Ella le miró la mano y luego lo miró fijamente.
—En parte tienes razón. Es tanto culpa tuya como mía. Y ahora que mi padre está muerto, ya no tengo que casarme con Anthony e indudablemente, no tengo que seguir casada contigo.
Jewel se apartó de él para así deshacerse de su mano. Lo último que necesitaba en este momento era ser absuelta de sus pecados... era culpable de todo. Le había dado a Anthony los clavos para crucificar a su propio padre.
Steven no lo admitió, pero sus palabras le dolieron mucho. Él respondió de la única manera que sabía hacerlo en ese momento, ya que lógicamente ella no quería escuchar palabras de aliento o amabilidad.
—¿De verdad crees que Anthony dejará de ir tras de ti sólo porque mató a tu padre? —gritó Steven. Sabía que tenía la razón y que ella no escucharía ni una maldita palabra.
—Mató a mi padre.... Yo jugaba con fuego al estar con él porque quería que mi padre estuviera vivo y a salvo. Si Anthony se atreve a acercarse a mí ahora, le volaré la maldita cabeza—. Jewel se sentía muy rara. Era como si estuviera perfectamente tranquila por fuera, pero temblando de manera incontrolable por dentro.
Lloró durante horas, pero la ira finalmente la despejó. Ya había derramado suficientes lágrimas. Ahora había llegado el momento de recuperar su vida. Había formado un plan para tenderle una trampa a Anthony y rezó para que Steven tuviera razón... que Anthony viniera a por ella, porque ella estaría lista para él.
—No puedo dejar que te vayas—, le dijo Steven. Si ella no iba a protegerse, entonces él la protegería, al fin y al cabo era su pareja. Vio como sus ojos enrojecidos se volvían para clavarse en los suyos.
—Entonces no eres mejor que Anthony y te odiaré el resto de mi vida—dijo obstinadamente. Quería que Steven se enfadara con ella, que la echara de su vida y se lavara las manos. Si lo hiciera.... entonces tal vez Anthony no intentaría matarlo de la misma forma que mató a su padre. Ella no quería ser la culpable de más muertes horribles a menos que se tratara de la de Anthony.... aceptaría con gusto ser la culpable de su final.
Steven la miró enfurecido durante un minuto, luego abrió la puerta y se hizo a un lado. —Adelante entonces. Me ofrezco a salvarte el pellejo, ¿y tú quieres ponerte así? Veamos hasta dónde llegas en contra de algo que no sabes cómo matar. Steven sonrió maliciosamente y le dijo: —Para que lo sepas, lo que ocurre en las películas no son más que un montón de tonterías.
—¡Supongo que eso lo sabes muy bien! — le gritó Jewel y dio unos pasos adelante. ¿Por qué seguía intentando salvarla? ¿No entendía que ella haría que lo mataran?
Steven cerró los ojos y miró hacia otro lado. —Sí, lo sé... ¿o no? — Se burló y miró hacia atrás mientras Jewel intentaba pasar a su lado. En un segundo de pánico, Steven la agarró por la cintura y la acercó hacia sí.
—¡Maldición, espera! —le dijo
Jewel comenzó a retorcerse y él la apretó más contra su pecho. —Si quieres tenderle una trampa, está bien, pero no puedes hacerlo sola. Deja que te ayudemos.
Jewel le empujó hacia atrás para poder mirarlo de frente. —¿Por qué? ¿Para qué te cuelguen en una cruz a ti también? — Ella quería chillarle mientras la visión se abría paso en su mente. —No quiero que eso suceda.
No estaba segura de lo que sentía por Steven, pero la idea de que cayera muerto de ese modo la hacía sentir como si la hubieran apuñalado en el pecho. —Si me dejas ir ahora, entonces él no tendrá ninguna razón para ir tras de ti. Y agarrando la parte delantera de la camisa con sus pequeñas manos suplicó: —Estarás a salvo.... y vivo.
—Él vendrá a por mí de todos modos—le dijo Steven, y luego pasó su dedo por encima de la marca de unión que le había hecho. Sonrió suavemente al sentir que ella temblaba.
—Ya te lo he dicho, esto es la vida real. Si vuelves con él y ve esa marca de emparejamiento, vendrá a por mí sin importarle lo más mínimo lo que digas o lo que hagas.
Jewel se recostó en la sólida calidez que él le brindaba y cerró los ojos. Sintió como su ira se desvanecía en la seguridad de sus brazos y quiso patalear para mostrar su frustración. La tristeza de perder a su padre estaba empezando a resurgir, pero ella no quería llorar.
Steven envolvió a Jewel en un abrazo tranquilizador. No podía culparla por la forma en que actuaba. Si Anthony hubiera matado a su padre, entonces ninguna fuerza en este mundo o en el próximo sería capaz de detenerle.
—Mira, ¿qué te parece esto? —le preguntó retrocediendo e inclinando su cara hacia la de él.
—Tenemos una reunión por la mañana y todo el mundo va a estar allí. Te ayudaremos a pensar en algo mejor que entregarte a él. De cualquier manera, con nosotros tendrás un ejército a tu lado. Sin nosotros, te enfrentarás a un ejército de hombres lobo y hagas lo que hagas.... Anthony te tendrá.
Le acarició la mejilla mientras escudriñaba sus ojos —y no quiero que Anthony te tenga.
Jewel bajó de nuevo la cabeza hasta el pecho de Steven y respiró profunda y temblorosamente. Él tenía razón. No quería estar cerca de ese monstruo después de lo que había hecho. Presionó su oreja contra el pecho de Steven escuchando los latidos fuertes e incesantes de su corazón. ¿Cuántas veces la había salvado de los vampiros, de Anthony, y ahora de su insensatez?
—¿Me puedo quedar contigo esta noche? — susurró Jewel sabiendo que si él la dejaba ir, el horror de las últimas dos horas volvería a perseguirla. Ella lo miró fijamente. Sus labios se entreabrieron por sorpresa al mismo tiempo que una ráfaga de calor atravesaba el centro de su cuerpo.
Se preguntó cómo era posible que él pudiera calmar su ira y la hiciera sentir como si estuviera ardiendo al mismo tiempo. Rápidamente apartó la mirada para que él no pudiera notar su confusión.
Sin responder siquiera, Steven la levantó en sus brazos, cerró la puerta con el pie, y regresó a la habitación mientras la colocaba en el borde de la cama. Quitándole los zapatos, se deshizo rápidamente de los suyos y se acostó con ella. Escuchó la respiración agitada de Jewel mientras la colocaba de tal manera que pudiera abrazar su cuerpo. Llevaría tiempo... pero estaría loco si dejara ir a Jewel tan fácilmente.
Capítulo 3
Kriss entró en el apartamento que compartía con Tabatha y cerró la puerta con llave. Había buscado por todas partes a Dean y no había encontrado ni rastro de él ni del demonio que había estado persiguiendo.
Una de las cosas que caracterizaba a los de su especie era que si querían esconderse, sabían cómo desaparecer y no dejar rastro. Había sido capaz de sentir al demonio en todas partes aunque nunca lo había visto. Solo cuando fue liberado se dio cuenta de que siempre había sido capaz de sentir su presencia. Todavía podía sentir la maliciosa intención de aquella personalidad oscura, incluso dentro de su casa... y aquello le producía nauseas.
Caminando por el oscuro apartamento, Kriss regresó a la habitación de Tabatha y sonrió al inocente rostro dormido en la cama. Estaba acurrucada como un gatito alrededor de su peluche favorito.... un perro Yorkie al que le sobresalía la lengua. El peluche era el único recuerdo que le quedaba de su infancia. Algunos años atrás se había desmoronado y le había contado la historia de Scrappy y cómo el perro había desaparecido cuando se fue de vacaciones con sus padres por última vez.
Kriss suspiró y se acostó en la cama a su lado, enroscándose a su alrededor como una manta de seguridad. Tan pronto como lo hizo, Tabatha se acurrucó contra él.
—¿Encontraste a Dean? —preguntó en voz baja.
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Kane se las había arreglado para escabullirse; se alegró de que Warren hubiera captado la atención de Michael el tiempo suficiente para poder hacerlo. Lo que fuera que Michael y Dean hicieron para arreglar