–¿Crees que yo se lo permitiría?
–No sé qué pensar –los ojos de él tenían una expresión confusa mientras observaba la sombra entre sus senos–. Cuando te has soltado el pelo, Olivia, realmente lo has hecho de verdad.
El aire entre los dos pareció espesarse. Espesarse y llenarse de electricidad. La tormenta que había ido formándose en el interior de Olivia durante todo aquel día, ganó en intensidad y encendió sus venas. Su corazón empezó a palpitar con fuerza. Sus ojos brillaron.
–Por lo menos te diste cuenta de que era una mujer –contestó con voz ronca.
–Era difícil no hacerlo.
–¿Te gustaría acostarte conmigo, Lewis?
El hombre se quedó confuso. Pero junto con la confusión había una poderosa fascinación. No podía apartar los ojos de ella. Y Olivia se aprovechó de su momentánea inmovilidad para acercarse a él y apretarse contra su cuerpo. Los orificios nasales de Lewis se ensancharon por la sorpresa.
Olivia estaba más allá de la sorpresa, más allá de todo y sólo quería que Lewis la mirase del mismo modo en que lo había hecho cuando ella estaba en la pista de baile. Era un deseo imperioso que encendía sus sentidos y nublaba su conciencia. Lo único que quería era que su jefe admitiera que la deseaba, tenerlo a su merced.
Nicholas la había llamado aburrida. Si la pudiera ver en ese momento… Lewis no la miraba como si se estuviera aburriendo, desde luego. Poniéndose de puntillas, rozó sus labios con los suyos.
Su jefe se quedó helado, pero sólo por un segundo. Cuando ella lo besó por segunda vez, más firmemente, los labios de él se hicieron suaves, se separaron a la vez que los de ella. Cuando la lengua de Olivia fue al encuentro de la de él, Lewis soltó un gemido de abandono.
Una oscura sensación de triunfo llenó su alma. Sonriendo, se separó un poco para observar el rostro sonrojado de él.
–Vuelvo en seguida –dijo, con una sonrisa maliciosa.
Se bebió el resto de su copa de camino a la puerta. Luego, se dio la vuelta e hizo un gesto travieso.
–No queremos que nos molesten, ¿verdad?
En el fondo, algo le decía que su comportamiento estaba siendo escandaloso, pero nada iba a detenerla. Sus razones, cualquier escrúpulo, estaba enterrado bajo la excitación del momento.
Los ojos de él no dejaron de observarla mientras ella cruzaba de nuevo la sala. Y le brillaban, delatando lo excitado que estaba.
Ella depositó su copa sobre la mesa, pero no hizo ademán de agarrar la suya. Simplemente tomó la mano libre de él y le condujo hacia el sillón negro de piel.
Lewis se sentó donde ella le indicó. Los ojos azules de él ardieron al verla quitarse los zapatos y acurrucarse a su lado.
–Ahora terminaremos esto los dos juntos, ¿verdad? –dijo ella, agarrando ya la copa de él.
Cuando ella se la puso en los labios, él bebió obedientemente, quedándose en silencio cuando le tocó terminar a Olivia. Decidida a no ponerse nerviosa por su silencio, se terminó el vaso y luego lo arrojó suavemente sobre la alfombra. Después, agarró el rostro de él entre las manos y lo besó. Primero suavemente y luego con más intensidad, consiguiendo que gimiera.
Con las manos sorprendentemente ágiles, Olivia consiguió desabrochar la camisa y besarlo. Finalmente, apartó los bordes de la camisa a ambos lados para poner las manos sobre su pecho desnudo.
Él era firme y musculoso, con el vello suficiente para emanar una virilidad que comenzaba a encenderse abiertamente. Lewis tenía un cuerpo magnífico, decidió. Sería porque equilibraba perfectamente la vida sedentaria con sesiones en el gimnasio.
La meta de seducirlo se acrecentó cuando su propio deseo se encendió. La cabeza le daba vueltas y apartó la boca de sus labios para lamer y besar el lugar que sus manos habían tocado. Cuando llegó a uno de sus pezones, él dio un suspiro entrecortado. Con una sabiduría de la que no había sido consciente hasta ese momento, deliberadamente evitó sus pezones después de aquello, hasta que se pusieron rígidos por sí mismos.
–¡Oh, Dios! –exclamó Lewis, cuando ella atrapó uno de ellos con los dientes.
La desnuda pasión del estallido de él la excitó, y comenzó a atormentarlo con más intensidad hasta que el pecho de Lewis comenzó un movimiento ascendente y descendente acompañado de una respiración irregular. Cuando los besos de Olivia viajaron hacia su ombligo y sus manos encontraron la cremallera de sus pantalones, él trató de detenerla.
–No –dijo él.
Pero ella pensó que su voz no había sido demasiado firme.
Sonriendo seductoramente, ella tomó sus manos y se las apartó, colocándoselas después en el respaldo del sofá. Olivia tuvo que ponerse prácticamente encima de él para hacerlo, sus senos se apretaron contra el pecho ancho de él. Al sentir la impresionante erección de él contra su vientre, sintió una mezcla de seguridad y excitación. De alguna manera, le aseguraba que Lewis no iba a negarse a hacer lo que ella tenía pensado.
Y tenía un montón de cosas en la cabeza. Todas las cosas que Nicholas pensaba que era incapaz de hacer. Todas las cosas que la querida Ivette había estado dándole en su propio despacho.
La necesidad de venganza, intensificada por su propio deseo, encendió sus venas y envió una orden firme a su corazón.
–Calla –dijo ella–. Tú quieres que lo haga. Lo sabes.
Él juramento que soltó la hizo sonreír.
–Sí, pronto –prometió ella–. Pero, primero, túmbate y disfruta. No tenemos prisa, ¿verdad?
Olivia esbozó de nuevo una sonrisa. Era maravilloso sentirse tan segura.
Desde luego, en realidad, estaba bastante lejos de sentirse segura. Se sentía totalmente fuera de control. Pero necesitaba hacerlo más que ninguna otra cosa en el mundo. Lewis iba a devolverle su autoestima, su confianza y su alma. Él iba a hacer que su espíritu se revitalizara, que se llenara de vida. Iba a hacer que se sintiera de nuevo como una verdadera mujer.
Le fue bastante fácil quitarle la ropa a Lewis. Se maravilló del modo en que sus dedos manejaban su sexo de un modo tan natural, como si fuera una verdadera experta. Y no sintió ninguna repulsión al hacerlo. Era como si se hubiera convertido en otra persona. En una mujer desinhibida y con una gran experiencia.
–Olivia –exclamó Lewis cuando la cabeza de ella comenzó a descender.
Ella se detuvo y lo miró a los ojos.
–Está bien –dijo ella, sonriendo–. Deja de preocuparte.
Lewis se quedó mudo después de eso, excepto por el pequeño ruido que sus uñas comenzaron a hacer sobre el cuero del sofá mientras sus dedos se retorcían.
–Ahora quédate exactamente donde estás –murmuró ella finalmente, apartándose el pelo de la cara y sentándose sobre él–. Prométeme que no te moverás.
Él parecía completamente asombrado mientras ella se desnudaba. Se subió un poco la falda y se quitó las medias y las braguitas. Olivia disfrutó al ver que él devoraba sus piernas con la vista. Se dejó la falda puesta, ya que le parecía muy erótico estar completamente desnuda bajo ella. Y tampoco se quitó la blusa. Eso podía esperar.
Luego se dio la vuelta y volvió a llenar su vaso con champán, dando un buen trago, por si el maravilloso efecto del alcohol comenzara a debilitarse.
Llevándose el vaso con ella, volvió hacia Lewis y se subió a horcajadas sobre él, pero apoyándose con sus rodillas, de modo que sus cuerpos no se tocaran todavía. Olivia dio gracias a que su falda no fuera demasiado ajustada. Y luego dio otro trago de champán.
–Creo que yo