La Fe. Armando Palacio Valdés. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Armando Palacio Valdés
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 4057664171733
Скачать книгу
era un místico. Había tenido la fortuna de tropezar, en el rector del seminario, con un hombre de una piedad exaltada, con un orador elocuente, apasionado, genial, un verdadero apóstol. Este hombre extraordinario, que formaba contraste con el clero prudente y prosaico que le rodeaba, ejerció influencia decisiva en el espíritu delicado y soñador de nuestro héroe, consiguió arrastrarlo en su vuelo, comunicándole el fuego que devoraba su alma de asceta. Era medianamente instruido, pero hasta su pequeño bagaje de instrucción le pesaba. Sentía un respeto idolátrico, que comunicó a su discípulo, hacia la Teología por lo que había en ella de misterioso e incomprensible. En cambio miraba con indiferencia la Filosofía y despreciaba las ciencias naturales. Era, como todos los hombres de fe viva y corazón ardiente, enemigo de la razón. Cuando se cree y se ama de veras se apetece el absurdo, se despoja el alma con placer de su facultad analítica y la deposita a los pies del objeto amado, como Santa Isabel ponía su corona ducal a los pies de la imagen de Jesús antes de orar. Era un caso de suicidio por ortodoxia mística. Bajo su dirección, el seminario de Lancia fue perdiendo el ligero barniz científico que por las últimas reformas se le había dado. Seguíanse los cursos de física, de historia natural, de matemáticas, de filosofía, pero con tan poco aprovechamiento que ningún profesor se atrevía a dejar suspenso a un alumno, por mucho que disparatase en el simulacro de examen que se hacía. En cambio concedíase importancia decisiva a las prácticas religiosas, a todos los ejercicios de piedad. Se pasaba el día orando, meditando. El alumno más apreciado no era el que mejor dijese y entendiese las lecciones, sino el que supiera pasar más horas de rodillas, o ayunase con más rigor, el más silencioso y taciturno.

      La mayoría de los colegiales, hijos de labradores y artesanos, cumplía con estos deberes sin gran esfuerzo, viendo en ello una manera de arribar pronto y sin dificultades al sacerdocio. El estudio les hubiera mortificado más. Para Gil, tal género de vida representaba un trabajo constante, una lucha consigo mismo. Su inteligencia vigorosa apetecía el estudio, su fantasía el movimiento. Con sistemática tenacidad se puso a contrariar las expansiones de su naturaleza, dio comienzo al lento suicidio que primero había operado su maestro y antes todos los místicos del mundo. Penetró en el pensamiento de aquél, participó del ideal sombrío de su vida, de su furor de penitencias, de su desprecio de los placeres, de los horrores y también de la ciencia del mundo. En esta lucha con la carne hay su poesía. De otra suerte, no habría místicos. Cuando terminó la carrera era el modelo que se ofrecía a los colegiales. Humilde, reservado, grave y dulce a la par, rezador incansable y con la nota de meritissimus en todos los cursos.

      Ya le tenemos ejerciendo el cargo de teniente párroco en Peñascosa. Hubiera preferido marcharse a regentar una parroquia rural. El trato mundanal le producía penosa impresión: para él Peñascosa, con su casino, sus cafés y tertulias, era un centro de frivolidad, por no decir corrupción. Pero Dª Eloisa y sus protectoras se habían empeñado en tenerle en el pueblo, y el rector del seminario, su venerado maestro, le aconsejó que no desatendiese sus ruegos: si la frivolidad de la villa le molestaba, su tarea, en cambio, sería más meritoria y fructífera; las almas de los campesinos no necesitan tanto prolijo cuidado. Con la emoción y el anhelo de quien pone mano en una obra sacratísima, dio comienzo el nuevo presbítero a sus tareas. Levantábase al amanecer y se dirigía a la iglesia, donde entraba el primero, antes que el sacristán. Sentábase en el confesonario y allí permanecía escuchando a los que se acercaban al sagrado tribunal hasta las ocho, hora en que decía su misa. Después, aún se sentaba otro rato a confesar, y se iba a casa. Hasta la hora de comer, estudio, meditación, rezo. Después otra vez a la iglesia: rosario, enseñanza de doctrina, arreglo y aseo del templo. Desde que él llegó, éste comenzó a estar limpio y decoroso. Sin reprenderle, logró con el ejemplo, echando él mismo mano al plumero y a la escoba, que el sacristán cumpliese con su deber. Pero en lo que más se placía su alma fervorosa era en acudir prontamente al lado de los moribundos, en permanecer clavado junto a su lecho, exhortándoles al arrepentimiento, sosteniendo su confianza en Dios hasta que exhalaban el último suspiro. Esta era la parte grata de su tarea, la obra verdaderamente divina que le dejaba el corazón anegado de dulzura y entusiasmo. ¡Arrancar un alma de las garras del demonio! Cuando a la madrugada, después de cerrar los ojos a un pobre feligrés, se dirigía a la iglesia transido de frío, rota su flaca naturaleza por una noche de vigilia y trabajo, sus ojos se posaban en aquel mar siempre colérico, en aquel cielo sombrío, y en vez de sentir la tristeza y el dolor de la existencia, su espíritu se dilataba por la alegría y acudían a sus ojos lágrimas de reconocimiento. Era el gozo sublime de Jesús recorriendo a pie las abrasadas márgenes del lago Tiberiade, anunciando el reinado del Padre; era el gozo de San Francisco cuando tornaba a la Porciúncula con algún nuevo compañero de penitencia; era el del santo rey Fernando al apoderarse de Sevilla; era, en suma, el gozo de todos los apóstoles.

      Конец ознакомительного фрагмента.

      Текст предоставлен ООО «ЛитРес».

      Прочитайте эту книгу целиком, купив полную легальную версию на ЛитРес.

      Безопасно оплатить книгу можно банковской картой Visa, MasterCard, Maestro, со счета мобильного телефона, с платежного терминала, в салоне МТС или Связной, через PayPal, WebMoney, Яндекс.Деньги, QIWI Кошелек, бонусными картами или другим удобным Вам способом.

/9j/4AAQSkZJRgABAQAAAQABAAD/2wBDAAMCAgMCAgMDAwMEAwMEBQgFBQQEBQoHBwYIDAoMDAsK CwsNDhIQDQ4RDgsLEBYQERMUFRUVDA8XGBYUGBIUFRT/2wBDAQMEBAUEBQkFBQkUDQsNFBQUFBQU FBQUFBQUFBQUFBQUFBQUFBQUFBQUFBQUFBQUFBQUFBQUFBQUFBQUFBQUFBT/wAARCAWgA4QDASIA AhEBAxEB/8QAHgAAAgICAwEBAAAAAAAAAAAABQYEBwIDAAEICQr/xABgEAABAwIEBAQEAwYEAwUB Ah8BAgMEBREABhIhBxMxQRQiUWEVMnGBCCORCRZCobHBFyRS0TPh8CVDYnKC8TRTkqKDGBlEY3OT o7LTVYSzwiYoNTh0dpS0VmR1laTD0v/EABsBAAMBAQEBAQAAAAAAAAAAAAECAwAEBQYH/8QAOBEA AgICAQMDAwMDAwQCAgMBAAECESExAxJBUQQiYRMycUKBoZGx8AUjUjNicsEU4ZLRQ6Ky8f/aAAwD AQACEQMRAD8A8R0SpVGQZRnlQZQL63E6dKr9Ma63KdNODsJesa7LcbOopFsY8Q5jk+no8O6HW0L/ ADA2q9vS9sB+HdQ+G1Rbz7gai8shalmyb9vviS8l/gasuSJBoanpQJUF2QtQsVC2FnNVWnOTy2XX GmUpBQlJKQff33waz6+7WfCPQlmTCsR+RuAq/cD2xOoMNEWhxvihabdJJbTJI1BPbrjnk+j3MyXY Vobb74YW8LPKF7K2KvTAkTZglhXMc5+q2i56+lsS67ElGtvBSFqcUu7ZTvcdrYMzZDXhlMh1n4py tJItq1W3F/XG61FJ1sb7iLXJp8I6GVp5otqCTcpHfC9SVOImoAWdBuV3O1vXHKew4JzZF0FKgVqV 0SO98E6/JhvxkogcsAKu4EJ0kjt9sUTSwK3eSLXZilctDbgU0Qb6TcE4jUt0qDiXFhLQAtqNgDju lNN85S39IjAWUVjYnsPrjqqpaD4UxpMew06el+/3xX4EvNkeetzxawVEpSfLY7W9sMFLqajTAl11 POsrQFq3V6YF02TEbZUmWlKt7oum5A7/AGwOcBW6o/MSdrd8arNZxbrqni4VqLpN7974Kz3/APJK 5biS7trCTuPXGRVGVTuX+X47Ra4G/wBL+tsBmyUOpNwCD37YNi6CeXXHWak1oUQknz77W7k4m5sq S31tNtuBTFrnQbgm+NE+VFfiBEMJSSq7gSmxUP8AbGmmNM61Lk2TGsQdQ6ntb3xxuNvr8HSpUuk0 UiUW1OBxYS1bbUe/tjRPeL8pZKtSQbJsdrY2VMsGSSxbk2ATYWxspRio1eK0kEjTcX+uOyOjme6J DMxQpR1ODmgHTqO9u2F8uK16rm973xPeTdar73JtbGx5uIIYAt4i2+xwQvRvekpXThpcTzTYKAO+ IUFwsSkHVpSTZV+lsaEq0EYk1B2O5o5CQnrqsLXwaAbaw+h5aA2sKbAvse+MKZJSytSXFBLZF9/X ERlSUvAuC6O4xg8pPOUUbI7DGoBvmPF6QtRVqF7D6YmxJoRBWlTg5ibhAJ3xBhvMNlXORrv026Y0 6hjAMVjUbk7+uNr60FlISoazbVbHTjrRjhIT+Z3ViKSb4xiRGc5LyFXtY7/TEyoS0vqQltV2wL7e uBhUDbSLbb43xVoS8guC6O4wrGQUo0hDK1hxwJbtff1xpqEkvylkr1JBsm3S2I0l1tTyi0LI2sLY 3QH2EFfPSFDa103xFxp9Q6zgnsTv+zyFuDmAHSFHf2wGKjq1XOrrfGy4USfU4nBEQ0+wt4q3ofX/ AGwqj0u/Ibs0y1hUZJStOs21AH