Sangre. Esa era la idea del juego, corrección, esa era la idea el espectáculo.
Pero el desperdicio que había detrás de todo eso era una locura. ¿A esta gente no le preocupaba nada estas pobre mujeres? Al menos podrían proteger su inversión. Comprar una atleta no era barato, incluso en esta liga de mierda de tercera clase.
Tony regresó empujando a los fanáticos con su gordura y se sentó. “Hombre, me tomó una eternidad orinar, tuve que sacármelo en una choza cerca de los baños”.
“Encantado de oír eso”, Héctor hizo una mueca.
“¿Qué me perdí? ¿Oh, diez puntos de ventaja? Lo lamento hombre, no tendrás ningún bono hoy”.
“Así parece, sí, pero…” Se sumió en sus pensamientos, “quiero decir, ellas…”
Los tambores comenzaron a sonar de nuevo y Patty embistió. Estaba lenta, claramente recuperándose de una herida desde antes de ese partido, sin embargo, era buena. Golpeó a dos oponentes, paralizándolas durante algunos sonidos del tambor. Héctor se había imaginado esa jugada por cuenta propia. Las mantuvo a las dos abajo dejando sitio para que su Qwik y que la Cadena pudiera girarla en un círculo amplio que la cubriera. Corrieron al unísono hacia el montículo.
Las bloquearon y cayeron de rodillas dejando que la calavera rodara por el suelo. Estaba cubierta con sangre rosada. Patty se movió hacia adelante y cubrió a su Qwik mientras se recuperaba, pero era demasiado, todas le cayeron encima.
Esquivó a una Darling, pero el resto la golpeó tumbándola. Los micrófonos del estadio recogieron un chasquido audible de sus costillas, Recibió otro golpe de un bastón y Patty cayó llenando de sangre rosada a la Darling. La multitud reaccionó haciendo una mueca colectiva.
Las Darlings de Destrucción continuaron pateando a Patty en el suelo y el referí las empujó hacia atrás gritándoles en la cara.
Héctor se encontró sintiéndose preocupado. “¡Esas malditas perras!”
“Totalmente” Tony estuvo de acuerdo.
“¿Eso es legal?”
“En realidad no. Les darán una advertencia”, dijo simplemente, estrujó una lata con la mano y la tiró al piso.
“¿Una advertencia?” Gritó Héctor. “¡La acaban de mandar al hospital!”
Tony se volvió hacia él y arrugó los hombros. “¿Qué quieres que te diga, hombre?”
Héctor se había quedado sin palabras.
CAÍDA TRECE
La ambulancia alumbró la calle con colores azules. Era tarde en la noche. La gente veía a través de sus ventanas, curiosas por saber de qué se trataba el alboroto.
“Lo raro es, que en este vecindario normalmente nos llevamos gente, no las traemos. Firme aquí, por favor”, dijo el médico y le presentó una Tablet para que la firmara digitalmente.
“No pueden simplemente dejarla aquí”, se quejó Héctor.
El médico le miró a la cara. “¿No es usted el dueño registrado de esta atleta?”
“Sí… Pero-”
“Entonces es su problema, no el mío. La estabilizaron en la sala de emergencias y ahora sólo tiene que recuperarse. Puede buscar en las PMC de nuestra página web para pedir instrucciones y suministros que pueda necesitar”.
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