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Editado por Harlequin Ibérica.
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© 2020 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
E-pack Bianca y Deseo, n.º 220 - octubre 2020
I.S.B.N.: 978-84-1375-240-2
Índice
Créditos
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Capítulo 1
CORRÍA el rumor de que Dante Fiori podía destrozar a un hombre por el simple procedimiento de arquear una ceja. Era implacable, decidido, poderoso, mal enemigo para cualquiera. Había salido del arroyo con ayuda de su mentor, Robert King y, no contento con superar las expectativas de este, había aumentado su fortuna.
Dante era una fuerza de la naturaleza. Todas las mujeres querían estar con él y todos los hombres, ser como él; todos, menos su mejor amigo, Maximus King, quien además de considerarlo sobrevalorado en exceso, tenía el valor de decírselo.
En resumen, era el rey de todo reino que le interesara, aunque no tuviera sangre real. Y esa fue la razón de que se quedara atónito cuando el mundo cambió de repente en mitad del salón de los King.
Dante había ido a la ciudad para asistir a uno de sus animados encuentros, a los que siempre le invitaban. Esta vez, se trataba de celebrar el nuevo éxito de Violet King, la mayor de las hijas, quien iba a presentar su nueva gama de maquillaje en un acto retransmitido por televisión que, al parecer, llegaría a varios millones de espectadores.
Mientras miraban la pantalla, reparó en la ausencia de uno de los miembros de la familia. Robert estaba sentado junto a Elizabeth, su mujer, y Maximus descansaba en el sillón de enfrente, con un whisky en la mano; pero Min no les había honrado con su presencia.
Dan no sabía qué pensar sobre Minerva King, la más joven del clan. No se parecía nada a sus hermanos. No era como Maximus, un relaciones públicas que sabía manipular a los clientes más difíciles con su sonrisa encantadora y su mirada de acero; y tampoco era como Violet, la ambiciosa e impresionante mujer que había transformado su pequeño negocio en una empresa multinacional.
Sin embargo, el origen de su desconcierto estaba en otra parte. Sencillamente, no se hacía a la idea de que aquella niña que hablaba sin parar se hubiera convertido en una mujer y hubiera sido madre. Para él, Min seguía siendo la criatura que correteaba por los jardines como un ratoncillo de pelo castaño, siempre buscando animales y haciéndose daño en las rodillas.
Por