Estas primeras observaciones guardan relación con la pregunta planteada en muchos de los correos que he recibido: si los estabilizadores que se utilizan actualmente pueden considerarse problemáticos.
En primer lugar, debe señalarse que la estabilización no produce una desnaturalización del peróxido de hidrógeno. Esta pregunta surge porque algunos lectores han visto paralelismos con la desnaturalización del alcohol, que, tanto en el caso del alcohol de quemar como el de uso médico, ya no puede beberse. No obstante, esto se hace para que el alcohol no resulte apetecible y para evitar los elevados impuestos que se aplicarían si el alcohol pudiera declararse como producto alimentario.
El hecho es que todas las formas y marcas de agua oxigenada en los comercios están estabilizadas. Sin estabilizador, el peróxido solo se aplica en algunas investigaciones científicas, pero no está disponible en los canales normales. En contra de algunas opiniones, incluso el peróxido de hidrógeno al 35 % («grado alimentario») con el que se desinfectan los envases de los alimentos está estabilizado.
Sin embargo, hace ya varias décadas que no se incluye el problemático ácido sulfúrico: el método de producción a partir del peróxido de bario se abandonó hace mucho tiempo, y las ingentes cantidades de peróxido de hidrógeno producidas hoy en día se encuentran, en esencia, en el reino de la química orgánica. En los procesos actuales se almacena inicialmente oxígeno atmosférico y, mediante una reacción de división, se transforma en peróxido de hidrógeno; los estabilizadores se agregan posteriormente.
La solución del 3 % de la farmacia, por ejemplo, contiene pequeñas cantidades de ácido fosfórico para la estabilización. Se trata de un aditivo alimentario aprobado (E338) que está presente en altas concentraciones en la Coca-Cola. Si esta solución se diluye hasta que solo tiene un 1 % de peróxido de hidrógeno, el ácido ya no puede identificarse con papel indicador de pH. Estas soluciones al 1 % pueden conservarse entre cuatro y ocho semanas a temperatura ambiente, en un ambiente oscuro y en recipientes de plástico, sin que se degraden.
Las soluciones comerciales de agua oxigenada en concentraciones más altas, del 10 % o el 11 %, contienen normalmente ácidos fosfónicos (fosfonatos) de composición similar. Además, en las concentraciones más elevadas de hasta el 35 %, para la estabilización, se utilizan pequeñas cantidades de sustancias orgánicas (agentes quelantes) que forman compuestos con metales, por ejemplo, con iones de hierro, anulando su efecto.
Al diluir soluciones de alto porcentaje con agua, la concentración activa del estabilizador se reduce, pero esto provoca que los preparados obtenidos no se conserven durante tanto tiempo como los productos iniciales más concentrados.
En cualquier caso, la estabilización solo es relativa, y sirve para proteger la sustancia reactiva en la medida suficiente durante el almacenamiento; su función es evitar la liberación de oxígeno, que podría causar la explosión del recipiente. La capacidad de reacción fuera del recipiente puede comprobarse con un sencillo experimento: si se vierten unos pocos mililitros del preparado de la farmacia en un desagüe, se escucha de inmediato un sonido siseante que anuncia la formación de oxígeno y agua en el proceso de descomposición. Esto se debe a que el tubo de desagüe contiene varios compuestos, como derivados de azufre o sales metálicas, y el estabilizador no puede impedir la reacción debido a la elevada concentración de estos agentes.
Consejos prácticos
Elaboración de una solución del 1 %
Mezcle dos partes de agua (destilada o del grifo, pero que no huela a cloro) con una parte de agua oxigenada del 3 %.
Elaboración de una solución del 3 %
Mezcle siete partes de agua (destilada o del grifo, pero que no huela a cloro) con tres partes de agua oxigenada del 10 %.
El preparado del 3 % puede obtenerse también diluyendo una parte de la solución del 30 % con nueve partes de agua.
Advertencia sobre el uso como enema
En ocasiones, se recomienda utilizar agua oxigenada como enema para la «limpieza intestinal». En los años 60, un grupo de trabajo de Leipzig realizó experimentos con animales en esta área y detectó casos de embolia que podían causar la muerte. No está claro que estos resultados puedan extrapolarse directamente a seres vivos de mayor tamaño como el ser humano, pero, para no correr riesgos, deben evitarse a toda costa concentraciones de más del 1 % de H2O2. En general, yo desaconsejo esta aplicación, porque no le encuentro ninguna ventaja práctica.
El problema de una pomada de agua oxigenada
Las soluciones acuosas de peróxido de hidrógeno de entre el 1 % y el 15 % ya actúan contra infecciones muy diversas (bacterias, hongos, virus) en aplicaciones locales y estimulan la circulación sanguínea. Como las soluciones solo tienen una pequeña proporción de peróxido, sus propiedades vienen determinadas principalmente por la cantidad de agua, y por eso puede observarse una evaporación en la piel similar a la del agua.
En los años 60, los grupos de trabajo de F. Hauschild y R. Ludewig en Leipzig ya demostraron que el peróxido de hidrógeno atraviesa muy rápidamente y sin descomponerse la capa exterior de la piel, y solo entonces (debido a la enzima catalasa) se divide en oxígeno atómico muy activo y agua. El oxígeno puede detectarse todavía durante 24 horas, y se aprecia, por ejemplo, como una mancha blanca cuando se aplica una solución del 10 % sobre la piel. Estas observaciones demuestran que la solución puede aplicarse sin problemas con celulosa y todavía sigue actuando.
No obstante, hay una plétora de preguntas sobre el modo de elaborar una pomada de agua oxigenada. Mucha gente se ha quejado de que, en las farmacias, estas preguntas se responden con una actitud despectiva: las excusas van desde que es «imposible» hasta «demasiado caro» y, a lo sumo, se muestra desinterés. Por supuesto, aquí intervienen el desconocimiento y el miedo al fracaso, ya que la descomposición de la sustancia es bien conocida. He podido observar en persona el problema de la elaboración: en una ocasión presencié el intento de un farmacéutico, en Suiza, de elaborar una pomada de este tipo, y debido al oxígeno liberado en la descomposición, el tubo metálico que utilizaba se hinchó como un pequeño globo.
Aparentemente, la elaboración de la pomada solo es posible si se emplea una cantidad mínima de ingredientes, que, además, deben ser resistentes a la oxidación y no pueden contener catalizadores que pongan en marcha la descomposición. Por tanto, como base para la pomada quedan excluidas directamente mezclas convencionales de aceite en agua o agua en aceite, que se caracterizan por su distinto contenido graso y contienen varias sustancias que pueden descomponerse.
Hace unos veinte años, probando diversas bases para la pomada, descubrí que solo la elaboración de hidrogeles garantiza preparados estables y efectivos. En este procedimiento se emplea un gelificante sólido que transforma la solución de agua oxigenada, mezclando y removiendo, en un gel. Según la cantidad de gelificante, se obtienen distintos resultados: desde pomadas de gran fluidez hasta otras con la consistencia de un pudin blanquecino y transparente.
Hay distintos tipos de agentes gelificantes, pero no pueden contener sustancias orgánicas, como la gelatina, debido a su capacidad de descomposición. Los más adecuados son los derivados de la celulosa natural modificados sintéticamente: se trata de los productos Klucel, emparentados a nivel químico con el engrudo para empapelar convencional y totalmente inocuos. Los diferentes Klucel gelifican de manera distinta, por lo que varían tanto las cantidades a utilizar como la viscosidad. En mis propios experimentos descubrí que el Klucel H resulta especialmente ventajoso. Las soluciones de agua oxigenada de entre el 1 % y el 15 % gelifican a temperatura ambiente en pocos minutos cuando el Klucel H sólido se va añadiendo en porciones y se remueve con una espátula de plástico. En contra de la opinión de los farmacéuticos, cualquiera puede fabricar estos hidrogeles sin ninguna dificultad.
Todos estos geles son fáciles de aplicar y se secan completamente en la piel; los restos del gelificante pueden quitarse fácilmente con agua. Son especialmente recomendables para pequeñas lesiones.
La diferencia con las soluciones acuosas radica en que los geles no se escurren durante la aplicación,