Cuando captamos el equilibrio que nos rodea podemos ponernos en sintonía con él. A partir de ese momento, es posible generar equilibrio y proyectarlo a nuestro entorno. Si estamos en equilibrio podremos lograr que nuestro entorno familiar o laboral también lo esté.
Cuando se busca la riqueza (al extremo) aparece la codicia. Si la codicia manda, las fortunas se vuelven imposibles de vigilar pues el extremista no parará hasta conseguir todo lo que quiere... y tampoco se detendrá cuando posea esto.
Lao Tzu enseña la libertad y la no posesión. Considera que el hombre de acción debe fluir libremente por donde le plazca, incluso por los extremos, pero no detenerse en ellos. Aunque quisiera no podría vivir siempre en los extremos. Esta forma de vida se volvería paradójicamente costumbre. Por eso Lao Tzu apoya el movimiento y el cambio.
Pensar distinto y cambiar nuestras costumbres por experiencias propias para lograr el equilibrio; permitir que la vida fluya, eso es tao.
El individuo del tao se retira cuando la obra está concluida, no hay nada más que hacer, no se queda para que lo coloquen en una posición extrema. Cuando comienzan a alabarle se retira, pues la alabanza, como vimos, genera separación; por eso se marcha y preserva el equilibrio. Con su acción enseña la armonía.
Lao Tzu concluyó su vida y se retiró al bosque, nada más se supo de él.
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