Sobre la participación cada vez más amplia de la sociedad civil y las características del movimiento de justicia climática, cabe preguntarse: ¿se trata de un movimiento de movimientos o estamos ante la emergencia de la sociedad en movimiento, comparable a la potencia femenina que vislumbramos cada vez que se movilizan los poderosos colectivos de mujeres contra el patriarcado y la violencia de género?
En suma, el movimiento por la justicia climática es hijo de los movimientos pacifistas y ecologistas de los años ochenta, pero sobre todo de los más recientes y más comprometidos en la lucha contra todo tipo de desigualdad y contra las diversas formas de dominación neocolonial, racista y patriarcal. Es hijo de las luchas del Sur contra el neoextractivismo y de las masivas movilizaciones feministas que recorren el mundo. Los tiempos se han acortado de modo indefectible. Pese a las continuas manifestaciones en todo el mundo y al creciente protagonismo de los jóvenes, la brevedad es tanta que podríamos medirla con un reloj de arena. La radicalidad requerida en las posiciones y demandas es tanta que no basta con organizar movilizaciones que vehiculicen desde abajo las dimensiones expresivas de la lucha o se autolimiten al legitimar las tibias reformas que priorizan las leyes del mercado (bonos de carbono, entre otras).
El mensaje es cada vez más rotundo, como manifiestan los jóvenes, que son los verdaderos protagonistas de esta hora crucial: para generar cambios reales no solo es necesario desarrollar la dimensión expresiva, sino también avanzar desde abajo en la confrontación colectiva con el poder global y sus manifestaciones locales y territoriales, de modo que las decisiones sobre el futuro del planeta y de la humanidad no continúen secuestradas por una reducida élite política y económica que atenta contra el tejido de la vida. Para avanzar en una dirección transformadora, hacia una sociedad posfósil que plantee una transición justa y sustentable, la dimensión emancipatoria desde abajo debe activar la dimensión reguladora de los Estados en todos sus niveles.
[3] Véase “La lucha no debe ser contra el ‘cambio climático’ sino contra el ‘terricidio’”, entrevista de Lucía Cholakian Herrera a Moira Millán, Nodal, 24/10/2019, disponible en <www.publico.es>.
[4] La mejor introducción y síntesis de debates sobre el Antropoceno puede encontrarse en Fressoz y Bonneuil (2013). Veáse también Svampa (2019).
[5] El IPCC es un órgano intergubernamental que proporciona una base científica a los gobiernos, a todos los niveles, para formular políticas relacionadas con el clima, y sirve de apoyo para las negociaciones de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Clima y la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC).
[6] “El año 2019 cierra una década de valores excepcionales de calor y fenómenos meteorológicos de efectos devastadores a escala mundial”, disponible en <www.public.wmo.int>.
[7] Hemos desarrollado estos temas en Svampa (2016: parte I, cap. 2).
[8] En aquella ocasión, los activistas latinoamericanos presentes en la Cumbre convencieron a Fidel Castro de utilizar el concepto en la conferencia oficial, aunque Virgilio Barco, entonces presidente de Colombia, ya lo había usado en la ceremonia de final de curso en el Massachusetts Institute of Technology en junio de 1990 (Borrás, 2016-2017: 102).
[9] “Los seis gases de efecto invernadero considerados son: dióxido de carbono (CO2), gas metano (CH4) y óxido nitroso (N2O), y los otros tres son gases industriales fluorados, hidrofluorocarburos (HFC), perfluorocarbonos (PFC) y hexafluoruro de azufre (SF6 )”. Véase Protocolo de Kioto, disponible en <www.ecointeligencia.com>.
[10] El mecanismo de desarrollo limpio y el de aplicación conjunta son estrategias de flexibilidad del Protocolo de Kioto, destinadas a reducir las emisiones o a incrementar la absorción antropógena por los sumideros de los gases de efecto invernadero. Aunque estos mecanismos pueden significar el acceso de los países menos industrializados a tecnologías más eficientes, también pueden convertirse en medios de reducción barata para los más industrializados que retrasen las transformaciones que deben realizar “en casa”. La elección y el control de los proyectos que se llevan a cabo en los países empobrecidos se están revelando, además, como bastante problemáticas.
[11] Véase “Principios”, disponible en <climatejusticenow.org/sobre-cjn/principios>.
[12] Esta iniciativa fue promovida por el ambientalista Pablo Solon, entonces embajador ante la OEA del gobierno boliviano. Volveremos sobre el tema en el capítulo 5.
[13] Hemos desarrollado el tema en Svampa (2017).
[14] Disponible en <indigenousenvironmentalnetwork.blogspot.com>. El mecanismo REDD+ obligará a “titularizar” los bosques mediante profundas reformas en las leyes forestales, una especie de contrarreforma agraria a escala global.
[15] “Al desmoronarse la Unión Soviética, los soldados de la Guerra Fría buscaron otra gran amenaza. La encontraron en el ecologismo, que justo en ese momento había identificado un tema global decisivo que exigía una respuesta global” (Oreskes y Conway, 2018: 428). Véase también Klein (2015: cap. 2).
[16] Naomi Oreskes cit. en “Exxon tenía conocimiento del cambio climático desde hace casi cuarenta años”, disponible en <www.scientificamerican.com>.
[17] Véanse Oreskes y Conway (2018), y Klein (2015). No olvidemos que el Instituto Heartland también negó los efectos del tabaco en el fumador pasivo.
[18] “El negacionismo en España (2): Aznar y la estrategia del ‘Gota a Gota’”, disponible en <www.climatica.lamarea.com>.
[19] “El síndrome del perro del hortelano”, El Comercio, 28/10/2007, disponible en <www.chs-peru.com>.
[20] Se refiere al “cuerno de la abundancia”, símbolo de prosperidad y afluencia, en sintonía con la tesis del crecimiento indefinido.