La literatura de Gogol y el jardín de Pliuskin vendrían a desvelar lo inquietante, lo sucio y lo desordenado que habita en esa embobada y falsa quietud cantada por poetas y prosistas que habían precedido a nuestro autor.
La troika
El motivo «almas muertas», a buen seguro, le hizo al autor decidirse desde el principio a explorar en su obra el tema de la naturaleza del alma. Ello debió de remitirle, casi como un acto reflejo, a la teoría platónica del alma. Andriei Bielyi será el primero en reparar en que entre los caballos de la brichka de Chichikov y el propio héroe hay una más que evidente relación (véase 1996, p. 95); ahora bien, será Mijail Weiskopf quien profundice más en el parecido psicológico que se da entre los caballos y el héroe.
La brichka de Chichikov iba tirada por tres caballos: uno moteado, muy astuto y perezoso, que se limitaba a hacer que tiraba y al que Sielifan, el cochero, insultará de continuo, llamándole «malcriado», «calzonazos alemán» y hasta «Bonaparte»; el que ocupa el centro de la troika es uno bayo, bueno y «respetable»; y el tercero es el llamado «Asesor», por haber sido comprado a alguien que ocupaba tal cargo. El propio autor explicita que los caballos encarnan las virtudes y los defectos de Chichikov; es decir, son su alma[21]. «Razonando de este modo [mientras hablaba de los caballos], Sielifan se adentró finalmente en las abstracciones más remotas. Si Chichikov le hubiera prestado atención, habría conocido más detalles que se referían a él personalmente [...]» (p. 132, las cursivas son mías).
De este modo, el caballo moteado encarna el lado inmoral de Chichikov y los otros dos su lado más presentable. En todo caso, resulta evidente que, con su troika, Gogol está desarrollando una imagen que procede del Fedro de Platón, donde se dice que el alma es un carro con dos caballos y un auriga. Uno de los caballos es malo y se mueve por el desenfreno y la fanfarronería, mientras que el otro sería bueno y amante del honor, moderado y respetable. Misión del auriga sería, en primer lugar, saber adónde se va; y, en segundo lugar, dominar al caballo malo y dirigir al bueno, imponiendo su dirección aunque ello a veces sea difícil (véase Fedro, 253 A-D, pp. 326-327).
No obstante, entre ambos carruajes se descubren algunas diferencias significativas que hacen del alma de Chichikov algo aún más complejo. Al caballo moteado y al bayo central, se añade el Asesor de refuerzo que bien pudiera representar la parte burocrática del alma de Chichikov. Otra posibilidad es que Asesor tenga la función de «asesorar» al bayo, pues, como dice François Châtelet, el caballo bueno del Fedro está deseoso de «portarse bien pero las más de las veces no sabe cómo hacerlo» (1996, p. 126). Más aún porque el auriga de nuestra troika, que se supone que «ha de saber adónde va» casi nunca lo sabe o si lo sabe se confunde. De este modo, el alma de Chichikov aparece no tanto como maligna sino como desorientada. Pero es que la propia figura del conductor del carruaje en Almas muertas tampoco es siempre una figura única sino que cuenta con una especie de excrecencia que sería el lacayo Pietruska[22]. Si, en términos freudianos, se considera al ego el equivalente del auriga platónico que guía al carro del alma por el camino de la virtud que ha de tener satisfechos al id y sus deseos y al superego y sus represiones, con el fin de conseguir un estado de equilibrio (véase Bermejo Barrera 2007, p. 117) resulta que el ego que va sentado en el pescante de la troika es un «yo» fragmentado en un bon petit diable leído pero que huele a azufre y un campesino a la vez auténtico e imposible, a la vez sabio y zafio.
El Platón de Gogol, como explica Weiskopf, tendría, en realidad, poco que ver con el original. Más bien sería fruto de la asimilación de las construcciones llevadas a cabo por románticos rusos como Nikolai Polievoi o Nikolai Nadiesdin, que, en torno a los años veinte del siglo XIX, habían asimilado la filosofía neoplatónica de Schelling. Según la interpretación del Fedro de Nadiesdin, el alma humana embriagada de la contemplación de la belleza llega a un clímax en el que se revela un reino secreto de ideas que se acercan a la cabeza de Dios, fuente de todos los seres (véase Weiskopf, p. 128). Es cierto que Gogol se vale de ese pensamiento platónico filtrado, pero, ante todo, recurrirá al pensador griego como fuente de imágenes y símbolos atractivos y vívidos. Este platonismo estético barniza por completo su obra, generando escenas fascinantes por sus niveles de lectura. Por ejemplo, aquélla ya citada en la que la brichka lanzada al galope, tras el mal rato en casa de Nosdriov, choca con otro carruaje, en el que va la hija del gobernador, con el que se queda enredada. Por debajo del nivel factual del choque de dos carros cuyos caballos quedan enredados, hay un nivel simbólico en clave platónica: el encuentro de dos almas (véase p. 178); esta escena estará directamente relacionada con el Fedro (256 A, p. 330). Lo que estaría tratando de hacer Gogol es plasmar en imágenes concretas el discurso abstracto de Platón. De hecho, las concomitancias se suceden en la escena hasta el desenganche final, también semejante en Almas muertas y Fedro.
Según el propio Weiskopf, en Almas muertas, el descubrimiento de la habilidad para amar en Chichikov hace psicológicamente posible que su troika adquiera alas[23], pero para entonces el impulso erótico se dirigirá a otro objeto: Rusia.
Al igual que en el Fedro, el amor en Almas muertas es sólo un medio de alcanzar otra meta no sexual. Para Platón, se trata del mundo de las ideas infinitas percibido por los dioses y por aquellos que conducen el carro del alma: «Es en dicho lugar, donde reside esa realidad carente de color, de forma, impalpable y visible únicamente para el piloto del alma [...]. (247 C)». Gogol transfiere la invisibilidad y la falta de forma de la esencia platónica inmaterial a Rusia [...]. (Weiskopf, pp. 136-137.)
Así, Rusia sólo podía ser como se describe en la p. 305: «Todo en ti es abierto, vacío y plano» (las cursivas son mías). El héroe se asocia entonces con el propio narrador y la Rusia metafísica se convierte en la sabiduría y le otorga a dicho narrador un conocimiento profético. La patria terrenal que es Rusia se identifica con la celestial y se convierte en una troika que destruye todas las fronteras terrenales. La idea de Rusia pasada por el cedazo de Platón es una troika alada lanzada hacia el futuro «¿No vas tú también así, Rus, corriendo velozmente como una troika lanzada a la que nadie puede dar alcance? [...] ¡Ah, caballos, caballos, qué caballos! [...] todo cuanto hay en la tierra pasa de largo volando y, mirando de soslayo, se hacen a un lado y le ceden el paso otros pueblos y naciones» (p. 331).
De este modo, puede entenderse también la deriva profética gogoliana, que en adelante tratará de asumir la misión de convertirse en el instructor y el guía de la Rusia terrenal, algo que derivará en productos literarios tan discutibles como los Fragmentos.
La rueda
El poderío del simbolismo gogoliano llevará, no obstante, a que la propia brichka en su conjunto quede simbolizada por uno de sus elementos: la rueda. Con lo que, a su vez, el alma de Chichikov tendrá a la rueda por epítome[24]. No extraña por tanto que, después del episodio con Nosdriov en el baile del capítulo 8, Chichikov se sienta como una «rueda torcida» (véase p. 257).
En este punto, las homologías se disparan y los significados se concentran. Si, en el apartado anterior, he concluido que la troika es a la vez el alma de Chichikov y Rusia, habré de concluir ahora que Chichikov es Rusia en toda su miseria, en toda su grandeza y en toda su necesidad de redención. El giro de la rueda incorporará a su vez la idea del destino de Rusia: «Rus, ¿adónde corres tú