El punto original. Ángel Largo Méndez. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Ángel Largo Méndez
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Зарубежная психология
Год издания: 0
isbn: 9789878707600
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y auto observación.

      Lo Manifiesto se determina por dos estados intrínsecos que conforman la realidad: la quietud y el movimiento. A través de su propia traslación el Punto Reflejo da origen a la expresión. Estos estados también serán preponderantes al momento de definir las experiencias que el hombre conoce como base de su existencia.

      Pero este movimiento es ilusorio. En realidad, es el replicar del Punto Reflejo de manera incesante y continua, dando la apariencia de que se mueve. Es decir, todo lo que hay es el Ser del Punto Original estando presente siempre, dando forma a Lo Manifiesto.

      El Ser, desde la quietud que es su estado original, inicia con el movimiento un proceso que deviene en una autoexploración infinita de su poder. La conciencia de sí mismo sale a indagar a través de la expresión fenoménica. Su recorrido termina donde empezó, ya que al no existir otro Ser Manifiesto en el infinito, el primero se convierte en salida y retorno obligado. ¿Qué figura geométrica inicia y termina donde comienza, sin tener otro punto o vértice? Un círculo aparece en el Punto Original, el Ser Manifiesto toma forma.

      Basta que observemos todo cuanto nos rodea para captar rápidamente cómo lo animado y lo que creemos inanimado comparten algo fundamental en común: su movimiento cíclico.

      Podemos ver el movimiento circular o cíclico de Lo Manifiesto en el desarrollo de la vida. En el útero de la madre, donde al principio no había nada, solo calma absoluta, surge una nueva expresión: un embrión que pasará luego a ser un bebé, luego un niño, después un joven, siendo en esta edad, la de mayor desarrollo y plenitud física alcanzable. Luego el ritmo de este ser escalona para atrás, o expresado de manera correcta, da la vuelta: adulto, mayor, anciano, hasta llegar a la muerte, que es la desaparición, la calma, la quietud, de vuelta a esa nada inicial. Este es un proceso que dibuja una circunferencia perfecta, replicando el movimiento inicial del Ser, con la diferencia de que sucede dentro ya de la experiencia física, a un nivel micro.

      Esta misma rueda de la existencia efímera de lo Manifiesto sucede en cada fenómeno objetivo sine qua non: plantas, animales, minerales, parásitos, virus, células, mundos, estrellas, galaxias, pensamientos, sensaciones, sentimientos, una lista interminable de procesos cíclicos presentes en lo macro y en lo micro con un mecanismo fractal como base. Este proceso, este devenir del Ser, sucede dentro, fuera y en nosotros. Es absurdo pensar que, por alguna excepción a la regla, el hombre está exento de un sistema que se presenta como una fuerza o tratado imprescindible en todo el universo. Ciertamente, escapar a aquello sería una especie de divinización del hombre, que lo engaña de su condición real.

      Es de suma importancia aclarar que este círculo que utilizamos para comprender la formación de Lo Manifiesto es una alusión al movimiento de las formas, no a su dimensión o extensión. Con esto quiero decir que el universo no es un círculo, al menos no el universo en el cual vivimos, pero su expresión si mantiene este recorrido como modelo.

      Esta dualidad característica que asume el Ser en su expresión se seguirán ampliando y reproduciendo interminablemente hacia el desarrollo total de las infinitas potencialidades latentes del Punto Original. Sin embargo, aquí vale observar un detalle. El Punto Original, no se ve afectado por el movimiento originario de su Punto Reflejo. Independiente de cómo avanza el desarrollo fenomenológico quietud/movimiento el Punto Original se muestra incólume, intocado y siempre presente.

       Un movimiento constante, un tiempo subjetivo

      El Punto Reflejo inicia la exploración o auto observación de sí mismo y forma una línea que en su recorrido irá hasta los confines de sus posibilidades para luego retornar a donde partió, ya que es lo único que hay, que existe y conoce, o sea el sí mismo, el retorno a casa. De esta manera, el Punto Original auto expresado en su reflejo observa sus potencialidades infinitas en un espacio finito.

      Este espacio en un análisis rápido y simple parece compuesto de objetos, es decir, de millones y millones de expresiones que aparecen en el movimiento. No obstante, reconociendo que esta traslación se refiere a un cambio de estado de la conciencia de sí mismo o subjetividad pura, podemos decir que lo real y permanente en todo momento no es más que un reflejo del Punto Original.

      Cuando vemos al círculo creemos que estamos ante un objeto sólido, distinto y propio. Es obviamente visible, medible y tangible. Si nos detenemos a revisar su composición vemos que la figura en realidad no es más que una sucesión de puntos que inician y terminan en la misma posición dada. La forma real de la figura (y cuando hablamos de real, hablamos de inalterable) sigue siendo el punto, que ya sea uno en movimiento, o muchos superpuestos, dan la apariencia de un círculo.

      ¿Existe en el gráfico algún elemento que no parta o sea expresión del mismo punto? No. Entonces no hay una distinción entre el origen y la apariencia que toma. Los objetos no son más que el Ser expresándose, dando lugar a apariencias que a primera vista parecen disímiles, separadas, pero que son en origen lo mismo.

      Esta comprensión aparece gracias a la capacidad de una de estas apariencias, el hombre, de observar y medir la transición de las formas. Proceso mental que justamente da objetividad al espacio, ya que lo divide en dos: quien lo comprende y lo comprendido.

      A esta capacidad para medir el movimiento se la llamó tiempo. En la antigua Grecia, en los albores de la filosofía, se pensaba que el transcurrir del tiempo iba desde el caos hacia el cosmos, para luego regresar al caos, y así sucesivamente, en un ciclo eterno. Es decir, todo lo que nace en la naturaleza se degenera, deviene, y muere, para luego volver a nacer, y repetir el ciclo.

      Ese ciclo es el movimiento del Ser que lo convierte en un fenómeno o forma llamado Cosmos. Sin embargo, los primeros filósofos notaron hábilmente que el movimiento se generaba en los seres y no fuera de ellos, y sin afectación de la aparición y desaparición de cada uno, esta capacidad de moverse seguía constante, en un proceso calcado, repetitivo y homogéneo. Llegaron a la conclusión de que todo lo que existe físicamente tiene esta característica fundamental, el movimiento continuo.

      Al comprender y experimentar este movimiento el hombre crea el tiempo, un concepto para entender la dinámica de Lo Manifiesto. El tiempo no es una dimensión, sino la fluctuación de estados que las formas sufren hasta llegar al extremo más lejano a su origen, alcanzar su máximo desarrollo, y luego retornar a su quietud de origen. Para comprender esta transición era imprescindible para la mente humana darle nociones medibles o cuantificables, y el tiempo aparece como una respuesta a esa necesidad.

      El movimiento de Lo Manifiesto mantiene una constante, una ruta cíclica que se repite o recrea en sus propias y miles de expresiones físicas individuales. Todo y todos somos una misma expresión subjetiva del Ser, pero que, al ser experimentada desde la individualidad del humano, se convierte en objeto, producto de la aparición del yo (lo que revisaremos más adelante). Dicha transición adquiere un carácter fraccionario, volviendo lo continuo algo cronológico.

      Lo que es claro vislumbrar es que antes de la aparición de la conciencia (el Yo Soy) en el hombre, la significación del tiempo no fue necesaria para la movilización continua de la evolución física. Este movimiento se generó siguiendo un patrón común: de menor a mayor complejidad, del átomo a los planetas, de los planetas a la vida unicelular, luego pluricelular, vegetal, animal y homo sapiens. El concepto tiempo no corría por esas estructuras, pero el movimiento era inherente.

      Desde la interiorización humana de ese movimiento, con la aparición de la mente o autoconciencia, el tiempo se ha convertido en una valiosa concepción para ordenar las cosas de manera que el incipiente raciocinio pudiera entender el proceso sistemático de la naturaleza. Necesario para comprender la existencia, pero no para existir, su significado sigue siendo parte importante de estudio y observación, siendo uno de sus más profundos misterios la posibilidad de retroceder o avanzar en él.

      Lo increíble es que, siguiendo su punto de