Nuestras palabras, las nuevas, salen de nuestro corazón por la fuerza del Espíritu. Él ora en nosotros, él nos bendice con su ferviente amor, en nuestras palmas abiertas se acumulan las historias vividas, él las conduce al corazón de Dios. El arte de vivir es arte que se desarrolla contemplando el final. Volver a los ancianos: escuchar una palabra de sabiduría. La calidad de vida es la vida impregnada por el Espíritu. ¡Ven, Espíritu, oración de la Vida!
7 de junio
El Espíritu de Jesús, que en la eucaristía se nos da de una forma inmerecida, es el que despierta en nosotros la fuerza de cohesión, es decir, de comunión con los otros hombres y mujeres ungidos por la misma experiencia. Y es gracia de unión eclesial. «Tomad lo que sois: cuerpo de Cristo. Sed lo que tomáis: cuerpo de Cristo» (san Agustín).
Lo que somos en la eucaristía es la comunidad de los creyentes unidos entre nosotros y con la cabeza para formar un organismo de entregados a la muerte, cohesionados por la misma entrega de Jesús. Comunidad de conjurados: creyentes, amantes y esperanzados, es decir, disponibles al futuro de Dios.
13 de junio
Captar la unidad de la vida es el arte de la contemplación. Nos esforzamos en ver más allá, pero esto siempre será un ejercicio de la voluntad, y lo que pensemos siempre será una realidad exterior. Estará solamente presente en nuestra mente, faltará un conocimiento «en comunión». Si se trata de una comunión con Dios solo intelectual, solo pensada idealmente, de tipo moral, entonces difícilmente se puede sostener mucho tiempo. Cuando el resto del mundo piensa de otro modo, entiende de otro modo, lo realiza de otro modo o incluso se desentiende de él...
25 de junio
(Mi cumpleaños.)
La felicidad depende del amor. Es el amor el que le da sabor y gusto a la vida. Una inteligencia espiritual habla de gustos, de sabores que permean todo el ser humano, porque pone en contacto con la vida. Porque la razón, aunque esté orgullosa de sus logros, al final no abraza nada de la vida.
4 de julio
«Centinela, ¿cuánto queda de noche? Vendrá la mañana y otra vez la noche. Si queréis preguntar, preguntad, ¡venid otra vez!» (Isaías).
En negra noche se nos acaba la luz de la esperanza. Huérfanos a la espera de una mano tendida, de un beso en la frente del corazón. Se nos insta a salir, pero solo un halo de luz despunta por el nuevo horizonte desolado y frío. Queremos volver a encender la hoguera de nuestra fe, aunque sea a costa de quemar las ramas viejas del desencanto.
¿Adónde volver nuestra mirada? ¿A qué abrazos volver que no sean los tuyos? Deseamos volver a tus brazos, Espíritu maternal, a tus caricias, que nos serenan el hondón del alma, que nos llaman a abrazar otra vez siempre y de nuevo a nuestros hermanos...
Volver a las palabras que nos aquieten y nos desestabilicen, que nos protejan el corazón y nos lleven a descubrir los signos del Indecible. Es un estilo más digno de vida el que anhelamos. Despojo de lo inútil que nos presente, en medio del conflicto en que vivimos, una tarea nueva, un grito palpitante de gozo en la garganta: tierra reseca y agostada.
Al desierto nos vamos con el canto doliente de los que son expulsados de nuestra tierra, pero con ellos dispuestos a ir más allá, a deshacernos de la codicia estéril, del hipócrita llanto. Nos echarán en cara que presentamos lo que no se quiere ver, lo que molesta, los jirones de la sabiduría necia, para narrar una historia que no nos avergüence.
La elocuencia de los huecos del deseo de nuestras vallas de miseria y de miedo, que nada nos protegen. Nos dejaremos curar, sí, dejaremos que tu mano nos toque y que la piel se renueve a tu caricia, que se abran nuestros ojos muertos.
Y aquí estamos: temblando y clamando a ti mientras queremos, como Adán, tapar inútilmente nuestras vergüenzas...
(Oración a mi vuelta de Costa de Marfil.)
9 de julio
No se trata de alcanzar una ciencia que nos enseñe cosas, sino que nos cambie el ánimo y nos desprenda de lo propio conocido y sabido. Se trata de dejarnos alterar por el amor, y para eso no es suficiente ninguna sabiduría, porque toda sabiduría es fría, y no se puede forjar el hierro en frío. El amor galvaniza nuestro corazón y modela nuestra voluntad. ¡A eso estamos llamados!
15 de julio
Estamos interconectados con los sistemas de la naturaleza, de la sociedad y del pensamiento que fluyen a través de nosotros. Vivimos dentro de esos movimientos que afectan a los demás y que les provocan también a ellos un caos a veces imprevisible. Ello nos permite ver el mundo como un flujo constante en permanente fascinación por lo nuevo y desconocido que llegamos a ser. Nos ayuda a afrontar situaciones de incertidumbre y contingencia, que, al fin y al cabo, es nuestra condición de creaturalidad. Somos un laboratorio en continua transformación, nuestra «forma» está creada y sostenida por el mismo flujo del que formamos parte. Somos lo que comemos, respiramos, experimentamos, sentimos, amamos, etc. Todo ello en un proceso continuado de transformación.
Tal vez, en lugar de desgastarnos intentando cambiar nuestra vida, algunos preferimos buscar y encontrar la armonía perdida. Porque, en realidad, de lo que se trata es de renovar y transformar nuestra vida, que es estable y, a la vez, siempre cambiante.
28 de julio
Es fundamental desarrollar una corporeidad espiritual, una imagen espiritual que sea capaz de acoger al ser humano en su integridad y lo mueva hacia la transformación en un cuerpo espiritual, no sujeto a la corrupción. La contemplación es en sí misma purificadora. Podemos volver a ser lo que somos: imagen de Dios, única imagen de Dios en el universo, y capaces de conocer a Dios en nosotros, en la medida en que recuperamos la semejanza, la connaturalidad con Dios. Encontramos en nosotros la visión de la paz, que es el lugar de Dios.
31 de julio
No podemos olvidar que la exclusión que generamos con nuestros silencios y nuestra complicidad con la injusticia y el mal es un lugar que se nos va instalando en el corazón. Excluimos de nuestro mundo a los que hemos desahuciado primero de nuestro cálido ámbito interior. Aquí se juega la verdad de la Compañía de Jesús de ser misión abierta al futuro: «[...] de nuestra parte, más que ninguna exterior constitución, la interior ley de la caridad y amor que el Espíritu escribe e imprime en nuestros corazones ha de ayudar para ello» (Constituciones S.J., n. 134). (Día mundial contra el tráfico de las personas.)
17 de agosto
¿Cómo construirle a Dios una casa en nuestra tierra? O, dicho de otro modo: ¿con qué palabras podemos hablar de Dios hoy para que, por nuestro discurso, se pueda hacer él presente en lo que somos, sentimos, amamos?
Las palabras son nuestra casa. Habitamos un mundo de palabras dentro de las que moramos, nos relacionamos con los demás, pensamos, trabajamos, nos hacemos personas y alabamos al Señor de la Vida. En nuestros discursos, en las narraciones de lo que nos pasa, es donde damos cauce a Dios en nuestra comunidad, en nuestra tierra.
Las historias de los hombres y mujeres de nuestro mundo son las palabras