En España, el movimiento del 15-M ha sufrido el mismo trato por parte de la derecha política, los periodistas y medios de comunicación afines. Han sido acusados de estar «fuera de la ley» y ser «chusma piojosa», pidiendo una actuación represiva ejemplar al gobierno y las autoridades civiles. Desde periódicos como La Razón, La Vanguardia, El Mundo o ABC se lanzan soflamas y se escriben editoriales y columnas mostrando al movimiento de indignados como parte de un proyecto desestabilizador para impedir en las elecciones y provocar un golpe de Estado. Las radios adictas, Cadena Cope y Libertad Digital –entre otras–, contribuyen a darle credibilidad a este relato. No es de extrañar que el discurso sea comprado por la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, cuando se refiere al 15-M: «Tras los indignados, los camorristas y pendencieros –que abogan por un principio de democracia directa– se puede esconder un golpe de Estado [...] Bajo la apariencia de inocentes movilizaciones [...] se esconde la deslegitimación de nuestro sistema representativo»[13].
Concluido el proceso electoral del 20 de noviembre, donde el partido Popular ha conseguido una mayoría absoluta, el discurso se radicaliza. Ahora se sienten legitimados por las «urnas» para atacar y ejercitar la represión sobre el 15-M, al ser considerado un aspecto residual de la política antisistema. Todo calza. Así se argumenta la criminalización y se recurre al enemigo interno para justificar un Estado de control social policiaco. Los primeros síntomas son visibles. Al igual que en Londres, la instalación de cámaras de video en las avenidas públicas, el Metro, ministerios, centros comerciales y espacios considerados neurálgicos para la vida política, es una realidad. Hoy en día todavía no generan recelo, se les considera un factor potenciador para garantizar nuestra seguridad.
En Chile, la fuerza de Carabineros se aplica con dureza a los manifestantes. La prensa diaria es controlada al 100 por 100 por dos empresas, Mercurio, propiedad de los Edwards, una vieja familia oligárquica y terrateniente, y COPESA, grupo donde sobresale el diario La Tercera. Ambas industrias de la prensa se unen al discurso oficial del gobierno: descalificar las movilizaciones y justificar la represión en la «lucha terrorista callejera». La policía urbana chilena utiliza perros de raza pastor alemán, adiestrados en la persecución de «manifestantes», sean estudiantes, amas de casa, trabajadores, desempleados o mineros; muerden y paralizan hasta la llegada de su amo, encargado de concluir el trabajo.
Estas prácticas, el uso de animales en las tareas represivas, se creía obsoleta, pero los hechos demuestran lo contrario. Los perros utilizados en las guerras de conquista forman parte del arsenal militar. Los alanos, raza similar al gran danés, eran la raza preferida por los hunos y anglos. Los romanos le otorgaron a su uso un toque festivo, adiestrándolos para combatir en los espectáculos circenses contra los gladiadores. En la conquista española se hicieron famosos, llegando incluso a los libros de historia. Fue el caso de «Becerrillo», perro enterrado con honores militares tras morir al ser alcanzado por una flecha envenenada; su dueño, Juan Ponce de León, conquistador de Puerto Rico, se vanagloriaba diciendo que «Becerrillo» era capaz de distinguir entre indios dóciles y beligerantes, descuartizando solo a los infieles. Su vástago, «Leoncico», siguió la tradición paterna devorando con ansia a sus presas. A fines del siglo XX, las dictaduras militares de América Latina utilizaron en los centros de tortura perros para amedrentar a los detenidos y violar a las mujeres.
Las crisis agudizan el ingenio de las clases dominantes a la hora de mantener el control social. En esta labor no han escatimado esfuerzos ni dinero. Dedican gran cantidad de fondos públicos para investigar el desarrollo de tecnologías aplicadas a la represión. Psicólogos, médicos, químicos, sociólogos e ingenieros han pasado a engrosar la lista de especialistas en métodos la tortura[14].
Hoy, la guerra es total:
En el nuevo modelo de dominación y acumulación, a la rica experiencia de la dominación de clase, heredada del esclavismo, del feudalismo y el colonialismo, se añadió la no menos rica del capitalismo mercantil, industrial financiero, monopólico y oligopólico, nacional, transnacional y multinacional. Un capital muy variado en sus organizaciones y experiencias. La guerra y la lucha por el poder y los negocios se sirvieron de los flamantes modelos econométricos e interdisciplinarios a su servicio y llegaron a descubrir «juegos de guerra y de negocios» en que «se gana o se gana», y que se llaman en ingles «win-win». Los modelos «win-win» se usan mucho. Se usaron, por ejemplo, en la reciente crisis de 2011 en que los banqueros y compañías amenazaron con declararse en quiebra y pusieron a los gobiernos a su absoluto servicio. Los propios gobiernos de las grandes potencias subsidiaron la crisis. No se diga ya sus subalternos. Para colmo, la decisión de todos los gobiernos consistió en encomendar a quienes habían generado la crisis que fueran quienes la resolviesen, lo que ya están haciendo a su manera, en que preparan de pies a cabeza una nueva crisis para el 2012. Las corporaciones y el capital financiero que las acompaña revelan con sus políticas seguir firmemente decididos a ganar tanto con la crisis como con el pago de la crisis, así sea a costa de los pueblos y de los trabajadores de la periferia y el centro del mundo. Es más, sus accionistas, gerentes y funcionarios, que han decidido resolver la crisis en esos términos, son plenamente conscientes de que las resistencias y oposiciones van a crecer de una manera descomunal. Los problemas están técnicamente previstos y ellos están preparados psicológica, militar, política, mediática, racional y dogmáticamente; están decididos a enfrentarlos con nuevas combinaciones y aplicaciones de sus políticas de represión, mediatización, intimidación y confusión. Su prepotencia y fanatismo les hace pensar, como en tiempos de Hitler, que tienen toda la superioridad necesaria para imponer sus valores e intereses[15].
Bajo este manto de contradicciones, y en medio de la batalla por destruir la ciudadanía política, el capitalismo emprende una cruzada sin vuelta atrás. En su camino se lleva por delante los derechos humanos y de la naturaleza, que suponen un obstáculo para su objetivo. No escatimará recursos en ello. En este escenario emergen fuerzas antihegemónicas contra el capitalismo global; su nacimiento está lleno de vicisitudes, pero algo las une: tratar de recuperar los espacios públicos clausurados por el totalitarismo invertido y cedidos a los mercados, como la política, la educación, la vivienda o la salud.
Dichos movimientos sociales no son una panacea, pero forman parte de la insurgencia ciudadana por rescatar la acción política en manos de una cúpula de crápulas y mercaderes. El malestar está servido para el nacimiento de nuevos movimientos sociales. El capitalismo depredador y el totalitarismo invertido es el campo de batalla donde el movimiento democrático alternativo construye su estrategia y define la alternativa anticapitalista.
[1] Miguel Ángel Cortes y Guillermo Hirselfeld, Una agenda para la Libertad, Madrid, Ediciones FAES, 2007, pp. 32 y 33.
[2] David Brooks, «El descontento social se extiende por todo EU» [http://www.jornada.unam.mx/2011/10/08/mundo/036n1mun].
[3] Étienne Balibar, «Si Europa fuese un contrapoder», Rebelión.org (22 de noviembre de 2011) [