Son difíciles, taimados y engañosos al resistirse a los cambios.
Los confundidos
Los confundidos son a menudo miembros de iglesia bien intencionados.
En verdad le atañen a algunas cosas más importancia de la que en realidad poseen. Las protestas de los miembros de la iglesia por el nuevo púlpito es un ejemplo clásico de los confundidos que se resisten al cambio. Consideran el púlpito como algo sagrado en sí mismo. Por lo tanto, cambiar el púlpito es una violación sagrada.
A veces, entre los confundidos se incluyen aquellos que desean conservar alguna tradición por su propio sentido de seguridad y comodidad.
Estos pueden creer sinceramente que la tradición es de vital importancia. No comprenden que estos elementos no poseen un valor intrínseco o doctrinal.
He trabajado con varias iglesias que tienen un grupo de estos resistentes al cambio con respecto al orden del servicio. Si la toma de la ofrenda se cambia en su orden del culto, alguien puede sentir que se comete herejía.
En pocas palabras, los confundidos le confieren una alta prioridad a aquellas cosas que no son de alta prioridad. La creencia en la resurrección corporal es un principio no negociable. Dejar de cantar la doxología una semana no traerá consigo una condenación inmediata. Para ser receptivos al cambio, los confundidos deben deshacerse de su confusión; y esto no siempre es tarea fácil.
Conozca el mundo de las posibilidades de Dios
La primera parte de este capítulo puede desanimarlo. Puede asustarlo. Incluso puede disuadirlo de seguir adelante.
Sin embargo, hay esperanza, la esperanza de Dios.
Sé que hay una esperanza porque he visto los llamados casos perdidos convertirse en historias increíbles. Sé que hay esperanza porque he visto iglesias en áreas rurales con un crecimiento poblacional negativo convertirse en fuerzas dinámicas para la obra de Dios en sus comunidades.
Conozco la historia de una iglesia establecida en Maryland que tenía más vacas sagradas que ninguna otra iglesia que pueda recordar. La asistencia no iba en caída libre; era peor. El descenso era gradual. De hecho, tan gradual que los miembros no lo notaban.
Imagine una iglesia cuya asistencia a los servicios de adoración disminuya de 400 personas a 300 en un periodo de diez años. De esta forma, la asistencia se reduce en solo diez personas por año. Es un descenso de menos de una persona cada mes. Es virtualmente invisible para aquellos que están presentes de manera regular. No obstante, es un descenso del 25 % en una década.
La iglesia establecida en Maryland experimentó una merma gradual similar. La membresía incluía muchísimos negadores, críticos y de los que se creen con derecho. Durante los últimos veinte años, los pastores habían llegado y salido rápidamente; la mayoría de ellos se marcharon a toda prisa. Por la iglesia desfilaron tres pastores en siete años, incluidos los períodos interinos.
Se corrió la voz de que esta iglesia era una «devoradora de pastores». Ningún líder en sus cabales consideraría ir jamás a ella. Podría destruir su ministerio y lastimar a su familia.
No obstante, Marcos sí aceptó el llamado a la iglesia. Lleva ya cinco años allí. No ha sido fácil. Tuvo momentos en que cuestionó su propia cordura. Los negadores fueron los primeros en desanimarlo; los críticos y los que se creen con derecho les siguieron rápidamente.
La historia en este punto va bien. Muy bien.
La asistencia muestra una recuperación por primera vez en más de una década. Los nuevos ministerios de discipulado y evangelización están comenzando a marcar una diferencia. La reputación de la iglesia en la comunidad ahora es positiva.
Por supuesto, están los detractores: específicamente los negadores, los críticos y los que se creen con derecho. Sin embargo, en estos momentos, sus voces no predominan tanto como las de aquellos que están entusiasmados con la dirección en la que marcha la iglesia. No, las cosas no son perfectas, pero están mucho mejores.
Plan de acción para liderar el cambio
Cuando uno comienza a analizar cómo Marcos dirigió la iglesia, ocho pautas claras saltan a la vista. En muchos sentidos, estas pautas se convierten en un plan de acción para liderar el cambio. No, no es un programa de «enchufar y usar». No, no es una solución instantánea. Sin embargo, es un enfoque lógico y con buen fundamento bíblico para liderar el cambio; y es algo que obviamente se ha utilizado con éxito en numerosas iglesias.
Estoy increíblemente entusiasmado por compartir esta información con ustedes, que son líderes en su iglesia. Y aunque espero que los pastores y otros líderes del personal de la iglesia sean los principales lectores de este libro, tengo la esperanza de que también haya una buena representación de líderes laicos. Quiero que todos ustedes vean estas posibilidades de cambio en su iglesia. Oro para que todos ustedes vean las posibilidades de un ministerio y un crecimiento exitosos en sus congregaciones.
El plan de acción tiene ocho etapas, y aunque estas no son plenamente secuenciales, el proceso tiene un sentido de orden. A menudo es difícil pasar a la siguiente etapa si no se han procesado las etapas anteriores.
A continuación mostramos un resumen sencillo del plan de acción de ocho etapas para liderar el cambio en su iglesia:
Deténgase y ore El problema fundamental y crucial que se descuida confrecuencia al liderar el cambio.
Confronte y comunique un sentido de la urgencia Enfrentar y compartir los hechos crudos con la congregación.
Forme una coalición entusiasta La mayoría de las iglesias tienen al menos unos pocos miembros dispuestos para ir adelante.
Conviértase en voz y visión de la esperanza Los miembros buscan esperanza y posibilidades en los líderes.
Aborde los problemas con las personas El valor para lidiar con el bloqueo de la gente, tanto del personal como de los miembros de la iglesia.
Pase de un enfoque interno a un enfoque externo Llevar con perseverancia a la iglesia más allá de centrarse principalmente en sí misma.
Recoja el fruto que está a la mano Se necesitan las victorias evidentes para mantener un impulso positivo.
Implemente y consolide el cambio La urgencia del evangelio nunca termina. La complacencia siempre es un peligro.
El tiempo es ahora
La mala noticia es evidente. Nueve de cada diez iglesias