–Sí, efectivamente. Sé que esos dibujos que ella hizo eran muy bonitos, pero quiere que los pintemos de blanco. Y que saquemos todos los muebles que ella compró. Hasta el árbol de Navidad. Quiere que lo dejemos todo como estaba antes.
–¿De qué demonios estás hablando?
–Ya lo has oído.
A Justice empezó a costarle respirar.
–Ahora hay una contraorden que te digo yo –dijo a duras penas–. No vas a hacer caso a lo que ella te haya dicho. ¿Está claro? Por supuesto, te pagaré las molestias.
–Venga ya, Justice. Sabes que eso no es necesario. Supuse que tenía que haber un error. Me alegro de haberlo aclarado.
–De acuerdo. En lo sucesivo, te pido que consultes conmigo cualquier otra orden.
–Lo haré. Espero que tengas una feliz Navidad.
Sin embargo, Justice no tendría Navidad, ni feliz ni de ninguna otra clase si Daisy se marchaba y se llevaba a su hija, a Aggie y a Jett. Las cuatro se habían convertido en personas importantes para él y para Pretorius. Formaban una familia y, costara lo que costara, tendría que encontrar el modo de detenerla y convencerla para que se quedara.
Durante los siguientes tres días, Justice no supo si enfrentarse a Daisy sobre lo que ella había ordenado a Cord o esperar al veinticinco. Lo único que lo mantenía en silencio era pensar que una confrontación podría provocar que ella se marchara antes de Navidad. Durante el día trabajaba como un poseso, esperando que si él no podía amar, al menos la capacidad de su robot para sentir las emociones humanas lo ayudara a analizar el problema y a encontrar la solución lógica. A cada noche que pasaba, el acto sexual entre ambos se hacía cada vez más desesperado, como si los dos presintieran que el tiempo que iban a pasar juntos estaba a punto de terminar.
El día de Nochebuena, cuando ella se levantó de la cama y se marchó a su dormitorio, Justice supo que había perdido. En silencio, recorrió la casa, tratando de imaginársela sin el ruido y la alegría que había reinado en ella desde el día en el que llegaron.
Se detuvo delante del árbol de Navidad, el que habían decorado todos juntos. Había sido la primera vez que Pretorius había salido del sótano. Tras permanecer allí unos segundos recordando lo bien que lo habían pasado aquel día, regresó a su laboratorio para tratar de conseguir que el Emo X-15 resultara operativo. Arrancó el ordenador y accedió al listado de sentimientos que Pretorius había organizado. Su tío había denominado a una de las carpetas «Amor». Justice no recordaba haber visionado su contenido.
Las primeras fotos y vídeos eran de Daisy y de Noelle en las que las dos sonreían juntas y se besaban. Entonces, encontró una interminable cascada de fotos de sí mismo con su hija. Se quedó atónito. Ni siquiera sabía que aquellas fotografías existían. No podía malinterpretar la expresión de su rostro igual que no había podido hacerlo con el de Daisy.
Sin embargo, fue la última fotografía la que estuvo a punto de destruirle. Acababa de llegar y aún tenía el abrigo puesto. Tenía a su hija en brazos, pero no era a ella a quien miraba, sino a Daisy. Y allí, en su propio rostro, vio amor.
¿A quién había estado engañando? Se había negado a ver lo que tenía delante de sus propios ojos, pero allí estaba. Era un amor innegable, con brillo de adoración en la mirada y el deseo escrito en cada centímetro de su rostro.
Amaba a Daisy.
Se puso de pie con la intención de ir corriendo a decírselo, pero se detuvo en el último momento. ¿Y si ella no le creía? ¿Y si se pensaba que era un último esfuerzo por conseguir que se quedara? ¿Cómo diablos iba a poder convencerla de que la amaba de verdad si ni él mismo lo había creído hasta aquel mismo instante?
Solo había un modo posible. Necesitaba pruebas. Necesitaba… Observó la elegante forma del Emo X-15. Necesitaba un robot capaz de detectar sentimientos.
–Aún tengo una oportunidad…
–¿Dónde está Justice? –le susurró Jett a Pretorius, aunque sin evitar que Daisy se enterara.
–Donde está siempre últimamente. En su laboratorio –respondió Pretorius.
–Pero si es Navidad. Hasta tú has subido –comentó Jett mientras empezaba a apretar los botones de un mando a distancia.
Pretorius se encogió de hombros.
–Tal vez se ha olvidado. Jamás hemos tenido una Navidad de verdad antes –añadió.
Daisy respiró profundamente. Ya estaba bien. Había esperado que la llamada a Cord le diera a Justice el empujón que necesitaba. El hecho de enfrentarse a la pérdidas de todas las mejoras que ella había hecho a lo largo del último mes debería haber sido suficiente para hacer que él recuperara el sentido común. Tendría que haberse imaginado que no sería así y ese hecho solo podía significar una cosa.
Evidentemente, se había equivocado con él. ¿Cómo había podido creer que la amaba?
–Muy bien, todo el mundo –dijo ella con una sonrisa–. Ha llegado el momento de abrir los regalos.
Justice no recordaba hasta qué hora había estado trabajando aquella noche. De repente, un ¡piii! tras otro lo despertaron de un profundo sueño. Maldita Jett…
Se puso de pie y miró confuso a su alrededor.
–Ordenador, fecha y hora –ordenó.
–25 de diciembre, 11:02:12 AM –respondió la máquina.
Lanzó una maldición y se mesó el cabello. Entones, miró al robot. Lo había intentado. Había trabajado como un poseso hasta llegar a la desesperación. No había cambiado nada. Emo X-15 seguía sin funcionar, lo mismo que su predecesor. Había fallado.
Se incorporó sobre la silla y se frotó el rostro. Estaba tan cansado… Por primera vez en su vida, no sabía qué era lo que tenía que hacer. Sentía un anhelo que era incapaz de nombrar. Lo había estropeado todo.
–Estás cansado –dijo una voz.
Justice se quedó perplejo. Lentamente, miró a Emo X-15 y vio que había cobrado vida electrónica.
–¿Cómo has dicho?
–Pareces cansado –repitió el X-15.
–¿Te gustaría tomar una taza de té? –le preguntó otra voz, la de un robot que debería haber desmontado hacía mucho tiempo, lo que no había hecho por la simpatía que Noelle y Daisy le profesaban.
–¿Por qué me haces esa pregunta? –le preguntó al X-14.
–Te sientes triste. El té hará que te encuentres mejor.
En aquel momento, Justice vio claramente las dos opciones de las que disponía. Por un lado, la fría lógica que había sido su compañera durante la mayor parte de su vida. Por otro, los sentimientos. Sonrió y tomó a Emo. Al perfecto. Acababa de descubrir una sorprendente verdad.
Justice subió corriendo las escaleras con sus regalos de Navidad. Llegó junto al árbol al mismo tiempo que Daisy anunciaba que había llegado el momento de abrir los regalos.
–Un momento –dijo él–. Tengo algunos más que poner bajo el árbol.
–¿Qué me has comprado a mí? –le preguntó Jett.
Justice sacó el de ella y se lo entregó.
–Es de parte mía y de Pretorius.
Jett abrió la caja con impaciencia y, en su interior, descubrió unos papeles. Al darse cuenta de lo que eran, los sacó con extremo cuidado.
–Son cartas de recomendación…
–Sí. Para la universidad –dijo Justice.
–Gracias…