En 1984, el compañero de piso de Amantes –que también era militante de ETA– murió delante de él como consecuencia de un disparo de un francotirador de los GAL. Unos años después, Amantes experimentó, también en sus manos, la violencia de los GAL cuando un sicario le disparó en los baños de un bar. Estos dos episodios hicieron entender a Amantes la vulnerabilidad de su propia vida y del resto de los refugiados vascos que se encontraban en Francia. Como podemos ver, las vidas de Amantes y de Etxegarai no son representativas en términos cuantitativos. Por el contrario, el desencanto de Etxegarai y el dolor físico que experimentó Amantes representan la no resolución del conflicto vasco en la actual democracia española.
Me llamo Gorka García Sertucha. Nací en Bilbao, en 1968. Soy de Algorta, Guecho, y tengo 47 años. He pasado veinte años en prisión[81].
Con estas palabras empieza la transcripción de la entrevista de la tercera historia de vida de este libro. Inmediatamente después de que Sertucha pronuncia estas palabras, yo le interrumpí pidiéndole que comenzase hablando de su infancia. Mi investigación, en la que la historia oral es una fuente de varias, revela –a través de diversas fuentes primarias más convencionales exploradas en archivos de organizaciones de paz como Elkarri o Gesto por la Paz– que la sociedad vasca ha transformado su percepción de la violencia desde que ETA empezó a ejercerla en la segunda mitad del siglo XX. Si las historias de Etxegarai y Amantes provienen de los setenta y los ochenta durante los cuales ETA disfrutaba de altos niveles de apoyo social entre los vascos, durante los noventa la organización empezó a encontrarse aislada. ¿Cómo se puede entender la biografía de Sertucha desde esta evolución histórica?
En 1995, Sertucha fue encarcelado y acusado de intentar matar al rey de España, Juan Carlos I. Toda la vida de Sertucha será marcada por aquel año. ¿Por qué Sertucha (a diferencia del resto de narradores de esta tesis) estaba dispuesto a hablarme de un acto de violencia? Durante este periodo que pasó en una prisión del sur de España, Sertucha recuerda las palabras de un funcionario de prisiones: «Es una pena que fallaras en tu intento de matar al rey»[82]. Este episodio, a pesar de ser simplemente la opinión de un funcionario de prisiones, revela una paradoja. A finales del siglo XX, cuando las organizaciones de paz tenían una alta presencia en sus demandas en contra de la violencia de ETA, la dimensión histórica del rey Juan Carlos I traspasaba la dimensión de violencia política. En otras palabras, no solo los militantes de ETA, sino también ciudadanos españoles podrían justificar la violencia contra el rey.
La historia de Anitz Eskisabel nos lleva al siglo XXI. En el último capítulo, Anitz y otros tres militantes de ETA explican sus experiencias en prisión. Nacida en 1977, Anitz es detenida por la policía en 2005. Anitz estuvo dos años en prisión en espera de juicio, y abandonó la cárcel en 2007. Sentenciada a seis años de prisión después de un proceso de apelación, vuelve a entrar en prisión en 2010. Yo conocí a Anitz en 2014, cuando solo llevaba unos meses fuera de prisión. Debido a que, en ese tiempo, aún se estaba adaptando a la vida fuera de prisión, tuvo que pasar un año hasta que lograra entrevistarle durante mi segundo viaje al País Vasco. Siendo torturada por la policía en su primera detención, Anitz forma parte de la comunidad emocional de los prisioneros vascos. ¿Cómo se puede entender la historia de Anitz desde una perspectiva de género, teniendo en cuenta que ella es la única mujer que participó en esta investigación?
El día en que ETA oficialmente dejó de existir –el 3 de mayo de 2018–, la mayoría de los periódicos españoles la retrataron como una organización criminal que había estado activa durante más de sesenta años[83]. En contraste con la simplificación de los textos de la prensa que hablan de «organización criminal», cuando Anitz abandona la prisión en 2014 es acogida con cariño por sus vecinos. En sus palabras: «Me sorprendió la cantidad de gente que vino a recibirme a la plaza del pueblo»[84]. En el siglo XXI, cuando ETA abandonó la lucha armada y despareció como organización, experimentando los niveles de popularidad más bajos de su historia, los prisioneros políticos vascos, como Anitz, seguían recibiendo calurosas bienvenidas cuando salían de prisión por parte de sus vecinos. Si la prensa española y la bibliografía sobre el conflicto vasco ha tratado de simplificar el apoyo a ETA, explicándolo como un «lavado de cerebro» sobre la población vasca, la vida de Anitz como mujer y como miembro de la Izquierda Abertzale nos cuenta una historia diferente[85]. Su actitud humilde durante la entrevista, repitiendo constantemente que su historia no era digna de ser contada, y a la vez mi propia experiencia mientras paseaba con Anitz por su pueblo y siendo testigo de cómo muncha gente se acercaba a saludarla, me constata la importancia de entender a ETA en este siglo XXI desde las microhistorias de sus militantes.
[1] Mucho se ha escrito sobre ETA desde una perspectiva securitaria. Uno de los libros más conocidos es: F. Domínguez Iribarren, De la negociación a la tregua. ¿El final de ETA?, Madrid, Taurus, 1998. Existen algunos trabajos en la misma línea argumentativa, pero que aportan una perspectiva más histórica.
[2] L. M. Sordo Estella, Promesas y mentiras. Las negociaciones entre ETA y los gobiernos de España (1976-2006), Madrid, Tecnos, 2017.
[3] Entiendo por «comunidad radical vasca» o Izquierda Abertzale (ambos sinónimos en este libro) aquellos partidos políticos, sindicatos y diversos movimientos sociales que han sido ideológicamente cercanos a ETA durante el largo conflicto armado vasco.
[4] J. Zulaika, Basque Violence. Metaphor and Sacrament, Reno, University of Nevada Press, 1988; B. Aretxaga, State of Terror, Reno, University of Nevada Press, 2005.
[5] F. Domínguez Iribarren, De la negociación a la tregua, op. cit., p. 11.
[6] Existe una vasta bibliografía de «conclusiones generalistas». La mayoría de los trabajos sobre el conflicto vasco que no incorporan una aproximación antropológica o histórica, desgraciadamente, caen en esta categoría. Los enfoques multidisciplinares, constantemente mencionados por los académicos en el siglo XXI, no han servido en mi opinión para combinar diversas disciplinas de las ciencias sociales y poder brindar análisis más amplios. De lo contrario, los análisis más «científicos» y positivistas, provenientes sobre todo de la ciencia política, han monopolizado la escena. Algunos ejemplos de libros con «análisis generalistas»: F. Domínguez Iribarren, ETA: Estrategia organizativa y actuaciones. 1978-1992, Bilbao, Universidad del País Vasco, 1998; y P. J. Francés, Una solución al conflicto vasco, Madrid, Ciudadano, 2000.
[7] La mayoría de las investigaciones sobre ETA se unen a las del nacionalismo vasco, asumiendo que ambos temas son inseparables. En otras palabras, no podemos entender a ETA sin tratar de explicarla en los orígenes del nacionalismo vasco. Sin embargo, ¿por qué algunos elementos que han sido importantes dentro del conflicto vasco, como el nacionalismo español, no son parte de los análisis sobre ETA?