Para conseguirlo construyó una enorme torre de más de sesenta metros de altura llamada Wardenclyffe Tower, popularmente conocida como “la torre de Tesla”, con la que intentó demostrar que era posible enviar y recibir información y energía sin necesidad de utilizar cables. Sin embargo, la falta de presupuesto impidió que la estación de radio se terminara siquiera de construir. Nunca llegó a funcionar del todo y la torre fue derribada, aunque Tesla continuó trabajando en los edificios del complejo.
Situada a unos cien kilómetros de Manhattan, la torre debía su nombre a James S. Warden, abogado y banquero que ofreció los terrenos para que Tesla pudiera desarrollar su idea. Tras la muerte de éste, el complejo de Wardenclyffe pasó por distintos propietarios. La multinacional Agfa fue hasta 1992 el último inquilino de las instalaciones, abandonadas desde entonces y puestas a la venta en 2009. Actualmente los jóvenes de la zona se reúnen en su interior para beber cerveza.
Hoy, el Tesla Science Center y el gobierno del condado de Suffolk, en el que se ubica, estudian hacerse con el lugar, restaurarlo y convertirlo en un centro educativo y un museo científico. “Dar a esas instalaciones cualquier otro destino sería un insulto a la memoria del genio”, escribía Dan Nosowitz en internet.
En el edificio principal del complejo se colocó en 1976 una placa conmemorativa con motivo del 120 aniversario del nacimiento del inventor.
Dos ejemplos de inventos que contribuyeron al oscurecimiento de la figura de Tesla fueron la máquina de generar terremotos –que trataron de reproducir sin éxito en la serie Cazadores de mitos del canal Discovery Channel– y en mayor medida el popularmente conocido “rayo de la muerte de Tesla”.
Sobre el papel, el rayo de la muerte consistiría en un pulso electromagnético muy potente, capaz de derribar una flota de diez mil aviones situada a cuatrocientos kilómetros de distancia. Tesla creía que si entregaba esta arma a cada país para que lo utilizase como arma defensiva terminarían las guerras que él tanto odiaba.
En 1908, una explosión miles de veces más potente que la bomba atómica de Hiroshima arrasó decenas de millones de árboles en un área de más de dos mil kilómetros cuadrados en Tunguska, en Siberia. Actualmente, la teoría más aceptada al respecto es que se debió a un meteorito que se destruyó en la atmósfera a varios kilómetros de altura. Pero los medios de entonces no tardaron en relacionar la enorme explosión con “el rayo de la muerte”.
Aquel episodio tergiversó completamente la imagen que ha llegado hasta nuestros días de Tesla, quien a lo largo de los años ha inspirado numerosos inventos y personajes de ficción que reflejan su lado más misterioso. Su influencia es reconocible –directamente o a través de sus inventos o ideas– en multitud de libros y cómics, obras de teatro, películas y videojuegos. Títulos como Tomb Raider, Command & Conquer, Return to Castle Wolfenstein o Quake hacen uso y referencia a sus inventos, reales o no, sobre todo con fines bélicos: cañones, escudos de energía, arcos voltaicos o potentes e inagotables fuentes de electricidad.
En 2006 se podía ver el personaje de Tesla en la película The Prestige (El truco final), interpretado por David Bowie y utilizando un invento imposible: una máquina capaz de hacer copias de objetos y de personas. Aunque en esta película Tesla no es protagonista, su presencia es esencial en el argumento. Justo como lo fue el propio Tesla en el desarrollo de la tecnología moderna.
Pero también hay reconocimientos más benévolos y acordes con las intenciones de la tecnología desarrollada por Tesla. Tesla Motors, fabricante de vehículos totalmente eléctricos, hace honor con su nombre al inventor del motor de inducción (Francia, 1882), que funciona con corriente alterna. Los motores de inducción son el tipo más utilizado en aplicaciones industriales, ya que presentan numerosas ventajas respecto a los motores de corriente continua. Son perfectos para utilizar en vehículos eléctricos por su robustez y fiabilidad, y porque permiten ajustar la velocidad de giro.
Aunque la mayor parte de los inventos de Tesla están relacionados con la ingeniería eléctrica y el electromagnetismo, su trabajo abarcó múltiples disciplinas, entre otras la robótica, la balística, la mecánica, la ciencia computacional y la física nuclear y teórica.
De hecho utilizó sus conocimientos y patentes de radio y de comunicaciones sin cables para construir un barco teledirigido con la idea de incorporar su desarrollo a los torpedos (aplicados hoy día a los misiles guiados) y otros ingenios relacionados con la robótica, que él describía como “hombres mecánicos diseñados para ayudar a los hombres en las tareas más tediosas”.
Estos desarrollos resultaron sin embargo adelantados a su tiempo y en aquella época no tuvieron aplicaciones prácticas. Hoy, por el contrario, muchos inventos de Tesla o dispositivos que él investigó, adaptó o perfeccionó son la base tecnológica de numerosos avances de los que nos beneficiamos cada día: las telecomunicaciones, la radio y la televisión, el horno microondas, los ordenadores (que comenzaron funcionando con tubos de vacío, de los que Tesla desarrolló diversas variantes), las pantallas de tubo de televisores y monitores, la dinamo y el alternador, la bobina de encendido para motores de combustión, el transformador para convertir corriente alterna en corriente continua (utilizado, por ejemplo, en los cargadores de móviles y baterías), la propulsión eléctrica, el medidor de corriente y de fluidos, los indicadores de velocidad para vehículos y barcos...
El invento del radar se basa en los estudios de Tesla; también él desarrolló los generadores de rayos X y su aplicación en medicina tal cual se utiliza hoy en día; construyó una versión primigenia del moderno microscopio electrónico. Incluso algunos de sus experimentos sugerían que debía existir lo que desde 1977 llamamos quark, una de las partículas elementales, constitutiva fundamental de la materia.
Muchos de las lámparas que se han venido utilizando en los últimos cien años se las debemos a Tesla: las lámparas fluorescentes –en las que se basan también las lámparas de bajo consumo–, las luces de neón y las de arco voltaico. Incluso perfeccionó el diseño original de la bombilla incandescente convencional –desarrollada por Warren de la Rue en 1840 a partir del principio ideado por Humphry Davy en 1809– para aumentar su eficiencia y duración.
Gracias a la aplicación de sus descubrimientos en electromagnetismo, la medicina también puede indagar el interior del cuerpo humano y obtener imágenes por resonancia magnética, llamadas tomografías, de los tejidos interiores que, entre otras cosas, permiten detectar anomalías y alteraciones como el cáncer.
En 1960 Nikola Tesla pasó a formar parte de la reducida lista de investigadores que tienen el honor de dar nombre a una unidad de medida. En el Sistema Internacional de Unidades, los teslas miden los campos magnéticos.
Aún hoy algunas de sus ideas, como sus diseños para fabricar una turbina sin aspas y una bomba sin ningún tipo de parte móvil (modelada a partir de un diodo) continúan intrigando a los ingenieros contemporáneos.
Nikola Tesla murió de un infarto en Nueva York el 7 de enero de 1943 en la habitación del hotel en la que vivía. Murió arruinado, solo y olvidado por la mayoría.
Al menos esto último es algo que aún se puede corregir.
Nacho PALOU
Editor de microsiervos.com
Noviembre de 2009
INTRODUCCIÓN
A pesar de la refulgente aureola y del favor público que lo acompañaron en el momento más alto de su notoriedad como investigador e ingeniero, Nikola Tesla siempre llevó una vida personal discreta. Como hombre retraído que era –soltero empedernido, trabajador autónomo, libre de compromisos empresariales y poco dado a la mezcolanza de ambientes–, llevaba una vida particular impenetrable para quienes lo rodeaban. No pocos serán, pues, los obstáculos que haya de salvar el biógrafo que pretenda relatar la carrera de uno de los nombres más señeros en el