I. P.: Entonces, el doctorado fue una buena práctica en términos formativos; de su parte fue formativo (risas).
E. B.: Sí, él me invitó a buscar otro asesor. Estuve a punto de darme por vencida, pero en ese momento asistía a varios cursos, incluyendo uno sobre género y sexualidad impartido por Elena Lieven, en el Departamento de Psicología del Desarrollo. Estaba aprendiendo mucho, pero no sumaba para mí; me estaba moviendo en múltiples direcciones. Cambié de asesor y empecé a hacer algunos trabajos sobre Piaget y la edad, con una conexión de conceptos sobre el tiempo y el desarrollo (en los sentidos más amplios). La edad era un concepto muy social y era una parte muy pequeña en su libro sobre el tiempo, mencionada en términos de relación lógica de sucesión y duración. Posteriormente, en otro punto, me atasqué porque no sabía qué hacer con el material. Había visitado colegios y había tenido conversaciones interesantes con los niños. Me había alejado de la entrevista clínica de Piaget.
D. G.: ¿Usted empezó a criticar la perspectiva dominante piagetiana también durante este proceso?
E. B.: Lo hice y estaba muy impresionada por esto. Pienso que hay mucho más a favor de ello de lo que las tradiciones angloamericanas reconocen. Después pasé un tiempo insegura de lo que iba a hacer. Me ofrecí como voluntaria en Mind.2 Apliqué como asistente de apoyo, pero no obtuve el puesto. Tuve una crisis sobre qué tipo de trabajo iba a hacer. Por medio de una serie de coincidencias me involucré en la organización de un taller con Ian en el Politécnico de Mánchester y fui después invitada a aplicar a un trabajo allí. Fue así de accidental. En un momento pensé: ¿debería tratar de formarme como psicóloga clínica? ¿De verdad quiero hacer eso? ¿Debería formarme en trabajo social? ¿Debería hacer esto? Pude haber ido en varias direcciones, pero al final terminé en una posición en la cual fui invitada a aplicar para un trabajo, que sí obtuve.
D. G.: ¿Eso fue antes de que terminara su tesis?
E. B.: Eso fue mucho antes de que terminara mi tesis. A pesar de haber trabajado tres años, mi financiación había terminado, pero no había completado el proceso. Fue solo después de haber terminado los primeros dos años de docencia que abrieron un puesto nuevo. Apliqué y me dijeron que tenía que comprometerme con terminar mi doctorado. Pensé entonces que debía hacer eso y lo hice. De hecho, encontré muy útil la experiencia de preparar clases para superar el bloqueo en la escritura. Cuando tienes que escribir y tienes que producir cosas y reconciliarte con la decepción y la imperfección de lo que has producido y además tienes que presentarlo en una fecha límite… eso fue lo que me permitió terminar. Entonces, empecé en el doctorado tiempo completo y lo terminé en medio tiempo, en parte porque tenía que conservar mi trabajo.
I. P.: Yo obtuve mi doctorado antes que mi trabajo en el Politécnico de Mánchester.
D. G.: ¿Usted terminó su doctorado y después obtuvo el trabajo?
I. P.: Sí, algunas de mis experiencias son diferentes de las de Erica. Ella tuvo este empujón para la escritura por tener que preparar clases; sin embargo, en mi caso, la experiencia clave fue la de estar involucrado con organizaciones políticas. La educación que tuvimos fue política, en las organizaciones de izquierda. Incluía una formación sobre cómo ir a una reunión con un grupo de compañeros e intervenir en ella. Nos decían: “Usted hable sobre esto y usted hable sobre aquello”. Hubo un tipo de empujón para hablar, intervenir y argumentar, y pienso que abordé las ponencias de las conferencias y las presentaciones de los seminarios de esa manera.
D. G.: ¿Había algo más que solo enseñar?
I. P.: Sí, porque esto fue antes de enseñar. No había sido docente y no tenía idea de serlo. Entonces, el empujón para escribir surgió de preparar, argumentar y tratar conferencias y presentaciones académicas como si fueran intervenciones políticas; de alguna manera me imaginé que eran intervenciones políticas. Usar a Foucault para hablar sobre el poder en la psicología en una conferencia era una intervención política.
D. G.: Y, por supuesto, sigue pensando de esa manera…
I. P.: Sí, no puedo dejar de pensar de esa manera.
E. B.: Hay ciertos puntos generales que quisiera delinear. Se pueden ver como una serie de accidentes. Ahora las personas, en ocasiones, nos preguntan: “¿Cómo hiciste eso?, ¿cómo obtuviste aquello?, ¡no pudo ser planeado!”.
I. P.: Si lo hubiéramos planeado no habría sucedido, porque tú sabes cuáles eran las condiciones y sabes que nosotros estábamos respondiendo momento a momento a diferentes órdenes, de las instituciones, de las invitaciones o de las sugerencias que nos hacían.
D. G.: Pienso que en ambos casos ustedes estaban muy comprometidos con diferentes áreas sociales: marxismo, feminismo judío y toda esa discusión. Entonces, el proceso de formación no fue lo que los condujo a este tipo de trabajo o trayectoria.
I. P.: Pienso que eso es algo que se reconoce en algunos de nuestros estudiantes de doctorado que quieren trabajar con nosotros. Fueron empujados de alguna manera, algo en ellos los está empujando a hablar sobre asuntos en psicología o educación; ellos provienen de otra esfera de la vida. Pienso que eso es lo que nos atrae a acoger a esos estudiantes.
D. G.: ¡Muy interesante! ¿Cuáles fueron otros movimientos sociales y áreas políticas en las que ambos estuvieron involucrados en ese momento?
E. B.: Mientras no estaba haciendo mi doctorado estuve involucrada en varios movimientos políticos del momento. Había mucha movilización en contra de las armas nucleares a comienzos y mediados de 1980. De hecho, el Departamento de Psicología de la Universidad de Mánchester estaba muy involucrado en el movimiento antinuclear, y estaban formulando y publicitando algunos argumentos para el movimiento europeo antinuclear. Es ahí cuando se empezaron a formular relaciones entre la psicología y algunos aspectos ambientales. En este sentido, la relación con la psicología fue ahí, pero al mismo tiempo estuve involucrada con otros debates que estaban sucediendo. Como una judía culturalmente identificada, me encontré muchas cosas en común con otros debates que estaban emergiendo de otros contextos feministas minoritarios. Me involucré de igual manera con movimientos antisionistas y en debates que estaban sucediendo con el movimiento feminista, pero giraban en torno a la diferencia entre antisionismo y antisemitismo y al desafío del semitismo que aparecía en la forma de sionismo. Me involucré con publicar y editar, políticamente, antes de haber publicado o editado algo académico. De esta manera tuve la experiencia de ver cómo un libro, del cual yo era la editora, fue impreso en Manchester Free Press. Dicho proceso me dio otra mirada sobre el ámbito de la escritura y la publicación, me mostró la importancia de escribir para otro tipo de audiencias y me permitió estar involucrada desde otra posición. Entonces, mientras Ian se volvió más político antes de estudiar Psicología, en mi caso, esto vino de la mano.
D. G.: Dada la tradición empírica británica y el contexto, ¿qué reflexiones tienen ustedes con respecto a su formación en psicología? Hasta donde yo puedo verlo, fue insuficiente dada la cantidad de experiencias que tuvieron. Estaban más allá de ese proceso formativo para poder producir algo. Quiero entender: ¿qué piensan sobre este proceso formativo?
E. B.: Pienso que constantemente reflexionamos sobre nuestra formación del pregrado y del posgrado. En el momento en que realizamos nuestro doctorado no había una formación regularizada. Pienso que en la medida en que íbamos encontrando personas de otros países y teníamos estudiantes de distintas procedencias, nos volvimos más y más perceptivos sobre qué era el pregrado británico de Psicología, en lo inadecuado, particular y parcial, en el sentido de que venía desde una posición particular. Nos encontramos con personas de España, de Barcelona y de otros lugares, ¡y nos dimos cuenta de que la psicología era muy distinta en otros países! No sabíamos cuáles eran las alternativas, entonces nos tomó trabajo descubrirlas