―¿Y unirme a tu pequeño harén? ―dijo enfurecida―. Gracias, pero no.
Abrió la puerta principal y la cerró de un portazo, dejándolo allí.
Capítulo 18: Horace
Horace se apoyó en la pared junto a la sala de estar. Evie acababa de salir furiosa de allí y estaba confundido. Sabía que este embrollo era difícil de explicar, pero no esperaba esta reacción.
No de ella.
Quería entenderlo, pero su mente estaba absolutamente agotada. Era como si se le hubieran acabado los pensamientos del día.
Desidia, increíblemente, se levantó y caminó lentamente hacia él.
―Eh. ¿Qué pasó? ―preguntó con su voz adormilada.
―Hum…, mi amiga. Quiero que se lleve bien con vosotras, pero parecía enfadada y no puedo ni pensar ahora.
Ella tocó su mejilla con sus dedos huesudos.
―Shhh. Está bien. No te preocupes por ella ahora, ya es mayorcita.
―No lo sé. Tiene mala pinta. ¿Debería ir tras ella? No puede estar muy lejos todavía.
―No, déjala pensar sola, si vas ahora solo avivarías el fuego.
―Sí, supongo que tienes razón. ―Se dio cuenta de que Desidia estaba muy cerca de él, mirándolo con sus ojos vidriosos.
―¿Te quedas conmigo? ―preguntó en voz baja.
―Claro. Déjame que hable con tu hermana primero.
―No hace falta. Gula la ayudará a instalarse y después se pondrá a jugar en tu computadora. Encontró un juego de servir hamburguesas a los clientes. Le encanta esa mierda. ―Desidia estaba un poco más activa de lo normal.
Horace se rió.
―Muy bien. Bueno, entonces vamos a dormir en el sofá.
Volvieron al sofá y Horace se desplomó. La suave tela lo abrazaba y fácilmente podría haberse dormido en ese mismo momento. Las luces eran tenues, la televisión proporcionaba ruido ambiental, todo era agradable y relajante.
Desidia se sentó a su lado. Ella le tocó el pecho y él se dio cuenta de que no estaba en su lugar favorito del sofá. Ella le miró a los ojos con una especie de hambre y energía que no había visto antes en ella. Era muy extraño ver a esa chica lenta moverse de repente como una persona normal.
―Relájate conmigo ―ronroneó en su oído. Eso provocó…, bueno, cosas interesantes en su cuerpo. Podría tener algo que ver el encuentro de antes con Lasci, pero esto le estaba gustando.
Ella sopló aire en la palma de su mano, como en cámara lenta. La aplicación en su bolsillo brilló.
―Hum… ―suspiró―. Tercer token. Ya sabes lo que eso significa ―añadió con voz ronca.
―Desidia, ¿qué estás…? ―Nunca terminó esa frase.
Ella introdujo sus dedos huesudos dentro de sus pantalones y le agarró la polla, frotándola hacia arriba y hacia abajo.
―¡Ah! ¿Vamos a hacer esto? ―Horace miró a su alrededor, las otras parecían estar en la otra habitación―. Supongo que sí ―se rindió.
―No hagas nada ―susurró ella, con la cara muy cerca de la suya. Luego lo besó suavemente. Sus labios eran muy delgados, pero complacientes. Se sentía tan cansado, como si no pudiera hacer nada, ni levantar la mano, ni ponerse de pie, nada.
Gimió, su polla se fue endureciendo en la mano de ella. Ella la sacó, bajándole la cremallera, y luego presionó su cara contra ella, frotándola suavemente. Ella susurró:
―Hum…, ¿te importa si disfruto de esto un minuto?
―Claro, me gusta. ―La presencia de su cara tan cerca de él le hacía sentir un cosquilleo de todos modos. Sus dedos subían y bajaban y a él le gustaba cómo ella disfrutaba de la sensación.
Suspiró como hacía siempre cuando estaba cansada. Apoyó su cara en la parte inferior de su abdomen, mirando hacia otro lado, y se acercó la polla a los labios. Horace no podía ver, pero eso hizo que sus besitos repentinos fueran aún mejores. Desidia la sostenía en sus labios y jugaba con su lengua alrededor.
El espectáculo no sería un video porno, pero le resultó muy placentero. Horace gemía y se retorcía, mientras las suaves caricias lo llevaban justo al límite, y luego ella la empezó a chupar a lo largo durante mucho tiempo. Él puso la mano izquierda sobre su espalda y tocó sus costillas. La acariciaba con sus dedos hacia arriba y hacia abajo.
No tenía ni idea de cuánto tiempo estuvieron así, Desidia dándole placer con su lengua y sus labios, él tumbado y disfrutándolo. Todos los pensamientos habían desaparecido de su mente. El mundo entero se había reducido hasta aquel sofá blando, su pene duro y la mujer delgada que lo chupaba suavemente. Se relajó y lo disfrutó.
Ella lo mantuvo al límite durante tanto tiempo, que su pene palpitaba con cada toque. Estaba a punto y era una locura. Quería agarrar su cabeza y empujar dentro de su boca, pero había perdido toda su fuerza.
―Desidia, ah… ―gimió―. Voy a…
―Mmm, por favor, hazlo ―inhaló y envolvió los labios alrededor de su polla, y luego chupó con fuerza.
Su orgasmo, después de tanto tiempo a punto, fue una explosión en su boca.
Sintió como tragaba profundamente, una vez, y luego otra.
Luego empezó a roncar suavemente.
Horace resopló una vez por la nariz y luego él también se durmió.
Capítulo 19: Horace