Notas al capítulo I
II. DEL ENTUSIASMO DE LA GUERRA SANTA A LA ESPERANZA DE LA ISTIRŶĀ‘
1. Héroes de la Guerra Santa
2. Hijos del demonio
3. Entre el «campo de la independencia» y el «campo de la esclavitud»
4. Entre al-Andalus y el Magreb
5. En favor del poder legítimo
6. Entre la «copa del veneno» y la «esperanza del retorno»
Notas al capítulo II
a) La dinámica de las imágenes
b) Carácter de las imágenes
c) Imágenes e ideología
d) Autoimagen y toma de conciencia
A ḤAVA, ADVA Y MORAN.
El origen de este libro es mi investigación, realizada bajo la dirección del profesor Emmanuel Sivan, de la Universidad Hebrea de Jerusalén, a quien le doy mi más sincero agradecimiento, así como a mis amigos y colegas de Israel y de España que me han animado y aconsejado.
Debo agradecer, igualmente, a la Escuela de Historia de la Universidad de Tel-Aviv la ayuda prestada para la traducción al español, realizada por M. Bar-Kochba y A. Komay.
INTRODUCCIÓN
El conflicto cristiano-musulmán en España ha suscitado gran atención por parte de la investigación moderna. Esta situación especial atrajo el interés de los estudiosos: durante casi ocho siglos dos comunidades vivieron una junto a la otra y entre sí en la Península Ibérica. Sin embargo, la mayoría de las investigaciones han tratado de los aspectos políticos, militares, sociales, económicos, culturales y legales de dicho fenómeno, mientras que la mentalidad, el mundo de las imágenes y de las concepciones de los dos grupos aún no han sido estudiados debidamente: ¿Qué pensaban los autores de ese período sobre sus rivales y sobre sí mismos? ¿Cómo vieron, describieron e imaginaron a su enemigo y cómo a sus propios héroes? ¿Cuál fue la imagen que adquirieron esas dos comunidades de la Península Ibérica para el historiador de ese entonces?
La imagen es, en efecto, la expresión simbólica literal de la realidad, a criterio del escritor. No se trata de una descripción objetiva de la realidad, sino del reflejo de las concepciones subjetivas de aquellos que la reseñan[1]. Por lo tanto este libro no centra básicamente su interés en el examen de la verdad histórica, sino en el reflejo de dicha «verdad» en la concepción personal de los cronistas, sean éstos cristianos o musulmanes.
El análisis de la autoimagen y de la del enemigo nos permitirá comprender tanto el desarrollo y la fuerza de la «mentalidad de hostilidad» entre cristianos y musulmanes como la consolidación de la autoconciencia en el seno de ambos grupos rivales. La exposición de la dinámica del conflicto desde aquellos aspectos que no pueden ser definidos en términos jurídico-legales ni cronológico-políticos, sino que pertenecen a un espacio nebuloso cuya existencia es posible constatar, pero que resulta muy difícil definir. Es un ámbito compuesto por palabras, expresiones, epítetos y asociaciones que el hombre suele utilizar a menudo, aunque no se pronuncie al respecto explícitamente. Es lo que puede ser considerado con los términos de «mentalidad» y «concepción».
El examen de la imagen toma significado en los marcos del razonamiento histórico si penetra en la complejidad del sistema de las imágenes, es decir, el examen de las imágenes del enemigo y el de las autoimágenes, como dos componentes inseparables de un solo sistema. En la realidad española, la autoimagen y la imagen del enemigo no pueden ser percibidas de la misma manera, debido tanto al pluralismo de la sociedad cristiana como al de la sociedad musulmana. Por ejemplo, al examinar una crónica castellana es muy importante comparar las imágenes de los aragoneses o de los francos con la de los musulmanes allí descritas. Sin esta dimensión comparativa la imagen podría carecer de significado. Al mismo tiempo sería un error examinar esa crónica sin tomar en consideración que los musulmanes no son percibidos como un todo, por lo que se debe tratar de ubicar y comparar las imágenes atribuidas a los nativos de al-Andalus frente a las de los bereberes del África del Norte[2].
I. El método
El estudio de las imágenes es un método relativamente nuevo en la historiografía en general y especialmente cuando se intenta escribir la historia de la Edad Media. El método en sí se origina en las ciencias de la conducta, particularmente en el de la psicología social. El historiador que se propone estudiar las imágenes y apartarse del relativo trillado de los calificativos que un grupo atribuye a los miembros del otro, debe recurrir a los instrumentos perfeccionados que las ciencias de la conducta ponen a su disposición tanto en lo que concierne a los conceptos que usa como a los interrogantes que se formula a sí mismo.
Dichos interrogantes se refieren sobre todo a la dilucidación del modo en que se crearon y consolidaron las imágenes, tanto en el individuo como en la sociedad, así como en la ligazón mutua entre ambos, por el examen de las funciones psicológicas y culturales que cumple la imagen en la organización de la percepción del mundo de una sociedad dada; por la clasificación de las distintas imágenes, es decir, la distinción entre imágenes «abiertas», que atribuyen a un grupo un sistema de peculiaridades que no son de un mismo tipo y que no entrañan una percepción estereotipada, frente a un sistema de imágenes «cerrado» y «equilibrado», en conformidad con el cual el grupo rival es percibido como poseedor de atributos sólo negativos[3]. Se interesan también por un examen del proceso de consolidación de la «imagen nacional» —o de lo que se llama el folk imagen— que se transmite al individuo a través de la familia, la tradición, la educación y la atmósfera cultural. Recibe también el nombre de «imagen histórica», cuya consolidación y fortalecimiento dependen del grado de conocimientos que tenga el pueblo de su propia historia. Este examen es especialmente importante para nuestro análisis, pues se apoya fundamentalmente en los escritos históricos que se transmiten, en forma tradicional, a las generaciones futuras, imágenes colectivas del pasado y del presente de sus pueblos. Se interesa por la localización de la «imagen del espejo» (mirror imagen), que es importante para el examen de la dinámica de hostilidad entre los dos grupos. En la base de este concepto se halla la idea de que el espejo refleja en forma invertida la misma imagen, es decir, el lado izquierdo aparece como derecho y viceversa; si se lo aplica a la imagen del conflicto se tiene: «... Lo que es negro y blanco en el sistema de autoimágenes de cierto grupo, se convierte en blanco y negro en las imágenes de los otros grupos...» La consolidación de la «imagen del espejo» está involucrada en la exageración de los elogios a la autoimagen, por una parte, y en la presentación de una imagen diabólica para el grupo adversario, por la otra[4].
Una de las dificultades que se presentan en la investigación de las imágenes es la conexión entre la imagen, el acontecimiento y el cambio que se opera en la imagen. La importancia de una modificación de esa índole reside en el hecho que demuestra un cambio mental y a veces ideológico en sociedades que se encuentran en conflicto. Las imágenes, por lo general, tienden a estabilizarse y revelan una fuerte capacidad de oposición a los cambios. Esta inclinación se origina en la tendencia de la mayoría de los seres humanos a la consistencia cognoscitiva (cognitive consistency) y en sus intentos de impedir confrontaciones y violaciones del equilibrio entre las imágenes y sus percepciones, por un lado, y las nuevas informaciones (cognitive dissonance)[5], por el otro.
De un modo natural surge el interrogante: ¿En qué grado y cuándo cada una de las dos partes envueltas en un conflicto