—Eh, ¿nos conocemos?
Mi prima niega con la cabeza y suelta una carcajada demasiado obvia. Y yo me quedo mirando a ambos de la misma forma en la que lo hace Mike. ¿De verdad que piensan ligar delante de nosotros? ¿Ya? ¿Así, tal cual?
Toso tratando de llamar la atención de mi prima y ella posa sus ojos azules en mí. James me mira con recelo y eleva una ceja. Está claro que no le gusta que haya interrumpido su conversación.
—¿Nos disculpáis? Creo que Jessica está llamándonos —digo señalando a mi hermana y agarrando el brazo de Dakota.
Ambos asienten, aunque por el rabillo del ojo veo cómo James no está complacido. Y sinceramente, me da igual. Al revés, me gusta. Si quieres ligar, majete, te aseguro que no será con alguien de mi familia y en mis propias narices.
—¿Qué demonios estás haciendo con ese chico? —le pregunto a Dakota, cuyo pecho sube y baja con demasiada intensidad.
Dakota se hace la sorprendida. Primero Ariel le pone ojitos en la iglesia y ahora de nuevo ella. ¡Fenomenal!
—Nada, solo hablábamos.
Pongo los ojos en blanco, molesta.
—¿Es que acaso tienes algo con él?
Dakota parece tener demasiado interés en mi respuesta.
—¿Qué? Puaj, pues claro que no. ¿Cómo puedes pensar eso?
Se encoge de hombros mientras nos acercamos a Jessica. La otra dama de honor ni tan siquiera se imagina que me he inventado que nos ha llamado.
—Entonces, ¿que más te da que hable con él?
La fulmino con la mirada ante ese comentario.
—He conocido hoy a ese chico y no me gusta su actitud. Es muy altivo y es un imbécil.
Ella sonríe y me mira con algo de compasión, lo cual no entiendo.
—A mí me parece seguro de sí mismo y muy guapo. ¿Lo has visto bien?
Aguanto las ganas de gritarle que no tiene ni idea y de montar un numerito y me conformo con apretarle con fuerza la mano que aún le tengo agarrada.
—¡Ah! —se queja ella.
—Lo siento —digo con rapidez mientras miento—. Ya sabes, ha sido el tobillo.
Le lanzo una mirada de disculpa, aunque en realidad no siento en absoluto haberle apretado la mano. Dakota, definitivamente, se ha vuelto loca. ¡Quiere ligar con James!
—¿Qué demonios le ves a ese chico para interesarte por él? Acabas de conocerlo.
Dakota ríe y se muerde los labios.
—Tiene unos ojazos, es muy guapo, tiene pelazo y, no sé si te has fijado, pero tiene un culo que lo flipas.
Contengo la respiración ante la evaluación de mi prima y cojo una bocanada de aire, frustrada.
—Solo es un físico —le digo mientras muevo el tobillo.
Esto tiene que ser el karma, porque ahora sí que acaba de volver a molestarme de verdad. De hecho, no ha dejado de dolerme desde que me dio ese dolor tan fuerte en la ceremonia por doblárseme el pie. Creo que necesito un ibuprofeno o incluso algo más fuerte.
—¡Oh, venga ya! También parecía simpático.
Niego con la cabeza y no digo nada más. No estoy de humor para hablar de él.
—Si no lo conoces, ¿cómo estas tan segura de que no me conviene?
Dakota eleva ambas cejas y yo me froto las manos, nerviosa.
—Lo conocí esta tarde en el gimnasio. Vino a entrenar y hablé un poco con él. Por si eso fuese poco, me mareé e insistió en escoltarme hacia casa siguiéndome con su coche mientras yo conducía.
El sonido que suelta mi prima por los labios hace que mucha gente se gire a mirarnos.
—¡Ooooooooohhhhhhh! ¡No me lo puedo creer! ¡¡¡¿Pero aún quedan hombres así?!!!
Cierro los ojos otra vez y cuando los abro sonrió forzosamente a una señora que no conozco y que tiene que ser familiar de Mike.
—¡Oh, Dakota, por favor, no seas cría! Ese comportamiento no es normal.
Siento cómo Dakota me aprieta el brazo tratando de captar mi atención.
—No, no lo es. Ese comportamiento es el de un caballero, y si a ti no te interesa, nadie dice que no se acabe convirtiendo en tu primo —bromea.
Aquello me hace reír al mismo tiempo que vuelve a exasperarme. Tengo demasiados pensamientos contradictorios respecto a James y eso me hace dudar. Bueno, al menos si Dakota consigue que él se fije en ella para algo más que sexo sé que no lo veré mucho. En alguna que otra celebración una vez al año o cada pocos años. Puedo soportarlo.
Capítulo 11
JAMES
Maisie es una completa estúpida. Miro a mi hermano para preguntarle si conoce a esa chica que hoy me trae de cabeza y lo veo mirándome preocupado.
—Hagas lo que hagas esta noche, ten cuidado —me advierte con un tono mitad serio, mitad preocupado.
Lo miro elevando ambas cejas.
—¿A qué te refieres exactamente?
Él me observa y eleva la comisura de sus labios hacia la derecha.
—Ya sabes… si ligas con más de una tía procura que no te monte una escena. No quiero que Jessica me mate antes de tiempo.
Joder. Todo, absolutamente todo, gira en torno a Jessica. Y no me refiero solo al día de su boda.
—Descuida —digo con una punzada en el corazón—. No voy a arruinar el día de Jessica.
Tras decir eso, le lanzo una última mirada a mi hermano antes de que mis primos lo secuestren y me separo de él. No me apetece que me sermonee. ¡Ni que yo jugase con las mujeres! Me la cortaría antes de prometerle algo a alguna chica que no piense cumplir.
Me entretengo en pasear por el jardín y en saludar a todos los presentes que no he visto antes por falta de tiempo. Tenemos las conversaciones típicas de gente que lleva tiempo sin verse y, en el octavo grupo que me paro, por fin distingo a Elle en la distancia.
Me acerco a ella cuando la chica aún no me ha visto y no puedo evitar abrir los ojos como platos cuando veo que ella, sí, ella, le come los morros a mi primo Craig delante de todos. Los observo y no puedo evitar sentir algo de envidia. No porque Elle me guste para algo más que para una amiga con derecho a roce, sino porque ella iba a ser algo así como mi distracción esta noche y creo que se ha buscado un pasatiempo mejor que yo. No me gustan en absoluto mis pensamientos de esta noche ni la forma en la que me siento. Es como si la situación de que mi hermano se casase me superase, así que hago lo único que se me ocurre y cojo una copa de champán que una camarera tiene en una bandeja plateada. La veo que se va a alejar y la detengo con un gesto de mano.
La mujer me observa curiosa. Me entiende cuando me ve vaciar la bebida de un solo sorbo y volver a colocar la copa vacía en la bandeja. Noto las burbujas del líquido bajarme por la garganta y soy consciente de que mi estómago se queja ante la burrada que acabo de hacer, pero lo que no se espera la camarera, ni mucho menos yo, es que mi mano agarra ella sola otra copa de champán. Hoy parezco funcionar en automático.
La camarera, una mujer de unos treinta, me mira con algo de desaprobación y yo me doy la vuelta buscando alguna distracción. Desde luego es la boda más aburrida del siglo. Mi hermano no me ha dejado invitar a ningún amigo, ni mucho menos los ha invitado él. No quería que hiciesen cualquier estupidez y que estropeasen la boda. En su defensa diré que nuestros amigos, bueno, mis amigos, él los ha dejado