, cosas que, probablemente, a Malena no les interesarían demasiado.
Terminaron de cenar en medio de conversaciones sin demasiada trascendencia y ya siendo las dos de la mañana, con la fuerte tormenta golpeando a la ciudad, llevaron todo a la cocina y fueron hacia el dormitorio.
Malena tuvo la intención de iniciar una segunda sesión de sexo, por lo que, al salir del baño, se deslizó entre las sabanas y se acercó al cuerpo desnudo de Alejandro, le agarró el miembro, pero no hubo reacción. Alejandro ya estaba dormido y se sentía realmente agotado como para dar respuesta a los deseos de Malena.
Entendiendo el mensaje, giró su cuerpo, abrazó la almohada y se quedó dormida.
Capítulo 4
Reunión distendida
Aquiles había ocupado lo poco que quedaba de la mañana en meter en el lavarropas todo lo que había usado en el sur, ropa que tenía prolijamente separado en una bolsa, y en ordenar en el vestidor lo que no había usado.
A pesar de que no había descansado muy bien, se sentía con energía, contento de estar nuevamente en su hogar y con el clima que acompañaba de manera ideal como para hacer absolutamente nada.
–Muero por unos ravioles de ricota con nueces, pero me da fiaca salir con esta lluvia –dijo, sentándose en el comedor diario, donde Marina leía el diario.
–Que rico, voy yo –dijo Marina.
–No, no… me pongo unas zapatillas y voy yo –respondió Aquiles, que en menos de diez minutos estaba caminando por la vereda en camino hacia la casa de pastas.
Luego del almuerzo, que acompaño con una copa de vino tinto y que culminó con el helado que aún quedaba en el freezer, se tiraron a ver TV en los sillones del estar y se quedó profundamente dormido.
Despertó con el sonido de la voz de Marina, que estaba hablando por teléfono desde el comedor diario. Por el contenido de la conversación, sin duda alguna, hablaba con Inés.
Agarró su celular que había dejado sobre la mesa ratona y vio que tenía dos mensajes de Adrián, preguntándole si tenían ganas de reunirse a la noche.
Marina se acercaba al estar con el teléfono en la mano y al verlo a Aquiles despierto dijo:
–Pará que le pregunto… Estoy hablando con Inés, me pregunta si tenemos ganas de reunirnos esta noche.
–Acabo de leer el mensaje que me envió Adrián. Yo cero ganas de salir, pero si ellos tienen ganas de venir, ningún problema –respondió Aquiles, que se había quedado intrigado con lo que fuese que Adrián tenía para contarle, más allá de que era improbable que pudiesen encontrar el espacio como para hablar en privado.
–Me dice que no tiene problema, pero que no quiere salir, así que, si se quieren venir, vengan y si no, lo dejamos para otro momento –dijo Marina, dirigiéndose a Inés.
Continuaron hablando por unos minutos y colgaron.
–Vienen para acá y traen todo, porque Inés estuvo cocinando tartas y tortas –dijo Marina.
–Genial, con lo rico que cocina –respondió Aquiles desperezándose.
“Las chicas ya arreglaron, después nos vemos” escribió Aquiles respondiendo a los mensajes de Adrián.
–¿Tomamos unos mates? –preguntó Marina desde la cocina.
–Prefiero un café con leche –dijo Aquiles, entrando a la cocina y en medio de un bostezo.
–Dormiste como tres horas –dijo Marina.
Aquiles miró el reloj en la pared y se dio cuenta de que efectivamente, ya eran casi las seis de la tarde.
–Falta de sueño y cansancio acumulado; creo que ya me puse al día –dijo Aquiles, que se sentó a disfrutar del café con leche que le había preparado Marina.
–No para de llover –dijo.
–Y anuncian que mañana va a seguir igual –dijo