Lo mismo ha sucedido en la física moderna. Analizaban la materia en el mundo exterior y llegaron a lo inmaterial. El Buda llegó a lo inmaterial en su viaje interior, y la ciencia ha llegado hasta allí en su viaje externo, pero ambos han alcanzado lo inmaterial. Los científicos tampoco dirán que es algo espiritual. El científico sólo puede decir que, sea lo que sea la materia, ya no está presente. No puede decir qué es lo que hay. «Sólo puede decirse que, sea lo que fuere lo que solíamos considerar como materia, ya no se halla presente; todo lo que podemos decir es una negación».
Dice el Buda:
«…y comprenden lo inmaterial, se les llama shramanas.»
Éstas son las categorías de shramanas:
«A quienes observan los preceptos de moralidad, son de comportamiento puro e intachable y se esfuerzan por realizar los frutos de la santidad, se les llama arhatas.»
Arhat es el estado más elevado de inmentalidad. La palabra arhat significa “quien ha conquistado a sus enemigos”. Ari significa “enemigo”, y arhat, “quien ha conquistado a sus enemigos”.
¿Quién es el enemigo? No está fuera de ti. Las pasiones, distracciones, deseos, odios, celos, la posesividad, la cólera, la sexualidad… Ésos son los enemigos.
En cierto modo, tu mente es el enemigo, el enemigo de fondo. A quien ha conquistado la mente se le llama arhat. Se trata del estado más elevado, el de alguien que está por encima de todas las nubes.
¿Alguna vez has viajado por el aire y te has fijado cuando el avión remonta por encima de las nubes? Todas las nubes están por debajo y tú te hallas en un cielo puro y azul. Ése es el estado interior del arhat. Se va penetrando la mente. Con el tiempo desaparecen las nubes de las pasiones, se quedan atrás, y uno asciende más y más por el espacio puro, en un espacio inmaterial. Ése es el estado del arhat.
Es el estado más elevado en la terminología budista. A lo que los cristianos llaman Cristo, el Buda lo llama arhat. Los jainistas lo llaman arihanta, que es una palabra que significa lo mismo. Lo que los hinduistas llaman avatara –Rama, Krishna– es ese mismo estado, el de arhat.
Pero el Buda es muy científico también en eso. No lo llama avatara, porque significa “Dios descendiendo en el mundo”, y eso implica creer en Dios. No utiliza ningún término que contenga presupuestos. Utiliza términos simples, sin presupuestos.
«Después está el anagamin.»
Arhat es el estado más elevado, y luego está el anagamin, que significa “el que no regresa”. Y dice:
«Al final de esta vida, el espíritu del anagamin asciende al cielo y realiza la arhatidad.»
Está justo por debajo del estado de arhat.
Anagamin es una palabra que significa “el que no regresa”. Ido, estará ido. Ido para siempre, sin tener que regresar. Ha llegado al punto de no retorno. Está cerca de ser un arhat, ha traspasado las nubes. Está en el límite, se halla en el umbral de llegar a ser arhat. Tal vez en él quede un pequeño apego, y ese apego está relacionado con el cuerpo. Así que al morir también desaparece ese apego. No regresará.
«Después está el skridagamin.»
Skridagamin significa “el que regresa”.
«El skridagamin asciende al cielo (tras su muerte), regresa una vez más a la tierra…»
Sólo una vez… Mantiene algún apego; muy débil, pero todavía existen algunas raíces y por ello se ve obligado a regresar a otro vientre. No carece absolutamente de deseos. El arhat carece de todo deseo. Un skridagamin ha ido más allá de los deseos groseros, pero todavía mantiene algunos sutiles.
¿Cuáles son los deseos groseros? El deseo de dinero, poder, prestigio… Ésos son los deseos groseros. El deseo de ser libre, de estar tranquilo, de alcanzar el estado final de arhatidad… son deseos sutiles, pero siguen siendo deseos. Deberá regresar una vez.
«Después está el srotapanna.»
La palabra srotapanna significa “el que ha entrado en la corriente”. Srota significa “corriente”, y apanna, “el que ha entrado”. Srotapanna quiere decir “el que ha entrado en la corriente”. Ha iniciado su periplo por el camino. Ya no es mundano, se ha convertido en sannyasin, ha entrado en el río. El mar está lejos, pero ya ha entrado en el río, ha empezado. Y cuando se inicia un viaje, éste siempre acaba. Por muy lejos que esté, ahí está.
El problema radica en quienes no han entrado en la corriente. Permanecen en la orilla. Son los seres mundanos, de pie en la orilla. El sannyasin, el bhikkhu, es el que ha entrado en el río, y sabe muy bien que el mar está lejos, pero ahora ha cubierto la mitad del viaje, sólo con entrar.
«Después está el srotapanna. El srotapanna muere siete veces y renace también siete veces, para luego realizar finalmente la arhatidad.»
Son cosas simbólicas, no hay que tomárselas literalmente… son sólo simbólicas. “Siete” no quiere decir exactamente siete. Significa que morirá muchas veces, y que también renacerá otras tantas, pero su rostro mira hacia el mar. Ha entrado en el Ganges y el viaje ha empezado.
«Cercenar las pasiones significa que, al igual que ocurre con los miembros cercenados, éstas nunca vuelven a utilizarse.»
Y cuando el Buda habla de suprimir las pasiones, quiere decir que es como si alguien te cortase la mano; ya no podrías utilizarla. O como si alguien te sacase los ojos; ya no podrías ver con ellos. El que está dispuesto a entrar en la corriente es alguien que, por sí mismo, suprime voluntariamente las pasiones, que dice: «No las volveré a utilizar».
Recuerda, no se trata de represión en la acepción freudiana del término. No se reprimen, sino que uno les retira la energía. El sexo sigue ahí, y no se reprime, sino que se deja de cooperar con él. La diferencia es enorme. Cuando el sexo está presente y se reprime, se lucha contra él, no se supera… se sigue con él. Si se lucha contra él, se sigue estando aferrado. Y si se lucha contra él se sigue asustado por su causa.
El Buda dice que uno simplemente no coopera con él. Surge un deseo, un deseo sexual… ¿Y qué haces? El Buda dice que sólo lo observes. Déjalo estar ahí. Llegará y se irá. Parpadeará en la mente, intentará atraerte; permanece vigilante, no permitas ninguna inconsciencia, si no acabará penetrándote. Simplemente permaneces alerta.
Dice el Buda: «Uno ha de permanecer simplemente atento. Entonces se es como una casa en la que arden lámparas, y donde hay lámparas encendidas los ladrones temen entrar. Cuando no hay lámparas y la casa está a oscuras, entonces los ladrones entran con facilidad. Quien está realmente atento es como una casa en la que hay un vigilante en la puerta, totalmente despierto, y donde hay lámparas encendidas. Los ladrones lo tienen difícil para entrar, no pueden reunir el valor suficiente».
Lo mismo sucede cuando se permanece consciente, que es como contar con un guardia. Cuando se es consciente, la casa está iluminada. Las pasiones no pueden penetrar. Pueden acercarse, pueden merodear por los alrededores, intentarán persuadirte. Pero si sólo observas, desaparecerán por sí mismas, porque viven gracias a tu cooperación. No luches contra ellas y no te abandones a ellas; limítate a permanecer consciente. Con el tiempo caerán como miembros cercenados.
Si empiezas a luchar estarás creando otro problema. En lugar de abandonarte a ellas te convertirás en alguien represor. El problema no se habrá solucionado, sólo habrá cambiado de nombre.
Así me lo han contado:
Un