¿Por dónde comenzar? Comenzaré dándoles la razón en la primera afirmación de esta parte. Es verdad que en las grandes empresas hay plata para muchas cosas; también que muchas veces parece que cualquiera puede trabajar en una de ellas, aunque esto no es tan cierto; y también es real que, posiblemente en una PyME, un gerente de una gran empresa dure poco. Pero todo esto tiene una razón de ser.
Hace poco en un asado, chicaneé a un amigo que trabaja en una gran empresa preguntándole –¿qué pasa si mañana decidís no ir más a trabajar? Luego de pensar y tratar de evitar la respuesta, concluyó:.–Nada, hay alguien que me puede reemplazar. Esta es una de las mayores fortalezas de las grandes empresas; básicamente, las personas tomadas en forma individual no son indispensables.
Esta realidad es muy distinta en una PyME, donde si Roberto –el que armó la planilla de Excel que maneja la planificación financiera– no va a trabajar y no quiere entregar la clave, nadie sabe qué pasará mañana. O cuando se retira el que conoce a fondo el oficio, generando un caos en la organización.
Ahora bien, ¿cómo podemos empezar a pensar en grande? Lo primero es asumir que cuando uno quiere crecer, la empresa se vuelve más compleja y requiere de más procesos, más profesionales y delegación de tareas. Esta última suele ser la palabra más temida y, para muchos, una batalla ya perdida.
No delegar implica creer que el otro no va a hacer las cosas tan bien como ustedes. Que seguramente ganarán menos dinero, que esa persona se va a equivocar y que nada le va a importar tanto como a usted.
¿Alguna vez se preguntaron por qué una gran empresa con un 6% de rentabilidad neta festeja y usted por menos de un 20% no va a trabajar?
Daré un ejemplo claro de delegación. Si ustedes tienen niños y no tienen la posibilidad de encargarse de su crianza, seguramente enviarán a sus niños todos los días, y muchas veces durante largas jornadas, a una guardería. De alguna manera están delegando en un tercero la crianza de, nada más y nada menos, que de sus hijos.
Si están dispuestos a delegar lo más importante de su vida, ¿no deberían empezar a hacer lo mismo en su empresa?
Delegar no significa o implica dejar de controlar, de estar encima. Solo implica liberarse un poco de lo operativo para recuperar la visión estratégica del negocio.
Nunca olviden que son ustedes los máximos responsables de los resultados y por ende deben preservar la visión integral; ser grandes comunicadores y armonizadores. Deben tener la posibilidad de proyectar estratégicamente y poder delegar las cuestiones operativas en gente capaz, comprometida y profesional.
Deben ser como un buen número 5 en el fútbol, paren la pelota para ver si es momento de atacar o defender, y tal vez sea mejor un conservador 1 a 0,que perder por un gol en el último minuto por no poder adelantarse a la estrategia del contrincante.
“Si quiere una empresa de gigantes contrate gigantes, si quiere una empresa de enanos contrate enanos.” Es una famosa frase de un publicista llamado Ogilvy. Con esta frase él se refería con frecuencia a sus gerentes, invitándolos a que siempre buscaran el mejor talento y contribuyeran a que su organización contara con los mejores para afrontar los desafíos. Añadía recurrentemente “Si no podemos pagarles, significa que algo no estamos haciendo bien.”
La pregunta entonces sería ¿Están delegando correctamente? ¿Tienen verdaderos gigantes en su organización?
Más respeto por la palabra empresario
Escribir un libro tiene algunas ventajas. Entre ellas la posibilidad de expresar ideas, reclamos, quejas y pensamientos con la impunidad de quien decide qué escribir y qué no.
En estas líneas quiero pedirles un favor. Quiero solicitarles más respeto por la palabra empresario. Está degrada, perimida, desgastada, descalificada, ausente de entidad y cual pin que se compra en cualquier kiosco, cualquiera puede ponérselo en su pecho y gritar a viva voz “¡¡¡Soy empresario!!!”
Les pregunto, solo para sacarme la duda: ¿para ser doctor, abogado, ingeniero, arquitecto; o para ser artista, artesano o el 5 de un club de primera división, ¿hay que estudiar e invertir muchos años y así poder decir soy profesional? ¿O esos títulos se regalan en algún lugar?
Entonces, ¿por qué si para ser profesional en todos los aspectos de la vida hay que estudiar e invertir tiempo, para ser empresario no?
Por favor, más respeto; si quieren, llámense así y manden a imprimir tarjetas con el título que quieran. Es más, si quieren métanle CEO o Director ejecutivo o simplemente Empresario. Cuéntenle al mundo lo que quieran, pero entre nosotros, por favor no se lo crean. Rodéense de profesionales, inviertan tiempo, inviertan dinero, en horas de lectura y asistencia a clases, antes de realmente creerse empresarios.
Y acá es cuando me saltan a la yugular y me dicen: –¿Vos querés decir que con estudiar o leer libros alcanza para ser empresario? No, claro que no alcanza, pero créanme que tendrán más herramientas para afrontar los desafíos que el mundo empresario requiere. Si no, hagan una cosa: no manden más los pibes al colegio, que se formen en la calle, así nomás.
Tener un negocio no te hace empresario, te hace acreedor de un negocio, que puede funcionar de manera caótica y en ausencia total de gestión profesional. Sí, esto es verdad, sucede y mucho. Es una de las particularidades del mercado.
Es más, muchas veces fui invitado a lo que algunos llaman organización, y la realidad es que lo primero que veo es una desorganización. Veo un boliche que funciona, es verdad, pero es eso: un boliche.
Che, pero pará un poco, estás siendo muy duro, alguno se va a ofender.
–Que se ofenda; sino tiene la capacidad de darse cuenta ‒y para colmo se la cree– que se ofenda; capaz que así se digne a revisar su prontuario.
¡Tranquilos! Soy provocador a propósito porque me enseñaron que muchas veces hay que desafiar a las personas, y sobre todo a los más duros, para que las cosas entren.
Pero también es verdad que ser empresario es un título que hay que ganárselo y revalidarlo todos los días.
También tengo muy presente y me saco el sombrero cuando veo a un verdadero empresario, porque sé que eso, no es fácil.
–Entonces, Jonatan, ¿qué es un empresario?
Un empresario es una persona que supo combinar en una rara alquimia, una pizca de experiencia, dos cucharas de fracaso, 100 gramos de éxito, 2 tazas grandes de humildad, unas fetas de liderazgo, medio kilo de entendimiento de los números, una cucharada sopera llena hasta el tope de visión estratégica, 100 gramos de contactos y buenas relaciones, y otro tanto a ojo de autocrítica, información, escuchar y observación activa.
Y ahora te hablo a vos: si sos de esos que compran libros pensando encontrar recetas para el éxito, perdiste; este libro no es para vos.
Te vas a dar cuenta solito cuando seas empresario; pero te doy una mano con algunos síntomas:
• Te fuiste y las cosas funcionan
• Tu empresa es vendible y sabés cuánto vale
• Tu equipo te respeta y valida tus decisiones
• Sos consultado permanentemente por tus colegas
• Hiciste algo de plata como para vivir tranquilo
• Sos innovador y abrazás el cambio en vez de rechazarlo
• Entendés que los procesos son los que hacen grande a las empresas
• Lograste separar el problema, de la persona
Créanme que ser empresario no debe ser una carga, por el contrario debe ser un título para colgar con gran orgullo detrás de sus escritorios. Pero por favor sean respetuosos y nunca dejen de intentar mejorar.