El árbol de los elfos. Tamara Gutierrez Pardo. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Tamara Gutierrez Pardo
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788468548043
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me molestó, a pesar del dolor y la rabia que sentía. No, no era justo, pero en ese momento no tenía fuerzas ni ganas para reprobarlo.

      —¿Ya habéis terminado? —Lloró Jän, indignada—. ¿Acaso yo no cuento para nada?

      Noram ladeó su semblante afligido para ocultarlo.

      —Mi decisión está tomada.

      —¿Tu decisión? —Jän jadeó su irritación y se puso frente a él para que la mirase a los ojos—. ¿Y qué hay de la mía? ¿Qué pasa si yo decido otra cosa? ¿Y si yo decido luchar por ti?

      La vista de Noram se izó hacia la suya con sorpresa. Sin duda no se había esperado esa reacción por parte de Jän.

      Y yo tampoco.

      ¿Luchar… por él? ¿Jän quería… luchar por él? Mi corazón sufrió otro aguijonazo colmado de veneno.

      —¡Un momento, detengan el espectáculo! —se oyó de pronto.

      La atención de todos los presentes se alzó hacia el palco, incluida la mía, a mi pesar. El público ya jadeaba, conmocionado, cuando mi boca se quedó colgando. El Gobernador estaba rodeado de cuatro elfos encapuchados. Todos supimos de quiénes se trataba, sus túnicas verdes, ribeteadas con bordados de hojas doradas, lo confirmaban, todos habíamos oído hablar de ellos. Eran los Buscadores del Árbol. Habían entrado sin hacer el más mínimo ruido, discretamente, por alguna puerta trasera oculta del estadio para que ningún partidario de Rebast los viera o sospechara.

      El Gobernador tardó un rato en reaccionar, al igual que todos los que abarrotábamos el estadio. Se apresuró a tocar un botón y las compuertas del techo se cerraron, dejando el estadio completamente blindado.

      Eso fue otra señal.

      —¡Tenemos noticias! ¡Noticias! —exclamó con júbilo.

      Un murmullo, realmente elevado para cualquier elfo, se revolvió entre el graderío al percibir la alegría del Gobernador.

      —¿Qué noticias son esas? —se preguntaba la gente, expectante y exaltada por la esperanza.

      Todos esperábamos la gran noticia. Esa noticia soñada. Y esa noticia, por increíble que pareciera, llegó.

      —¡Los Buscadores al fin han hallado el Árbol de los Elfos!

      Todos los presentes nos quedamos en un absoluto silencio, ni siquiera fuimos capaces de movernos durante varios segundos. Habíamos estado esperando escuchar esa frase durante años, décadas, yo ni siquiera recordaba cuándo me habían hablado mis padres de la posible existencia de ese árbol mágico, porque ya lo habían hecho cuando ni siquiera tenía uso de razón. Era el cuento feliz que siempre nos habían relatado antes de acostarnos, el cuento favorito de todos los niños elfos.

      Un cuento que hoy parecía hacerse realidad.

      Breth y yo nos miramos y ambos esbozamos una amplia sonrisa rebosante de felicidad. No hicieron falta las palabras para saber qué pasaba por nuestras cabezas. Tomé su mano y la estreché con fuerza. Encontrar el Árbol de los Elfos significaba que la Tierra iba a ser repoblada y sanada, pero también significaba que todo iba a terminar por fin. Una vez concluida nuestra parte, una vez custodiado el árbol y puesto a salvo, nosotros los guerreros podríamos seguir con nuestras vidas. Los elfos podríamos volver a los bosques, si quisiéramos, o quedarnos en la ciudad, una urbe bonita y luminosa con grandes y verdes parques, llena de vida. Breth y yo al fin podríamos formar una familia. Podríamos vivir en una bonita casa con jardín. Un jardín de un fresco y verde prado lleno de flores, bajo un cielo limpio y claro, azul, custodiado por grandes y frondosos árboles, circunvalado por un bosque entero. Un jardín con juegos para nuestros cuatro o cinco hijos y para nuestro perro.

      —Lugh. —Sonrió Breth, acariciándome la mejilla.

      —Lo sé —correspondí yo.

      Aunque era ella la que poseía el don de ver los pensamientos, yo siempre adivinaba lo que pasaba por su cabeza. Estábamos plenamente sincronizados, éramos almas gemelas. Nos fundimos en un abrazo que culminó con un beso apasionado.

      —¡Guerreros Elfos, se inicia el protocolo! —decretó el Gobernador acto seguido.

      Eso era como un botón que todos los guerreros teníamos instalado en el cerebro. Se armó un buen revuelo en el estadio, salpicándolo de murmullos. Los tres que estaban en la lona fueron los últimos en reaccionar. Dejaron a un lado la trifulca sentimental que habían protagonizado y también se unieron a la marcha frenética que se inició hacia el palco.

      —Vamos —me exhortó mi esposa.

      Nos levantamos del asiento y subimos por las escaleras. Al llegar, el Gobernador apretó otro botón que cubrió la parte delantera con unos paneles que se apoyaron en el antepecho del palco. Todo era alto secreto. Los Buscadores retiraron sus capuchas hacia atrás y pudimos verles las caras. Los cuatro eran ya elfos maduros.

      Nos saludaron con un ligero asentimiento que imitamos.

      —¿Habéis encontrado el Árbol de los Elfos, decís? —inquirió Rilam, entre atónito y maravillado.

      Mal que bien, la Competición se había suspendido, por lo que oficialmente seguía siendo el líder, así que nadie se inmutó cuando habló en nombre de todos.

      El Gobernador le dio la palabra a Dorcal.

      —Así es —corroboró el elfo de cabellos negros—. Se halla en una tierra oculta, un paraíso escondido en una realidad paralela, en otra dimensión. Por eso nunca habíamos dado con él. Nuestros ancestros fueron muy inteligentes.

      —¿En otra dimensión? —preguntó el Gobernador sin entender.

      Nosotros tampoco comprendimos, sinceramente, excepto Breth, que seguramente ya había escudriñado todo cuanto quería saber en la cabeza del buscador.

      —Conocéis la existencia de los agujeros de gusano, ¿verdad?

      —Sí, claro —respondió Rilam, casi ofendido por que el buscador se atreviera siquiera a dudarlo.

      —Digamos que esa otra dimensión se halla al traspasar algo parecido aquí en la Tierra. Lo crearon nuestros ancestros para proteger el árbol, guardando una parte del paraíso en el que vivíamos en aquel entonces. Minn halló una pista que nos condujo hasta él.

      —Así es —asintió la elfo de cabellos verdes, satisfecha—. Percibí una energía fuera de lo común que nos condujo hasta un pequeño lago. Sus aguas formaban aros concéntricos, y entonces lo supe. Supe que teníamos que traspasarlos. Esa es la entrada.

      —¿Queréis decir que existe un paraíso lleno de bosques en la Tierra? —pregunté, sorprendido y perplejo.

      —Existe, de momento —matizó la buscadora de pelo rojizo llamada Paireline—. Aunque nuestros ancestros utilizaron todo su poder para crearla, esa realidad paralela ahora mismo es como una pompa de jabón, no durará mucho más tiempo, me temo. Hace ya tiempo que se está apagando. La Tierra se muere, y con ella, todo lo que habita en sus dominios, incluida esa realidad paralela. Día a día se vuelve más y más frágil, el Árbol de los Elfos no sobrevivirá mucho más si continúa en ese lugar.

      —Pues tenemos que partir hacia allí, y pronto —decretó el Gobernador—. Ya estamos en estado de protocolo. Hoy mismo partiréis junto con los Buscadores y custodiaréis el proyecto en todo momento. Ese árbol es lo más importante ahora, es nuestra máxima prioridad, de él depende nuestra supervivencia en la Tierra, así que centraros.

      El Gobernador le echó una mirada a Rilam, Noram y Jän con toda la intención. Ellos comprendieron el mensaje enseguida.