–Y no me lo digas. No te pierdes nunca una retransmisión deportiva en televisión.
–En realidad, no tengo televisión.
Sara lo miró fijamente. Durante un instante, pareció sorprendida.
–Deja que lo adivine. No ves la tele porque prefieres pasarte el tiempo trabajando.
–Lo has adivinado a la primera.
–Pero ¿no te...? Bueno, debes de hacer algo para relajarte.
–Claro que sí. A veces voy a algún concierto. Cuando tocan muy fuerte es genial.
–¿Y el cine o el teatro?
–No me van mucho.
Entonces, para su alivio, el tráfico empezó a moverse un poco.
–Ya iba siendo hora –comentó. Miró al reloj del salpicadero–. Vamos a llegar una hora tarde, pero no será demasiado como para poder cenar.
A partir de aquel momento restringiría la conversación a temas más seguros. Como el trabajo.
Capítulo Cinco
A las ocho y cinco, Luke aparcó frente al hotel. Sara se asomó por la ventana y observó el edificio. La fachada tenía la pintura pelada. Se dijo que los edificios que están junto al mar siempre tienen un aspecto algo desaliñado por la sal que contiene el aire. Tal vez el interior estuviera mejor acondicionado.
Sus esperanzas se desvanecieron en cuanto entraron en recepción.
–Lo siento, ha habido un problema –les dijo la recepcionista al verlos. Parecía estar a punto de echarse a llorar–. Esta tarde se nos ha reventado una tubería y no podemos ponerles en las habitaciones que ustedes reservaron.
–No hay de qué preocuparse. No nos importa tomar dos habitaciones completamente diferentes –dijo Luke.
La recepcionista se mordió el labio.
–De eso se trata precisamente. El daño que ha producido el agua... significa que sólo nos queda una habitación libre. Una doble.
Sara la miró horrorizada. ¿De verdad estaba sugiriendo la recepcionista que compartieran la habitación?
–Luke, tenemos que hablar –dijo mientras le tiraba del brazo.
–¿Qué es lo que pasa? –le preguntó él cuando estuvieron algo alejados del mostrador.
–No podemos compartir habitación. Tenemos que irnos a otra parte.
–A estas horas de un viernes por la noche en plena temporada de verano, tendríamos suerte de encontrar otro sitio.
–Tiene que haber otro lugar.
–Por el amor de Dios, Sara. Hemos estado seis horas metidos en el coche. En estos momentos, lo único que quiero hacer es cenar, darme una ducha, comprobar mis correos y dormir. Tienes razón. Jamás se planteó el hecho de compartir habitación, pero sólo es una noche. Somos adultos y compañeros de trabajo. Somos perfectamente capaces de compartir una habitación sin tener relaciones sexuales.
–Supongo –dijo Sara a pesar de que no estaba tan segura.
–Te aseguro que no me voy a abalanzar encima de ti.
Sara no respondió. No podía decirle que le parecía mucho más probable que ella misma se abalanzara sobre él.
–Mira, en este momento no estoy de humor para discutir. Estoy cansado y quiero darme una ducha y cenar algo. Te aseguro que nos las arreglaremos. Mira. Pediré un edredón o algo así para poder dormir en el suelo.
Con esto, Luke regresó a la recepción y le dijo a la recepcionista que se iban a quedar con la habitación. Entonces, se metió en el bolsillo la llave que le dieron y cargó con las dos maletas.
La habitación era mucho peor de lo que habían temido. Era pequeña, con sólo el espacio justo para la cama, una mesilla de noche, un armario empotrado y una cómoda. Por lo tanto, era impensable que Luke pudiera dormir en el suelo. Tendrían que compartir la cama.
–Ni lo digas... En este momento, mi prioridad es comer.
La cena resultó ser tan horrible como la habitación, además de tardar mucho en que se la sirvieran.
–Tal vez todo parece malo porque hemos tenido un viaje horrible –dijo ella–. Estoy segura de que todo tendrá mejor aspecto mañana.
–Puede ser.
Sara no se podía creer que, después de todo lo visto, Luke siguiera pensando en comprar ese lugar. No obstante, su negocio consistía en renovar empresas que estaban en una mala situación y aquel hotel decididamente lo estaba. Suponía la clase de desafío que a él más le gustaba.
–Bien. Voy a darme una ducha y a comprobar mis correos.
Y luego... a la cama. Juntos. Sara sintió que la boca se le secaba. Tal y como él había dicho, los dos eran adultos. Eran perfectamente capaces de dormir en la misma cama sin tener relaciones sexuales. Aun así, sintió que la adrenalina se apoderaba de ella.
Luke abrió la puerta y se hizo a un lado para que ella pasara primero. Entonces, las tripas de ella comenzaron a hacer ruidos por el hambre.
–Lo siento –susurró Sara.
–No es culpa tuya. Podríamos ir a ver si encontramos algo de comer.
Cierto. Sin embargo, él estaba tan cansado como ella.
–Se me ha ocurrido una idea mejor –dijo Sara mientras rebuscaba en el bolso–. Mi porción de emergencia.
–¿Tienes chocolate para las emergencias? –preguntó él, con voz divertida.
–No hagas burla.
–Ni se me ocurriría –dijo Luke. Se sentó en la cama y tomó con agradecimiento el enorme trozo que ella le partió–. Qué bueno –añadió tras el primer bocado–. Gracias. Siento haberte metido en esto. Jamás creí que el hotel fuera tan malo. Me dijeron que estaba algo obsoleto, con un cierto aire decadente. ¿Quieres darte la primera ducha mientras yo miro el correo?
–Gracias.
Al menos el agua estaba caliente. Cuando terminó la ducha, Sara se puso el pijama, que consistía en una minúscula camiseta de tirantes y unos pantalones cortos que enfatizaban sus curvas. No obstante, decidió pensar que Luke era un hombre de honor y confiar en su palabra. De lo que no estaba tan segura era de si podría confiar en ella misma.
Él estaba sentado en la cama escribiendo en el ordenador cuando Sara salió del cuarto de baño.
–Es la primera vez que te veo con el cabello suelto –dijo Luke–. Me gusta. Además, me alegro de que al menos uno de nosotros tenga algo para dormir.
–¿Qué quieres decir?
–Normalmente no me preocupo. Además, como no esperaba compartir habitación contigo, no me he traído pijama. De hecho, creo que ni siquiera tengo uno siquiera en casa.
Sara se sonrojó. Luke se encogió de hombros.
–No te preocupes, Sara. Te aseguro que me pondré decente para no avergonzarte. Voy a darme una ducha. Elige el lado de la cama que quieras. A mí me da igual.
Unos minutos más tarde, cuando Luke salió del cuarto de baño con sólo un bóxer puesto, Sara ya estaba en la cama, en el lado de la mesilla de noche, fingiendo hacer un crucigrama. Él aún tenía la piel húmeda de la ducha y el cabello revuelto. Estaba para comérselo. El pulso de Sara se aceleró un poco más.
–El agua de la ducha estaba helada –afirmó.