María de Soliño, también conocida como María Soliña
Se llegó a la conclusión de que los soliños, tenidos por descendientes de los judíos, se hallaban en relación con el gobernador musulmán de Argel y que proporcionaban a los piratas berberiscos, acertadas indicaciones para sus ataques a las costas gallegas. Esta apreciación refuerza la tesis de que frecuentemente la brujería se transformó en un asunto político religioso.
Como resultado de los interrogatorios, María de Soliño, quizás sospechosa por su apellido, a pesar de haberse quedado viuda por la muerte de su esposo en una lucha contra los piratas, fue quemada viva mientras que María de Bon y Catalina de la Iglesia y otras compañeras sufrieron diversas penas.
El auto de fe de Santiago de Compostela
Se celebró en 1655 y dio como resultado la condena perpetua en prisión de la viuda María Cardoso, quien tuvo que soportar el sambenito, así como la pérdida de bienes. Francisca Fernández, soltera, fue castigada a idéntica pena en medio de la mayor solemnidad y regocijo.
Viajes a los aquelarres
Cuentan que en Santa María do Cebreiro (Lugo) habían dos mujeres, madre e hija, meigas las dos. En cierta ocasión solicitaron los servicios de un sastre para que les confeccionase unos justillos. Por la noche le dieron acomodo detrás del fuego del hogar. Cuando creyeron que estaba dormido, sacaron un cacharro de ungüento que tenían a buen recaudo, se desnudaron y se untaron de pies a cabeza. Luego se agarraron a la gramallera que colgaba del burro y mascullaron:
Por riba das silvas e os silverales
Ó porto de Manzanales,
Val dos Rubiales
Por encima de las zarzas y los zarzales,
Al puerto de Manzanales,
Valle de los Rubiales
Acto seguido salieron volando raudas y veloces por los aires. Pero como el sastre estaba despierto, hizo lo propio, pero en lugar de decir “por encima”, dijo “por debajo de las zarzas y las matas” y al volver al suelo se hallaba cubierto de rasguños.
Divisó un grupo de baile, todo de brujas, que bailaban alrededor del macho cabrío (demonio). En cada vuelta, por turno, las mujeres le daban un beso en el trasero. El sastre que había divisado a las dos mujeres, se puso a bailar con ellas, pero en lugar de besar al diablo, lo pinchó profundamente con una aguja de coser que se había llevado consigo.
Satanás profirió un agudo grito de dolor y dijo: “Ese que acaba de entrar en el corro que baile lo que quiera, pero que no me bese”.
Representación medieval de brujas bailando en círculo
El que lejos va a casar,
tacha lleva o va a buscar
Hemos de advertir que los campesinos gallegos han preferido siempre la endogamia parroquial, para que las tierras que aportara la esposa como dote se encontraran cerca y se las pudiera trabajar sin desplazamientos onerosos.
Cuentan que otro zapatero (y es que en Galicia por el clima, el oficio de zapatero ha sido siempre muy apreciado) cortejaba a una guapa moza, huérfana de padre y que vivía con su madre, ya anciana, en una casa solitaria alejada de la aldea, municipio de Culleredo o de Carral, que las dos versiones han sido conservadas.
El joven zapatero como no era de aquellos lares, no conocía la mala fama de las dos mujeres. Además estaba muy enamorado, porque la hija tenía un cuerpo voluptuoso digno de encomio, era risueña como un ruiseñor y bailaba de maravilla. Pero claro, con sus antecedentes, nunca había tenido novio.
Ahora le había salido un pretendiente que no tenía ni idea de las aventuras de su amada. Sin embargo, algo sospechó, cuando estaban a la puerta de su casa, la madre, poco antes de las doce decía a su hija: “Ya es muy tarde, despide al muchacho que ya no son horas”. Y si la muchacha se retrasaba algo, la vieja se ponía de mil demonios.
El zapatero pensó entonces: “¿serán meigas?”, y quiso saberlo cuanto antes.
Una noche, cuando la madre llamó a su hija, hizo ver que se despedía y fingió marcharse para volver a los pocos minutos y ocultarse en el cobertizo.
Cuidando no hacer ruido, espió por la ventana de la cocina y vio cómo la vieja sacaba de un armario disimulado en la pared una cajita de ungüentos y acto seguido se untó a la vez que lo hizo la hija. Ambas montaron a caballo en una escoba mientras la vieja recitaba:
Camiño do demo,
voa, voa,
por riba da folla.
Camino del diablo,
vuela, vuela,
por encima de la hoja.
Y raudas como centellas desaparecieron las dos por la chimenea.
Dicho y hecho, el joven hizo lo propio y como no recordaba la invocación, improvisó:
Por riba dos matos,
por riba das pedras,
quero ir onda ellas.
Por encima de las matas,
por encima de las piedras,
quiero ir junto a ellas.
Igualmente salió volando, pero por encima de las plantas con pinchos y de las piedras, quedando hecho un Ecce Homo. Cuando llegó a la cima de un monte se encontró atrapado en el círculo de baile de las brujas alrededor del demonio y cuando le tocó el turno de besarle en el trasero en lugar de hacerlo le clavó la lezna que siempre llevaba consigo encolerizado por haber descubierto a su amada en aquellos menesteres.
“¡Aaaaag!”, se retorció el cabrón de dolor, “¿quién es esa que tiene esas barbas tan duras?”.
El espíritu de la meiga va al aquelarre,
el cuerpo se queda en casa
Por eso los maridos nunca saben de sus andanzas. Así le ocurrió a un hombre de Velle-Cesures (A Coruña), hasta que un amigo le reveló las aventuras de su cónyuge: “Vigila de noche a tu muller porque es meiga”.
No bien hubo oscurecido, el marido hizo ver que dormía; al momento la mujer le puso el trasero en la cara y dijo:
Bendígote meu home
cas cachas do meu cu,
que en canto vou a Sevilla
durmes tu.
Te bendigo marido
con las nalgas de mi culo,
que mientras voy a Sevilla
duermes tú.
El marido que ya tenía preparada una azada escondida para el caso, la agarró y le propinó una paliza tremenda mientras manifestaba:
Bendígote miña muller
co rabo de miña aixada,
para que no volvas a poñer
o cu na miña cara.
Te bendigo esposa mía
con el rabo de mi azada,
Para que no vuelvas a poner
el culo en mi cara.
Son pues los espíritus los que viajan, se creía así que había desdoblamiento de la personalidad de la meiga que al regresar volvía a juntarse cuerpo y espíritu. Por eso pueden salir por la chimenea o por un agujero cualquiera,