El proceso de valoración organísmica
Carl Rogers creía que había una fuerza motivacional que determina el desarrollo del ser humano. Él la llamó tendencia actualizante. Era la tendencia actualizante la que, a pesar de todo tipo de oposición u obstáculo, aseguraría que un individuo continuara esforzándose por crecer hacia la mejor realización de su potencial. Quienes fueron suficientemente afortunados de haber tenido un ambiente cariñoso y de apoyo durante sus primeros años recibirían el refuerzo necesario para garantizar la nutrición de la tendencia actualizante. También serían confirmados en su capacidad de confiar en sus propios pensamientos y sentimientos y de tomar decisiones de acuerdo con sus propias percepciones y deseos. Su proceso de valoración organísmica, para utilizar la terminología de Rogers, funcionaría bien y les permitiría moverse en la vida con un sentido de satisfacción y logro.
Aquellos que no tuvieron la suerte de tener ese tipo de relaciones de apoyo, sino que, al contrario, sufrieron la imposición de muchas condiciones de valor punitivas, pronto descubrirían que sentían una abrumadora necesidad de valoración positiva. Tan grande es esta necesidad en todos nosotros que su satisfacción puede, con mucha frecuencia, tener prioridad por sobre las iniciativas de la tendencia actualizante y, por consiguiente, crear una gran confusión en el proceso de valoración organísmica. (Ver recuadro 1.3). Este conflicto entre la desesperada necesidad de aprobación y la sabiduría del proceso de valoración organísmica del individuo es la raíz de muchos trastornos y suele producir un desconcierto interno que socava la confianza y hace imposible una eficaz toma de decisiones.
Recuadro 1.3
Confusión temprana del proceso de valoración organísmica
Niño: | (Se cae y se corta la rodilla: corre llorando hacia su madre buscando consuelo o seguridad.) |
Madre: | ¡Qué tontería! Deja de llorar y no te portes como un bebé. Apenas te sale un poquito de sangre. |
Niño: | (Piensa: es estúpido caerse; está mal llorar; no debería querer que mami me ayude pero lo necesito. Pero yo quería llorar; quería que mami me abrazara. No fui estúpido. No sé qué hacer. ¿En quién puedo confiar? Necesito el amor de mami pero quiero llorar.) |
La pérdida de confianza en el proceso de valoración organísmica y la pérdida de contacto con la tendencia actualizante que le proporciona información pueden dar lugar a la creación de un concepto de sí mismo que está obligado a suprimir o negar por completo las iniciativas que emanan de las partes más profundas de la respuesta de la persona a la experiencia. Una persona a quien se le dice en repetidas ocasiones, por ejemplo, que es incorrecto y destructivo estar deprimido puede llegar a un momento en que se diga: “soy una persona que nunca se deprime” o, igualmente desastroso: “soy una persona que merece ser castigada porque siempre me siento desgraciado”. En el primer caso, los indicios de la depresión fueron suprimidos de la conciencia; mientras que en el segundo, son una causa de auto condena y culpa. En ambos casos, se da un concepto de sí mismo que está muy alejado de cualquier sensación de confianza en la fiabilidad del proceso de valoración organísmica como guía para evaluar la experiencia en forma directa y sin ataduras. Uno de los momentos más gratificantes en un proceso de counseling se produce cuando el consultante descubre o redescubre la fiabilidad de su proceso de valoración organísmica por muy temporal o parcial que pueda ser (ver recuadro 1.4). Un momento así puede hacer mucho para fortalecer la fe del counselor en la capacidad del consultante para encontrar su propia manera de seguir adelante. También muestra la resiliencia de la tendencia actualizante, a veces con todas las probabilidades en su contra, para sobrevivir a pesar de todos los obstáculos a su sano funcionamiento. En el nivel más profundo parecería que el anhelo de ser más de lo que actualmente somos nunca se extingue del todo.
Recuadro 1.4
Se restaura el proceso de valoración organísmica
Consultante: | Me siento muy triste: es una sensación abrumadora. |
Counselor: | Como si no tuvieras otra opción que rendirte a la tristeza. |
Consultante: | Eso suena muy aterrador; como si fuera a perder el control. Pero yo nunca pierdo el control. (Estalla repentinamente en llanto.) |
Counselor: | Tus lágrimas hablan por ti. |
Consultante: | Pero los hombres grandes no lloran. |
Counselor: | ¿Estás diciendo que te avergüenzas de tus lágrimas? |
Consultante: | (Pausa larga.) No… por primera vez en años me siento en contacto conmigo mismo... se siente bien llorar. |
Sería incompleto dejar la discusión del proceso de valoración organísmica en este punto. Los seres humanos, porque son en esencia criaturas relacionales, son afectados profundamente no sólo por las respuestas de otras personas significativas para ellos durante el curso de su vida, sino también por las normas sociales y culturales del entorno en el que se encuentran. Es inevitable que el proceso de valoración organísmica se vea afectado por estas normas y de hecho está impregnado por ellas en tal medida que a veces impide que el individuo actúe de manera temeraria o hasta autodestructiva. Lo que llamamos mediación social es un factor importante para el counselor que se encuentra con un consultante que está luchando para determinar una línea de conducta en función de los impulsos del proceso de la valoración organísmica. Una respuesta a esos impulsos –que parecen exigir el crecimiento a toda costa– puede necesitar la influencia moderadora de la mediación social para prevenir el desastre. La tendencia actualizante y el proceso de valoración organísmica, a veces, requieren el freno compasivo de la mediación social para asegurarse de que el cliente escuche a una voz que le susurra que, en este caso y en este momento, el no-crecimiento es la opción más prudente. Esto no implica negar, por supuesto, que muy a menudo las normas de la sociedad o de la cultura dominante impiden el funcionamiento del proceso de valoración organísmica en lugar de darle forma o realzarlo. No siempre es fácil distinguir entre la mediación social como freno compasivo y el condicionamiento social como vehículo de condiciones de valor dominantes que sofocan la creatividad, minan la confianza y condenan a las personas a una vida a medias. En el capítulo siguiente se presentará un análisis más detallado de éste y otros temas complejos que influyen sobre el proceso actualizante que surgieron de recientes desarrollos de la teoría centrada en la persona.
El locus de evaluación
La persona que tuvo la poca fortuna de estar rodeada por individuos muy críticos y sentenciosos, seguramente se vio obligada a recurrir a todo tipo de estrategias para alcanzar un mínimo de aprobación y consideración positiva. En la mayoría de los casos esto habrá implicado una enajenación progresiva del proceso de valoración organísmica y la creación de un concepto de sí mismo divorciado de los recursos innatos de la persona y de la sabiduría que ha desarrollado. Es probable que su concepto de sí mismo sea pobre, pero en algunos casos la persona construye una imagen de sí que le permite conservar cierto grado de amor propio mediante un bloqueo total de cualquier experiencia significativa sensorial o “visceral”. En todos estos casos, sin embargo, el proceso de valoración