Para los estudiantes, pensar en escenarios prácticos y, particularmente de reconciliación, en un principio parecía lejano. Estaban acostumbrados a leer sobre escenarios de guerra y los retos de la construcción de paz desde propuestas teóricas generales. Sin embargo, no habían tenido espacios prácticos diferentes a la ciudad y pueblos aledaños, con los que están familiarizados. La noticia de una electiva profesional que les diera la oportunidad de explorar nuevos territorios parecía atractiva para quienes querían comprender la teoría desde la práctica: casi el doble del cupo máximo de estudiantes se postuló para inscribirse en la materia a pesar de los costos (no solo económicos) que implica este esfuerzo.
Esta primera experiencia de formación inauguró un proceso de investigación-acción basado en la comunidad, en el que la relación colaborativa entre los miembros de la academia y los actores locales es eje del conocimiento emergente (Israel, Schulz y Parker, 1998). Al tiempo, dio los cimientos para la construcción de un escenario de aprendizaje-servicio en el que la academia desarrolla sus prácticas educativas en el trabajo con las comunidades hacia objetivos conjuntos (Lalueza, Sánchez-Busqués y Padrós, 2016; Trigos-Carrillo, Fonseca y Reinoso, 2020). La alianza forjada en ese primer encuentro ha permitido vincular nuevos escenarios de formación de la Facultad a la construcción de un proyecto común: la materia continúa ofreciéndose como electiva intersemestral, nuevas profesoras articulan líneas de trabajo con las iniciativas del Centro Poblado, y el semillero de Acción Social y Comunidades ha recibido nuevos estudiantes que lideran trabajos de investigación y gestión de proyectos, fruto de la alianza entre la Facultad y el centro.
Esta iniciativa de la Facultad responde a la misión de la Universidad de La Sabana de fomentar “el trabajo vivido como servicio y medio para construir una sociedad justa, pacífica y solidaria”, y a los lineamientos que buscan consolidar la Proyección Social Universitaria en el ejercicio articulado de la docencia y la investigación, orientando los procesos académicos hacia la solución interdisciplinar de problemas complejos del contexto colombiano (Universidad de La Sabana, 2017). En este camino hacia la consolidación como universidad de tercera generación (Velázquez, 2019), asumimos el reto de desafiar la tradición universitaria humboldtiana bidimensional para articular la investigación, la docencia y la solución práctica a problemas reales en un ejercicio en el que la generación de conocimiento se co-construye generando una nueva ciencia social contextualizada y concreta (Levin, 2008).
En ese contexto, el entrenamiento en investigación-acción genera un tipo particular de profesional, con habilidades para solucionar problemas y, simultáneamente, reflexionar para la producción de conocimiento que oriente la acción. Así mismo, este entrenamiento exige el diseño de escenarios educativos de praxis que pueden contribuir a la transformación universitaria para la construcción de conocimiento situado y pertinente. Por último, el entrenamiento requiere identificar las habilidades que se deben desarrollar para ser competente en el ejercicio profesional —en este caso del psicólogo comunitario— y que el profesor encarne dichas habilidades evidenciando coherencia pedagógica con sus objetivos de aprendizaje desde el rol docente (Levin, 2008).
¿QUÉ APRENDER –APRENDER A HACER, APRENDER A SER– PARA VIVIR JUNTOS Y EN PAZ?
La formación en psicología comunitaria se orienta al desarrollo de dominios teóricos y prácticos para la transformación social, lo que involucra habilidades para la intervención que se entrelazan con las de la investigación. Si bien los elementos teóricos pueden enseñarse con diversas estrategias pedagógicas en el aula, no sucede lo mismo con las habilidades prácticas del psicólogo comunitario (Nelson y Prillentensky, 2010) o con las habilidades para la investigación-acción en cualquier campo, pues estas se potencian cuando estudiantes y docentes se enfrentan juntos a la solución de problemas reales (Levin, 2008).
Figura 1. Portada del libro construida por el grupo durante el encuentro en Agua Bonita
Teniendo en cuenta que se requiere contar con una experiencia de aprendizaje-servicio comunitaria acompañada por el docente (Nelson y Prillentensky, 2010), la electiva se diseñó siguiendo dos de los principios para el entrenamiento en psicología comunitaria señalados por Evans, Nelson y Loomis (2007): 1) crear con los estudiantes las condiciones de empoderamiento que buscamos generar en la comunidad y 2) promover el involucramiento de los estudiantes en el salón y la comunidad, integrando teoría y práctica.
Precisamente en estos escenarios se desarrollan las competencias profesionales para la praxis, que involucran la efectividad personal (reflexión y concientización personal; habilidades comunicativas como liderazgo y asertividad), el establecimiento de alianzas y colaboración con distintos actores clave y las competencias técnicas relacionadas con la gestión de proyectos, entre otros (Nelson y Prillentensky, 2010). En la misma línea, el aprendizaje de la investigación-acción desarrolla habilidades profesionales centrales, como la escucha profunda, la escritura para la difusión del conocimiento (Pyrch, 2017) y la práctica reflexiva (Herdman-Barcker y Erfan, 2017; Taylor, Rudolph y Foldy, 2017).
Entre todas ellas, la práctica reflexiva es, tal vez, la habilidad más importante del profesional que desarrolla procesos de investigación-acción (Herdman-Barcker y Erfan, 2017). Pero la reflexión aquí no se realiza solo sobre la acción desarrollada o sobre las comunidades: de acuerdo con Taylor et al. (2017), la invitación al cambio social sin la necesaria transformación personal es ineficaz, de manera que la práctica reflexiva debe llevarse a cabo entendiendo que esta implica revisar y aprender acerca de sí mismo, particularmente sobre los propios marcos con los que vemos y a partir de los cuales actuamos en el mundo social.
Los relatos de este libro son fruto de la reflexión sobre la acción que orientó la transformación de cada estudiante como persona y del grupo como comunidad de aprendizaje. Esta praxis hizo tangible el que la psicología comunitaria “empieza en casa”, de manera que los textos delinean el camino del encuentro hacia la necesaria coherencia en lo que somos a nivel profesional, político y personal (Nelson y Prillentensky, 2010).
CÓMO SE CONSTRUYE ESTE PUNTO DE ENCUENTRO
Este libro es resultado de un trabajo colaborativo entre estudiantes, profesoras y actores locales, que da cuenta de la creación de oportunidades de aprendizaje colectivo en el proceso de reflexión-acción (Levin, 2008), así como del proceso de integración del conocimiento y la acción en respuesta a los asuntos que son relevantes para las comunidades. Así mismo, ilustra el carácter bidireccional de la transferencia de conocimientos y habilidades (Israel et al., 1998).
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