ISBN Digital: 978-958-8939-74-2
Primera edición: Bogotá D.C., diciembre de 2010
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Contenido
El método pragmático en lingüística filosófica
El juego como paradigma para el estudio del lenguaje
El tercer paradigma. Las relaciones sociales lingüísticamente mediadas
Pragmática y política de la lengua
Normalización y diversidad lingüística. Por el uso menor de la lengua
Prólogo
La obra que Carlos-Germán van der Linde y Sebastián Alejandro González nos entregan ahora es una visión muy interesante de la pragmática del lenguaje a la luz de la política. En efecto, la pragmática tiene como objeto buscar el significado del hablante a través del uso, y es allí donde se encuentran muchas intencionalidades que no surgen en los otros niveles de análisis. Asimismo, es donde se capta la injerencia social del lenguaje tan honda. Por eso lo han visto como fenómeno sociopolítico, lo cual hace al libro muy sugerente.
Esta parte social la encuentran los autores en la atención a las implicaciones socioculturales, campo en el que también entra la hermenéutica. Allí hay una intersección. Además, no se trata de establecer compartimentos estancos. La hermenéutica y la pragmática pueden coincidir en el tratamiento de los fenómenos lingüísticos.
En esta vertiente pragmática tiene mucho que ver Wittgenstein, a quien los autores dedican gran atención. También están Austin y Searle, con las ideas de locutivo, ilocutivo y perlocutivo. Lo que se pone de manifiesto con todo ello es la importancia del contexto, por ejemplo en algunas implicaciones conversacionales (Grice). Davidson, Rorty, Putnam y otros pragmatistas recientes ocupan la mayor parte de la discusión. Ésta ha cobrado mucha relevancia en la actualidad. Y lo más interesante de esto no son las intenciones de la comunicación, sino los efectos que se producen en ésta. Estos efectos surgen de los actos de habla.
Wittgenstein puso como paradigma de interacción lingüística el juego. Esto conlleva la noción de regla-de-juego (y sabemos la discusión que desató Wittgenstein sobre lo que es seguir una regla). Destaca, además, el estudio de la noción wittgensteiniana de paradigma. Y la arbitrariedad de las reglas gramaticales. En seguimiento de Apel, los autores van al paradigma lingüístico de la interacción social. Por eso la unidad significativa es el acto de habla (no la palabra ni la frase); y allí la noción de verdad como correspondencia se ve ampliada a la de cumplimiento de las intenciones comunicativas.
El habla, como algo contextualizado, tiene funciones específicas en la interacción social. Como señala Ducrot, siempre hay sobreentendidos y presupuestos. Por eso se tiene que atender a las circunstancias del acto de habla, y esto nos lleva a un análisis más profundo. Para responder a las disquisiciones de Deleuze y Guattari, viene muy a cuento la noción de polifonía, que proponen los autores.
Algo en lo que la pragmática y la hermenéutica coinciden es en la consideración del lenguaje en su uso social, en su contexto concreto. Es la conciencia de que siempre o casi siempre habrá vaguedad, y tiene que disminuirse con la atención a lo contextual. Muchos de los problemas cambiaron cuando se vieron desde la perspectiva contextual de la pragmática, por ejemplo el de la distinción entre describir y valorar, o el problema de la verdad, etc. No es que se deseche la clásica noción de verdad como correspondencia, sino que se encapsula en la de consenso (como tampoco se desecha la noción de verdad como coherencia, sino que queda absorbida por las otras dos y en conexión con ellas).
Actos de habla como el metafórico o poético adquieren otra modalidad ante esa luz nueva. Adquieren su sentido adecuado en el seno de una transacción social comunicativa. Es lo que los autores denominan evaluación política de los enunciados. Son actos sociales que participan en la interacción colectiva.
Ésta es la parte más filosófica del estudio que presentamos. En ella los autores buscan las funciones intersubjetivas del habla. Allí aparecen la normalización y la diversidad lingüística, las cuales se ven relacionadas con el trabajo y el mercado; metáforas muy útiles, pues hay una producción lingüística y una circulación de los productos lingüísticos (como ocurre en la economía). Tales productos tienen valor de uso y valor de cambio (siendo el de uso el más importante). Finalmente, todo se conecta con el reconocimiento y la legitimidad, nociones propias de la política, que aquí se aplican a la lingüística. Y es que los enunciados, además de ser comprendidos, tienen que ser aceptados y reconocidos, adquirir usos legítimos. Pero sabiendo que siempre hay una lengua menor o minoritaria, que es como un murmullo de la mayor en la que se inscribe.
Por todo esto, me parece que