Desde el mismo comienzo de nuestra obra, mediante el Espíritu de Profecía, los jóvenes de este movimiento han estado recibiendo mensajes como éstos. El instrumento escogido por el Señor para la manifestación de este don, Elena G. de White, era una joven que apenas tenía diecisiete años cuando comenzó sus labores. Conocía las luchas de la niñez y la juventud con los poderes de las tinieblas, y la vida victoriosa en Cristo. De su pluma salieron muchos mensajes de instrucción, simpatía, reprensión y aliento dirigidos expresamente a los jóvenes. Y tales mensajes, que siempre guían la mente de los jóvenes a Cristo y a su Palabra como la única fuente de poder para la formación de hombres y mujeres cristianos y nobles, han hecho mucho para fomentar el espíritu de consagración que caracteriza a tantos de nuestros jóvenes.
Así fue que en 1892 y 1893 se dieron mensajes que sugerían la necesidad de que nuestros jóvenes se organizaran en grupos y sociedades para la obra cristiana. A raíz de estas sugerencias se creó la Sociedad de Jóvenes Misioneros Voluntarios (hoy llamada de Jóvenes Adventistas), que demostró ser un gran poder elevador y sostenedor en la vida de la juventud adventista del mundo entero.
Aunque muchos de los escritos de la Hna. White destinados a los jóvenes se publicaron en sus libros, numerosos artículos que aparecieron en la revista The Youth’s Instructor [El Instructor de la Juventud] y en otros lugares no se conservaron en forma permanente. Esas instrucciones son una herencia preciosa, y debieran estar en las manos de todos nuestros jóvenes hoy día. Por tanto, el departamento de Jóvenes de la Asociación General repasó todo lo que ella escribiera en nuestros periódicos desde el comienzo de sus tareas, y eligió los temas referentes a los jóvenes y a sus problemas. Aunque no ha sido posible conservar siempre el artículo entero, se tuvo el cuidado de hacer la selección de tal manera que ofrezca claramente la idea de la autora sobre el asunto tratado.
De modo que la compilación y el arreglo de los artículos que aparecen en este tomo fueron realizados de común acuerdo por los fideicomisarios del Patrimonio White y los directores del departamento de Jóvenes de la Asociación General. Y para cumplir el propósito de ofrecer a los lectores de habla castellana los más valiosos mensajes dados por Dios a su pueblo mediante Elena de White, y gracias a la labor esmerada de los editores que revisaron su traducción, este material se publica en la forma presente.
Esperamos que el interés de nuestros jóvenes los induzca a estudiar con cuidado todos los mensajes enviados a la iglesia remanente mediante el Espíritu de Profecía. Nuestro más ferviente ruego es que estos mensajes sean una fuente de gran fortaleza moral para los jóvenes adventistas de habla castellana en todo el mundo, para el perfeccionamiento del carácter cristiano y para dar nuevo impulso a la consumación de nuestra gran tarea: “El mensaje adventista a todo el mundo en esta generación”.
DEPARTAMENTO DE JÓVENES DE LA ASOCIACIÓN GENERAL
Con el fin de que la obra pueda avanzar en todos los ramos, Dios pide vigor, celo y valor juveniles. Él ha escogido a los jóvenes para que ayuden en el progreso de su causa. El hacer planes con mente clara y ejecutarlos con mano valerosa requiere energía fresca y no estropeada. Los jóvenes están invitados a dar a Dios la fuerza de su juventud, para que por el ejercicio de sus poderes, por medio de la reflexión aguda y la acción vigorosa, le tributen gloria e impartan salvación a sus semejantes (Obreros evangélicos, p. 69).
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La edificación del carácter para la eternidad
Tengo profundo interés en la juventud y deseo grandemente ver a los jóvenes esforzándose por adquirir un carácter cristiano perfecto, tratando de lograr, mediante el estudio diligente y la oración fervorosa, la preparación esencial para prestar un servicio aceptable en la causa de Dios. Anhelo verlos ayudándose mutuamente para alcanzar un nivel más elevado en la experiencia cristiana.
Cristo vino a enseñar a la familia humana el camino de la salvación e hizo este camino tan llano que hasta un niñito puede andar por él. Invita a sus discípulos a que avancen en el conocimiento del Señor; y a medida que éstos sean guiados diariamente por su dirección, aprenderán que su salida está aparejada como el alba.
Ustedes han observado la salida del sol, y la aparición gradual del día sobre la Tierra y el cielo. Poco a poco progresa la aurora, hasta que aparece el sol; la luz se hace cada vez más fuerte y clara hasta que se llega a la plena gloria del mediodía. Es ésta una bella ilustración de lo que Dios desea hacer por sus hijos en el perfeccionamiento de su experiencia cristiana. Andando día tras día en la luz que él nos envía, en la obediencia voluntaria a todos sus requerimientos, nuestra experiencia crece y se amplía hasta que alcanzamos la estatura plena de hombres y mujeres en Cristo Jesús.
Los jóvenes necesitan tener siempre presente el camino que Cristo siguió. Fue en todos sus pasos un camino de victorias. Cristo no vino a la Tierra como rey, para gobernar a las naciones. Vino como hombre humilde para ser tentado y para vencer la tentación; para que sigamos en pos de él, como debemos ir, para conocer al Señor. En el estudio de la vida de Jesús aprenderemos cuánto hará Dios, por su medio, en favor de sus hijos. Y sabremos que por grandes que sean nuestras pruebas, no pueden exceder a lo que Cristo soportó para que pudiésemos conocer el camino, la verdad y la vida. Mediante una vida de conformidad con su ejemplo, hemos de mostrar nuestro aprecio por el sacrificio que hizo en favor de nosotros.
Los jóvenes han sido comprados a un precio infinito: el de la misma sangre del Hijo de Dios. Consideren el sacrificio del Padre al permitir que su Hijo fuera inmolado. Consideren lo que Cristo abandonó cuando dejó los atrios celestiales y el trono real para dar su vida como sacrificio diario por los hombres. Sufrió reproches y abusos. Soportó todo el insulto y la burla que los hombres malvados pudieron acumular sobre él. Y cuando hubo cumplido su ministerio terrenal, sufrió la muerte de cruz. Consideren sus sufrimientos en la cruz: los clavos con que le atravesaron las manos y los pies; la mofa y el vituperio por parte de quienes vino a salvar; el ocultamiento del rostro de su Padre. Pero mediante todo esto Cristo hizo posible que todos los que quieran lleguen a poseer la vida que se mide con la vida de Dios.
Un fiel Amigo
Cuando Cristo ascendió al Padre, no dejó a sus seguidores sin ayuda. El Espíritu Santo como representante suyo, y los ángeles celestiales como espíritus ministradores, son enviados para ayudar a quienes están peleando la buena batalla de la fe con gran desventaja. Recuerda siempre que Jesús es tu ayudador. Nadie entiende tan bien como él las peculiaridades de tu carácter. Él vela sobre ti, y si estás dispuesto a dejarte guiar por él, te rodeará de influencias para el bien que te capacitarán para cumplir la totalidad de su voluntad respecto de ti.
En esta vida nos preparamos para la vida futura. Pronto habrá una gran inspección en la cual cada persona que trata de perfeccionar el carácter cristiano tendrá que someterse a la prueba de las preguntas escudriñadoras de Dios: “¿Has dado un ejemplo que los demás pudiesen seguir con seguridad? ¿Has estado expectante por los seres humanos, como quien debe rendir cuentas?” Los miembros de la hueste celestial se interesan por los jóvenes y albergan un intenso anhelo de que soporten la prueba y de que a cada uno se le dirijan las palabras de aprobación: “¡Bien, siervo bueno y fiel!... Entra en el gozo de tu señor”.1
Recuerden los jóvenes que aquí han de formar caracteres para la eternidad, y que Dios requiere de ellos que hagan lo mejor que puedan. Vigilen los que tienen más experiencia a los más jóvenes, y cuando los vean tentados, llámenlos aparte y oren con ellos y por ellos. El Señor quisiera que reconozcamos el gran sacrificio que Cristo ha hecho por nosotros, mostrando interés por la salvación de quienes él vino a salvar. Si los jóvenes buscan a Cristo, él hará que sus esfuerzos sean eficaces (The Youth’s Instructor, 21 de noviembre de 1911).
1 Mateo 25:23.
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